Una vez más, por décimo año
consecutivo, hago la caracterización, muy personal –aunque sospecho que esta
vez coincidiré con casi todos- del año que se va; como suele ocurrir, resumiré
las gestiones pasadas hasta llegar a la reciente. Repasaré por última vez las
nueve primeras, no solo porque el espacio se está quedando corto, sino porque
2019 ha comenzado una nueva historia, dejando atrás la época, así los espero,
del autoritarismo, el narcotráfico, la desinstitucionalización y la corrupción
–la frase final que usé para cerrar mi cierre de 2018 fue “la lucha por su
recuperación (de la democracia) ya ha comenzado”. Permítamelo, entonces…
2010: “el año del
rodillazo”. Ocurrió durante un partido de fútbol en la cancha Zapata; el equipo
presidencial se enfrentaba al municipal. Con pelota detenida –agravante en
hechos de este tipo- el expresidente Morales Ayma propinó un alevoso rodillazo
en la zona del bajo vientre (en los testículos, vamos) a un rival. La escena se
propagó por todas partes causando repulsa generalizada. Esta acción retrató,
con precisión, su irrespeto de las reglas –del fútbol, en particular, y de la
administración del Estado, en general-.
2011: “el año del MASking”.
Fue el periodo en el que el antiguo régimen, arguyendo luego que se había roto
la cadena de mando, desató una brutal represión contra los marchistas del
Tipnis en la región de Chaparina. Una de las formas de tal represión consistió
en sellar las bocas de los indígenas de tierras bajas con la cinta conocida
como “masking”.
2012: “el año de la caca”.
Con tal sustantivo adjetivado –caca- el expresidente se refirió a las
relaciones de Bolivia con Estados Unidos, haciendo gala de su florido lenguaje
diplomático.
2013: “el año de la
extorsión”. Lo caractericé así debido al escándalo de proporciones gestado
desde las propias entrañas del antiguo régimen. Recordemos que al interior de
éste se organizó un consorcio mafioso dedicado a extorsionar a reos
prometiéndoles influir en la justicia para absolverlos o favorecerlos de alguna
manera.
2014: “el año del Estado
Plurinominal”. Hace cinco años, el Gran Impostor, se postuló ilegalmente a los
comicios presidenciales –sus peleles del TCP así lo ordenaron y sus serviciales
del TSE lo ejecutaron-. Estos últimos mandaron a imprimir la totalidad de las
papeletas de votación con el rótulo de “Estado Plurinominal de Bolivia”. Un
acto electoral que debió haber sido declarado nulo.
2015: “el año de Petardo”.
Un can adoptado por marchistas potosinos, a quienes acompañó en su periplo a la
sede del Gobierno, captó la simpatía de la ciudadanía hastiada de la manera
cómo el antiguo régimen ostentaba su poder basado en el autoritarismo. Petardo
simbolizó la lucha por la democracia y la repulsa a la corrupción masista.
2016: “el año NO-Evo”. Hoy
conocido como 21F, el referéndum convocado por el régimen masista con el
propósito de desconocer el artículo 168 de la Constitución para forzar la
reelección del Gran Hermano, resultó un revés para tales aspiraciones. La ciudadanía
decidió que el sujeto volviera a su cato de coca el 22 de enero de 2020, como
él mismo lo había manifestado.
2017: “el año del nulo”. En
línea con el hecho precedente, la población dio una paliza al viejo régimen en las
“elecciones judiciales”. No obstante la contundencia del rechazo y de los
mensajes adversos a aquel Gobierno, éste impuso, como lo había hecho
anteriormente, a sus operadores judiciales.
2018: “el año de la doble
pérdida”. El vetusto régimen perdió el juicio en La Haya y con ello se cerró
toda posibilidad de salida al mar –al menos por el lugar y las condiciones
exigidas por Bolivia- y, por otra parte, la democracia fue secuestrada con la
venia de esos operadores judiciales.
Y llegamos a 2019 como “Año
de la gesta democrática de Bolivia”. Una serie de eventos afortunados, que
devinieron luego del grosero fraude electoral cometido por Morales Ayma y su
círculo mafioso, cuya protagonista fue la ciudadanía asqueada por 14 años de
abusos, racismo, corrupción, persecución, narcotráfico, impostura, extorsión y
violaciones a la Madre Tierra, entre otros. Los mafiosos tomaron las de
Villadiego y, ante el vacío de poder, asumió, en estricta aplicación de la
sucesión constitucional, la mujer cuyo gobierno tiene la misión de llevar a
Bolivia hacia una elecciones limpias y verdaderamente democráticas. ¡Salud,
lectores y lectoras!