miércoles, 29 de agosto de 2018

Ni las normas, ni las formas




Los hechos con los que comienzo esta columna dejaron de ser noticia; sin embargo, aunque a muchos les parezca que mencionarlos no tiene sentido, ya sea porque hay otros temas –de los que también me ocuparé- más relevantes o porque lo que diré sobre ellos se dirige más a la forma que al contenido –en apariencia- los considero paradigmáticos para graficar el modo en el que régimen conduce el poder a contramano de una buena práctica de las leyes.

Para referirme al primero de ellos, me permito reproducir del artículo 4 de la Constitución Política del Estado la parte concerniente a mi observación: “El Estado es independiente de la religión”.

Tal es la caracterización del Estado laico –a mi juicio, el criterio más notable introducido en la CPE de 2009-. El boliviano no es más aquel Estado confesional que abrazaba una religión “oficial”, así garantizase la libertad de culto.

Esta prescripción constitucional que, como todas ellas, deber ser cumplida y hacerse cumplir por quienes están en función de gobierno tiene en su máxima autoridad a su mayor violador.

Hace dos meses, con motivo de la ordenación cardenalicia de Toribio Ticona, el presidente Morales Ayma, junto a dos de sus ministros, muy suelto de cuerpo, se largó hasta el Vaticano para “acompañar”, pretextando ser su amigo, al sacerdote en la ceremonia de investidura. No recuerdo, por ejemplo, que el Presidente de entonces se hubiese “colado” a la asunción de Julio Terrazas como purpurado ¡Y eso que era el tiempo del Estado católico (aunque garantizador de la libertad de culto)! El mensaje del Ejecutivo es demoledor: no acatamos ni la Constitución (la norma), ni nos preocupa la paupérrima imagen que mostramos al mundo (la forma).

Como vemos, no había sido un asunto de poca importancia. Como no lo fue el siguiente: luego de consumado el alejamiento del expresidente de la Cámara de Senadores (parte del Poder Legislativo), quien hizo el anuncio del nombre de su sucesor –por poco no le toma posesión- fue el Presidente del Estado (Poder Ejecutivo). ¡Qué demonios tiene que disponer el representante de un poder sobre el cargo de uno de otro poder! La justificación ya la habíamos escuchado antes, de boca del propio mandamás del régimen: “La separación de poderes es un invento del imperialismo yanqui”.

Lo vergonzoso del caso es que la CPE, artículo 12, prescribe que “la organización del Estado está fundamentada en la independencia, separación, coordinación y cooperación de estos órganos” (Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral). Se verifica, una vez más, un olímpico desprecio por la norma y el poco cuidado por las formas.

Lo propio puede afirmarse, ya entrando en asuntos que atañen a la pervivencia misma de la democracia en nuestro país, del tratamiento que, desde su derrota en el referéndum del 21 de febrero de 2016 que inhabilita la candidatura –la propia CPE ya lo impide- del actual Presidente al mismo cargo. Fue durante este régimen que la entidad electoral recobró el carácter de Poder del Estado pero, paradójicamente, cuando no lo tenía, además de gozar de la confianza de la ciudadanía, no se subordinada a los dictados del poder político y tenía, en su materia y competencia, la electoral, la última palabra; hacía respetar su independencia, gozaba de autonomía, demostraba imparcialidad y obraba con neutralidad frente a los reclamos que se le presentaban.

Ha llegado el momento en el que el TSE defina si quiere asumir, como lo prescribe la norma constitucional, su condición de Poder del Estado y hacer prevalecer sus disposiciones en el marco de sus atribuciones o prosternarse ante el poder político y rifar la democracia.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Y cuando creías haberlo visto todo...




La combinación de un régimen en franco estado de descomposición –decadente y cínico- y su correlato, un caudillo reducido a grotesca caricatura de sí mismo, está produciendo situaciones, actuaciones y declaraciones que en un contexto regular serían inverosímiles pero que en la ruina institucional presente se constituyen como la norma(lidad).

Difícilmente encontraremos –para ello tendríamos que comparar el estado actual de las cosas con el del tiempo de los caudillos bárbaros, según la categoría arguediana, o remitirnos a la Uganda de Idi Amín- paragón con lo que sucede hoy en Bolivia.

Ya a comienzos de su régimen, el señor Morales Ayma mostraba signos de progresivo desvarío, fruto, imagino, de su borrachera de poder: su delirio coprolálico se manifestaba en la frase alusivas a las heces fecales (caca) respecto de las relaciones con Estados Unidos y, más tarde, desafiando a algunos expresidentes a cagar en el Tipnis –cuando éstos le aceptaron la “invitación”, el tipo se hizo el loco-.

Como aquellas, son innumerables las sandeces que perpetra el aludido ante la adulonería de quienes viven a costilla suya, aplausos incluidos. Y como el jefe, al estilo del juego del “mono mayor”, da la pauta, sus serviciales replican las fechorías de manera discrecional.

Siendo el Presidente el más connotado denigrador de la condición femenina, sus empleados creen que tienen la misión de andar metiendo mano a cuanta mujer se les cruce en el camino. Al menos así sucedió en la inauguración del palacio erigido a la “gloria” de su morador azul, cuando señoras periodistas, en función profesional, acudieron a cubrir el acontecimiento. Poco tiempo después el propio gobernante se jactaba de haber sido abordado por una muchacha que le habría solicitado ser depositaria de su sacrosanto semen para darle un hijo.

Otro “hermano” se encargó de ir dejando su leche en prostíbulos alteños. No es que no pueda hacerlo; el problema es que llevaba consigo símbolos caros a la historia patria. Ya muchos colegas se han referido a la gravedad del hecho que el régimen trató casi como una anécdota. Puedo añadir a lo que ya dijeron, que el hecho devela el profundo desprecio del régimen por la República y lo republicano, reafirmando su talante autocrático –recordemos que, luego de 183 años de formar parte consustancial del ejercicio presidencial, fueron sustituidos por símbolos advenedizos del denominado “Estado Plurinacional”, y depositados en la bóveda del BCB, saliendo sólo, aunque nadie parece respetar el protocolo (¿existe?) de su manejo, para los fastos por la fundación de Bolivia-.

Otro que no quiso quedarse atrás en esta impúdica exhibición de vergüenzas fue el diputado masista Soto (con “p”) quien, muy suelto de cuerpo, mostró sus corruptas carnes envueltas en vulgares contorsiones y amenazador griterío. Ningún productor de “reality shows” podría haber imaginado escenas tan procaces como las descritas.

Cabría decir que, con tales groserías, uno ya lo vio y escuchó todo; pero como ningún miembro del régimen quiere quedarse atrás, no faltó quien –lo oí en por radio en un minibús- reconociendo que el No se impuso en el referéndum del 21F (reconocerlo ya es algo), acotó que “sólo fue por el 1,5%” y que “no era una diferencia abrumadora”, por lo que “el hermano Evo” tenía todo el derecho de volver a postularse. No alcancé a identificar al personaje que dijo tal barbaridad, pero como que ya está de buen tamaño de tanta inmundicia humana, ¿no?...

Por fortuna, restan sólo algo más de 500 días para que esto se acabe.

miércoles, 1 de agosto de 2018

En buena ley


                          Viñeta: Frank Arbello

Uno de los operadores del régimen, cuyo nombre no recuerdo, expresó su vaticinio de que 
el MAS ganará las elecciones de finales de 2019 para el periodo 2020-2025.

Me parece muy bien. Sería insólito que el militante de una tienda política anuncie a los cuatro vientos que su agrupación participará para ser derrotada en un proceso electoral.

Es más, si así fuera –si ganase el MAS- a mí, como demócrata que soy, me gratificaría enormemente. Eso sí, con un detalle no menor: que lo hiciese en buena ley.

Hacerlo en buena ley quiere decir al menos tres cosas: que el proceso electoral sea limpio, que el MAS no use abusivamente los recursos públicos en propaganda y en campaña, y, claro, que respete la Constitución y el veredicto popular del 21 de febrero de 2016 postulando a las dos primeras magistraturas a candidatos distintos de quienes las ejercen hoy, individuos inhabilitados para optar a dichos cargos. Tres aspectos que el régimen está muy lejos de aceptar.

Se dice, desde el gobierno, para desviar el tema de fondo –la ilegalidad de la intentona re-re-repostuladora- que esta posición responde al temor de quienes nos oponemos a este régimen a la candidatura del “invencible”; una falacia, a juzgar por las encuestas recientemente divulgadas, en las que el caudillo no sale ni regularmente parado –no supera el umbral del 30%-. ¿Quiere el MAS perder en la próxima elección? Insista (e incluso consiga) meter a los señores Morales Ayma y García Linera en carrera por la presidencia y vicepresidencia respectivamente.

En mi lectura, el desgaste, luego de más de doce años de ejercicio discrecional del poder, le está pasando factura (¡recién!) a los jerarcas del régimen. Asimismo, la brecha entre quienes apoyan el “no” y el “sí” se ha ampliado drásticamente en favor de los primeros. 

Vale decir que una buena parte de quienes votaron por el “sí” el 21F, ahora forman parte del grupo contrario, probablemente desencantados con la falta de honorabilidad de Morales Ayma y compañía, al haber desconocido el resultado y haber buscado formas muy próximas a las mafiosas para habilitar al deshonesto mandatario.

Sucede que, como todo proyecto construido función de un caudillo, el “instrumento político”, como le dicen, no ha generado liderazgos de recambio, porque tan pronto como algún miembro del mismo comenzaba a asomar cabeza, se la cortaban. Ahora que el caudillo no puede, en ley, postular, tal instrumento ingresa en un círculo vicioso en torno al mismo sujeto.

Ya que “adentro” no tiene a una figura atractiva –que encarne el liderazgo carismático tan caro al populismo- se me ocurre que podría obtener buenos resultados (en su caso, mejores que los que podría obtener el desportillado Morales Ayma) recurriendo a personajes no orgánicos pero, creo, cercanos al “proceso”.

Me atrevo, esperando no lo tomen a mal (y más bien como un cumplido), a sugerir unos nombres en tal sentido: pienso en Marco Antonio Etcheverry (“Diablo Presidente”), quien solía liderar protestas frente a la embajada de Bolivia en EEUU en defensa de la autonomía, hasta que fue cooptado por el régimen e incorporado al equipo presidencial. Sigo con Elmer Hermosa (si quieres platita tener, hay que arrimarse al poder); el MAS ya hizo alcalde a su colega Cholango, quien dejó a su municipio en condiciones lamentables. Al menos el Kjarka no es bebedor consuetudinario. Finalmente, la más seria de mis sugerencias, está doña Remedios Loza, hoy alejada del ámbito público, quien, bajo el auspicio del régimen, podría tener un desempeño electoral extraordinario.
Como ya lo expresé, si lo hacen en buena ley, que ganen sería una contribución a la democracia; de otro modo, sería un paso más hacia su destrucción.