jueves, 26 de marzo de 2015

Puede ser un gran día


De manera excepcional, y con la venia de mis respetables lectores y lectoras, haré mención de un episodio personal por tener éste vínculo con el sentido de las líneas que irán a continuación.

La anterior oportunidad que publiqué la frase que da título a este artículo –“(Hoy) puede ser un gran día” (en la red social), título, a su vez, de una gran canción de Joan Manuel Serrat- no lo fue tanto: fue el día en el que el órgano –al que yo llamo “pianola”- electoral dio el golpe que puso a la democracia al borde del abismo.

Abatido por dicho atropello –mi condición de ciudadano me hace muy sensible a los abusos de poder- la bilis emanaba, espesa, desde las profundidades de mi delicado hígado. La impotencia me invadió.

Para alivio de mis entrañas y para infortunio de quien habría de coincidir en mi camino, estaba por ocurrir un giro en mi estado de ánimo, así fuera de carácter puramente testimonial.

Pocos lugares como un aeropuerto para que gente de toda ralea se entrecruce una con otra; y mi persona se encontraba en uno de ellos cuando, de pronto, reconoció a uno de los vocales electorales en misma fila que la suya. Sin pensarlo dos veces, llamó su atención y le increpó, ante la mirada aprobatoria de otros pasajeros, por tanta desfachatez del mentado “órgano”.

Cuando las vías regulares se encuentran bloqueadas por acción del poder, la sanción social comienza a ser ejercida; y se me antoja que se están generando las condiciones para hacerlo.

Hoy vuelvo a decretar que este domingo puede ser un gran día, esperando que efectivamente concluya sin desagradables sorpresas porque, salvo error u omisión (me guío por las sucesivas encuestas y por mi propia, aunque subjetiva, percepción) la suerte está echada, esta vez en contra del régimen.

Sorteando todas las amenazas y los obstáculos puestos por el régimen a través de su apéndice electoral, la oposición, en sus distintas denominaciones, llega con una considerable ventaja al segundo tiempo (considerando las nacionales como el primero) y se aguarda que sea ratificada en el marcador final.

Mientras el árbitro no invente penales ni arregle resultados en mesa, como es su costumbre, el escenario político cambiará drásticamente al término de la jornada dominical.

miércoles, 11 de marzo de 2015

El peculiar separatismo del régimen



De tanto insistir con el cuento de una acción separatista que habría dividido al país de no haber sido su “oportuna” intervención –tan formidablemente desarrollada que el presidente Morales daba parte de la misma al finado Hugo Chávez en Venezuela en una virtual simultaneidad con los hechos aún en curso- que se llevó a cabo mediante ejecuciones extrajudiciales y detenciones, y que derivó en juicios, extorsión gubernamental, acuerdos de autoinculpación y enjuiciados que no transan su honor y presunción de inocencia por penas livianas, el régimen, en virtud de los caprichosos senderos del lenguaje, ha acabado encarnando –aunque no por los motivos que endilga a los acusados de referencia- en la expresión más acabada del “separatismo”.

Tan burdo ha sido –y continúa siéndolo- el proceso que el régimen se empeñó en llevar en su afán de asestar un palazo al liderazgo cruceño –consiguiendo aturdirlo parcialmente-, haciendo de acusador y extorsionador sin rubor alguno, que con cada procesado que se declara culpable para salir del encierro, debe sentir algo más de alivio a su vergüenza.

Sospechosamente, la ola de autoinculpaciones se da cuando el régimen se encuentra contra las cuerdas por la descomunal corrupción en el Fondo Indígena y cuando las perspectivas electorales le son absolutamente desfavorables. Entonces intenta desviar la atención, por un lado, y desacreditar a un opositor ampliamente apoyado; y para esto último recurre a su política “separatista”.

En efecto, el régimen ha optado por la publicación de separatas, de tipo propagandístico –aunque sin mayor impacto- como la que se contrató por un estimado de $us 300 000 al New York Times, de tipo histórico como la que circuló junto a El Mercurio de Chile –interesante, pero de dudoso efecto en la Corte de La Haya, que se restringe a argumentos jurídicos- o de tipo difamatorio como la que dedica al candidato Rubén Costas para desestabilizar su candidatura a la Gobernación de Santa Cruz.

Buen intento se diría de esta última, pero su efecto ha sido el contrario al que el régimen quiso dar: Costas, lejos de caerse, ha escalado unos puntos más en su carrera hacia la gobernación cruceña ¡gracias al separatismo del régimen!.