martes, 30 de agosto de 2016

Réquiem por el régimen

Muy probablemente, 2016 pase a la posteridad –espero ratificarlo en mi columna de fin de año- como el de la inflexión en el pretenciosamente llamado “proceso de cambio”.

Los recientes acontecimientos en los que se cobró la vida de cinco compatriotas –escribo mientras un sexto se encuentra con muerte cerebral- no son sino el triste corolario del ejercicio atrabiliario del poder con el que, durante diez años, el régimen castigó al país sumiéndolo en un oscurantismo político que recién ahora, cuando los billetes que lo disimulaban se hicieron gas, es sometido a juicio por la ciudadanía –ya no es considerado como una de resentidos “opinadores” (como, despectivamente, llama el poder a los periodistas de opinión)-.

Tomar el asunto aisladamente, como quiere el régimen es, al menos patético. El mismo no puede ser desconectado del resto de actos bárbaros cometidos en nombre de los denominados “movimientos sociales” –eufemismo por “pacto de corporaciones”-. Pero no deja de ser sombrío que el hecho en cuestión hubiese sido perpetrado por dos (ex)aliados, hoy enfrentados.

En efecto, y como muchos ya lo han refrendado, la corporación “cooperativista” fue hasta hace poco la engreída del régimen –aunque, ciertamente, paulatinamente fue perdiendo espacios de poder (esto, quizás, explique parte del problema)-.

Los ahora no-amigos del régimen tuvieron, en su mejor momento, envidiables cuotas de poder; desde un ministerio hasta varios curules parlamentarios. En la cima de su fuerza corporativa llegaron a “poner” a uno de los suyos, su asesor jurídico, como vocal del organismo electoral. Recordemos que el tribunal del que formó parte el susodicho, fue el de peor desempeño en la historia electoral del país, relegando a segundo lugar, de lejos, a la malhadada “banda de los cuatro”. Por intermedio de este sujeto, los cooperativistas cohonestaron las fechorías que tal “institución” cometió para favorecer al MAS.

En plena descomposición del régimen, la corporación cooperativista llevo la peor parte, debilitándose y perdiendo casi toda influencia al interior del oficialismo; éste, no corto, no perezoso aprovechó el knock out técnico de este sector de mineros para “ponerlos en su lugar” (cosa que debió hacer, pacíficamente, hace diez años) y, regalo de dinamita incluido, éstos sacaron a las carreteras el último gramo de fuerza que les quedaba: la numérica. Y la dinamita explosionó en las manos del propio régimen. El chapucero manejo del conflicto que el Gobierno operó hizo el resto; y la sangre llegó al camino. “¡Golpistas!”, “¡derechistas!”, “¡imperialistas!”, se repitió como tantas otras veces.

El régimen también se acordó de que este “cooperativismo” es un eufemismo de capitalismo salvaje (que lo es, sin duda); que es una actividad depredadora del medioambiente (que lo es, sin duda)… lo que no dice es que apañó tal capitalismo y tal depredación durante diez años.

2016 es el año del réquiem por el régimen porque desde el primer día hasta la fecha no hace sino hundirse en su propia descomposición –corrupción, abuso de poder, terrorismo verbal, prédica del odio, culto a la personalidad, centralismo-. Así lo entendió la ciudadanía al sentenciar, con un “NO” rotundo, su inviabilidad a futuro.

Esto no quiere decir que lo que queda del proyecto cocalero no vaya a ocupar un lugar –cada vez más menguante, sin embargo- en la administración estatal, pero lo hará en calidad de zombie, toda vez que perdió para siempre el capital simbólico que alguna vez encandiló a un electorado fácilmente impresionable.

El remedio, una vez más, resultó peor que la enfermedad.

martes, 16 de agosto de 2016

Reveladora admisión presidencial




Como acostumbro a hacer los últimos años, preferí dedicar mi tiempo a actividades más edificantes que a escuchar el mensaje –en cadena- de S.E. -esta vez con motivo del centésimo nonagésimo primer aniversario de la creación de la República de Bolivia, tan vapuleada por el régimen que el aludido jefaturiza-. Reconozco, sin embargo, que, por todo lo que luego escuché decir, que esta vez me hubiera gustado seguir con atención la transmisión en directo de dicho discurso; principalmente por la brevedad del mismo –es que 45 minutos, tratándose del Supremo, es cosa de Alasita-, por el contenido –resumido en el oxímoron “decrecer creciendo”-, y por la cara del orador –de pocos amigos, según me cuentan-.

Estuve, eso sí, fisgando, de tanto en tanto, las publicaciones en tuiter y féisbuc, una de las cuales mencionaba que el jefazo se eximía de responsabilidades en la presente crisis echando la culpa de la misma a otros. En principio no di crédito a semejante revelación que echaba por tierra diez años de propaganda en sentido de que la jauja vivida hasta hace poco era obra y mérito del Tata Evo.

Para salir de la duda, conseguí la transcripción de la mentada pieza retórica y, voilá, vi con mis propios ojos aquella demoledora admisión de deslinde de responsabilidad –tanto por las vacas gordas, como por las flacas- en materia de ingresos del Estado.

Para volver a convencerme de no estar soñando, copio la parte pertinente del texto: “…tuvimos una disminución de 4.173 millones de dólares en las exportaciones; eso no fue por culpa de Evo, de Álvaro ni del Gobierno, sino…” (Debo decir que arreglé la puntuación que, en la publicación del ministerio de Comunicación, es deplorable).

¿Será que ni el señor Morales ni su círculo de adulones se percataron de la magnitud de tal confesión? ¿Cómo fue posible que algo así se les hubiera escapado de control? En cualquier caso, es de agradecer que la reproducción impresa del discurso haya respetado esas palabras (aunque, como dije, con una horrible puntuación).

Siendo que los principales rubros de exportación del país son los hidrocarburos y los minerales (extractivismo químicamente puro), y su baja cotización es la causa de la disminución de ingresos que el Presidente menciona –cifras incluidas-, el mismo criterio es válido para cuando, en tiempo de opulencia, el país recibía una chorrera de dólares por el tubo.

Pretender, como parece decir el presidente de las seis federaciones de cocaleros, que la bonanza fue por mérito suyo y que la crisis es por culpa de otros –siendo, como se ha señalado, que el factor de ingresos es el mismo- es una absoluta inconsistencia.

A Morales le tocó en suerte gobernar durante el ciclo de cotizaciones altas –que empezaron recuperarse en la gestión de Carlos Mesa- facilitando la entrega de transferencias directas (bonos), que el régimen exhibe como su mayor consecución, que, al no tener una base de sustento firme (productivo), corren el riesgo de ser disminuidas e incluso recortadas –aunque, a efectos sociales, se hubieran constituido en “derecho adquirido”-.

Durante casi una década, varios críticos advirtieron que sin una base productiva real, el shock de ingresos era una suerte de espejismo reflejado en el consumismo más obsceno que se haya conocido en la historia del país. En particular, quien escribe designó a este modelo como “bonanza con pies de barro”. En el camino, se ha perdido –al optar por un desarrollismo sin perspectiva- la, quizás, más espectacular oportunidad para instalar al país en la senda de un auténtico desarrollo sostenible.

A los hechos me remito, y el Presidente me asiste en tal propósito.

domingo, 7 de agosto de 2016

Artículo para la revista OH! (Los Tiempos)



Haciendo gala de la más grotesca chabacanería, el candidato republicano Donald Trump ha encandilado a tal cantidad de electores que no resulta, a estas alturas, descabellado el pronóstico que lo visualiza como el próximo presidente de los Estados Unidos.

Hace unos años, cuando George W. Bush llegaba a la Casa Blanca, escribí que la solidez del sistema democrático estadounidense era tan fuerte que el país podía darse el lujo de tener un personaje tan elemental como el mencionado en el salón oval. Temo que con Trump en el Ejecutivo, dicho sistema vaya a desequilibrarse afectando a los poderes Legislativo y Judicial.
Un asunto no menos llamativo es la pervivencia del bipartidismo. ¿Hubiese tenido Trump el mismo éxito si se lanzaba como tercera opción? Las experiencias de Ross Perrot y Ralph Nader parecen indicar que no.

El discurso populista del magnate –un retroceso de al menos cien años- exalta a los WASP y denuesta a los “extraños”, a los que achaca de toda posible desgracia en la Unión. Entre ellos, por supuesto, a los latinoamericanos avecindados en EEUU –genéricamente caracterizados como “mexicanos”-. Este discurso ha hecho aflorar una xenofobia de imprevisibles consecuencias (incluso si Clinton ganara). El daño  está hecho.

Trump llama a un ajuste de cuentas interno y a reponer a USA en las grandes ligas abandonadas, según él, las últimas décadas; por ello, en tanto países, los latinoamericanos no cuentan en la charla, aunque un endurecimiento de las políticas migratorias afectará a millones de ciudadanos como el que escribe. 

Otro asunto en relación a Latinoamérica, improbable pero no imposible, podría darse si se produjera una ola de deportaciones –a México, principalmente-. 

Por último, hay la posibilidad de que sean los países más afines a Estados Unidos –el propio México, Chile, Colombia- los que más resientan un hipotético gobierno de Trump.

martes, 2 de agosto de 2016

Auto-rodillazos

Le propongo el siguiente ejercicio: intente, contorsiones mediante, autoinfligirse un rodillazo en la zona estomacal. ¿Ya lo hizo? Le aseguro que no lo consiguió – a menos que su configuración anatómica sea completamente a la del común de los mortales-. Para su tranquilidad, ni mi persona ni los estudiantes a los que sometí a esta prueba lo logramos.

Dadas así las cosas, convengamos en que es prácticamente imposible hacerlo y, sin embargo, el régimen, acostumbrado a propinar rodillazos a medio mundo lo ha hecho, no una, sino dos veces la última semana –por supuesto que no de manera literal- causándose sendos moretones en su ya lastimada credibilidad y su casi extinta seriedad.

El primer auto-rodillazo tiene que ver con la manera en la que sus tecleadores están administrando la cuenta de Twitter del Presidente. Lo están haciendo, a decir de un amigo, como “monos con navaja” (debo mencionar que yo me entero “de rebote” de los tuits que emanan de dicha cuenta porque ni loco me haría seguidor de semejante opería). La cantidad de publicaciones con datos inexactos o, en el peor de los casos, erróneos, ya ha sido objeto de artículos que mueven a preguntar quién quiere hacer quedar tan mal al titular de dicha cuenta –un tal Evo-. Pero una cosa es dar información equivocada y otra, denotar absoluta ignorancia (o maledicencia, quién sabe) publicando verdaderas barrabasadas, cual es el caso de aquella que atribuye al Gral. Gary Prado Salmón la autoría del asesinato de Ernesto Guevara; auto-rodillazo de colosal dimensión que ya tuvo respuestas de autoridades en materia de historia, y del propio aludido, dejando establecido que, por el contrario, dentro de lo delicado de la situación en 1967, Prado tuvo un comportamiento humanitario, lo que más bien lo enaltece, para con el intruso argentino-cubano.

A propósito, sin simpatizar en absoluto con el terrorista, considero que lo que se le hizo no estuvo correcto; ultimarlo y, encima, mutilarle las manos es de una torpeza bárbara. Se atribuye a Guevara esta expresión a tiempo de ser capturado: “No me maten, valgo más vivo que muerto”; sea o no verdad que lo haya dicho, lo cierto es que, por el contrario, el tiempo demostró que el hombre valía más muerto que vivo pues pasó del personaje al mito, cosa que la decisión jerárquica de ejecutarlo no vislumbró. Si el sujeto siguiera vivo, sería un venerable anciano –a lo Fidel- viendo cómo los Rolling Stones llevaban los nuevos vientos a la Isla. Y, claro, no habría mucho negocio en hacer camisetas con su cara estampada.

Segundo auto-rodillazo: El asunto del asesinato a los esposos Andrade había dejado de ser tema de conversación hace diez años; la mención del caso era una excentricidad de algún memorioso –como Humberto Vacaflor, por ejemplo- cuyo impacto no pasaba del comentario de cafetín. Hasta que, buscando algún motivo para perseguirlo, al régimen no se le ocurrió mejor idea que la de enjuiciar al mencionado periodista por haber recordado el tema durante una entrevista de la que pocos se enteraron –entre ellos ni yo mismo-.

La consecuencia de esta acción del régimen ha sido catastrófica porque ha generado un “efecto búmeran” descomunal: hay personas –las de las nuevas generaciones, principalmente- que no habían oído siquiera hablar de ese espantoso crimen en el que, hay testimonios que lo corroboran, el señor Morales Ayma jugó un rol protagónico. No vamos a cometer la ligereza de afirmar que fue el asesino de los Andrade, pero cuando Amalia Pando le pregunta a Filemón Escóbar si aquel estuvo presente en el Chapare durante la reunión en la que se decidió eliminarlos, el activista responde: “Él (Morales) presidió la reunión, con la Margarita Terán, los más radicales”. Más claro, agua…