jueves, 24 de abril de 2014

Sat-élites y telefé-ricos

Comienzo curándome en salud: me parece excelente que el país cuente con tecnología de punta en todo ámbito posible –ciertamente con prioridades: medicinal, agraria, industrial…- por tanto, saludo que el proyecto que Ronald Mclean se materialice para que, junto a los buses de transporte masivo, se constituya en una solución al álgido problema del transporte urbano. Contar con un satélite no responde a alguna necesidad urgente -menos uno del tipo del que anda orbitando por el globo con el nombre de “Two Pack Atari” (¡ya que hay que aprender Inglés!)- pero el mismo ya se encuentra en la estratósfera y no está sujeto a cambio o devolución.

Agrego un par de apuntes antes de entrar al tema de fondo. No considero siquiera que el hecho de que –no nos engañemos- teleférico y bus masivo no reportarán rentabilidad sea un pecado mortal: son servicios públicos en los que la empresa privada no invertiría –justamente por no ser lucrativos-. O sea, alguien tiene que hacerlo, y para el caso están el Estado y el Municipio para subvencionarlos (obviamente con los aportes de todos los contribuyentes). Sobre el satélite –éste satélite, en particular- tengo mayores reparos pero, como dije anteriormente, ya está dando vueltas alrededor del orbe…

El asunto medular va más allá de las prestaciones que uno u otro brinden a la gente, por eso divido las palabras en dos: sat-élites y tefé-ricos, a manera de constatación de que la manera más expedita de movilidad social y ascenso económico en Bolivia y de manera más notoria a partir del apodado “Estado Pluirinacional” es la apropiación del Estado como propiedad privada.

Una de las cosas más difíciles de ocultar es la posesión de dinero (“es de tener”, dicen los parroquianos de una persona con recursos) lo que se hace más notorio cuando quien hace poco no tenía “donde caerse muerto” empieza a hacer exhibición de su poder económico. El nuevo rico es ostentoso; el rico “de siempre”, algo más discreto.

Contratos por invitación directa, extorsión, tráfico de influencias (clanes familiares), contrabando consentido, narcotráfico permitido y otras “lindezas” por estilo son las fuentes de las nuevas élites y los nuevos ricos “pluris”.

miércoles, 16 de abril de 2014

"Bolivia pide un puerto ¿Hay algo más lógico?", manifiesto firmado en 2004



El año 2004, 154 ciudadanos firmamos un manifiesto llamado  "Bolivia pide un puerto, ¿hay algo más lógico", expresando nuestra convicción sobre el derecho que asiste a Bolivia de acceder al mar con carácter soberano.

Recordé que entre los firmantes del mismo estaba Raúl Peñaranda, a quien el régimen de Evo Morales ha señalado como "agente" de los intereses del vecino país, además de "acusarlo" de haber nacido en Chile, en una demostración de la más abyecta xenofobia.

Revisando la lista de signatarios de este manifiesto, compruebo dos cosas: 1) Raúl Peñaranda sí se encuentra entre los mismos, y 2) Se encuentra entre los bolivianos que nos adherimos al documento.

Reproduzco el texto en calidad de testimonio:

Las y los abajo firmantes, ciudadanas y ciudadanos de Bolivia y de Chile, escritoras y escritores, artistas, académicos, docentes e investigadores, mediante esta carta llamamos a los pueblos, ciudadanos/as y gobiernos de Chile y de Bolivia a:


1.-Iniciar desde ya conversaciones a todo nivel (no sólo entonces de carácter intergubernamental sino también en el ámbito de lo que sólo hasta ayer llamábamos sociedad civil), destinadas a alcanzar un nuevo acuerdo satisfactorio para ambas partes. 


2.Un acuerdo satisfactorio para ambas partes -es nuestra "hipótesis" (pero esto es precisamente lo que habrá de ser refrendado o modificado en los encuentros por venir)-, implica al menos, por un lado, concordar un acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico que no divida el territorio chileno y, por otro, asentar las bases para un desarrollo duradero y equitativo del norte de Chile, el occidente de Bolivia y el sur del Perú.


3.-Sabemos que alcanzar un nuevo acuerdo en estas materias no es cosa fácil ni tarea de un día ni responsabilidad de unos pocos. El centenario extrañamiento y desconocimiento mutuo y, sobre todo, la pervivencia de acendrados narcisismos nacionales miopes, y muchas veces agresivos, son acaso las mayores dificultades que ha de enfrentar la posibilidad de arribar a un acuerdo. Hay demasiados prejuicios y caricaturas por deshacer, excesivo chovinismo por desmontar y mucha mirada cortoplacista por interrogar. En todo ello, sin embargo, habremos de persistir, pues así como las fronteras pueden ser espacios fecundos de encuentro en la diferencia, así también las identificaciones (nacionales y regionales) pueden constituir una posibilidad fructífera de cohesión en la diversidad y otro nombre de la solidaridad ante la adversidad. Que esto sea así, es decir, que las fronteras no se conviertan en mecanismos de exclusión, aislamiento o encierro, y que las identificaciones no se transformen en signos de desprecio y agresividad hacia los demás, es responsabilidad de todos y de cada cual, pero acaso en ello nos cabe una responsabilidad especial a quienes desde distintas tradiciones imaginamos y anticipamos la(s) cultura(s) por venir.


No somos los primeros en alentar un acuerdo conveniente para los países involucrados en este diferendo in/actual - que siempre ha trascendido la coyuntura, pero que nunca habrá dejado de ser urgente. Lo indican a las claras los epígrafes de Vicente Huidobro y de Antonio Terán Cabero que anteceden. Y estamos seguros que tampoco seremos los últimos, porque lo que está en juego, a fin de cuentas, más allá de los exabruptos de la hora, es el horizonte de nuestra irrevocable sureña convivencia.[de Chile] [de Bolivia] 


Constanza Acuña (historiadora del arte).

Nicolás Acuña (cineasta).


Andrés Anwandter (poeta).


Juan Araos (filósofo).


Andrés Ajens (poeta).


Domingo Asún (psicólogo).


José Aylwin (abogado).


Pablo Azócar (escritor).


Javier Bello (poeta).


Carmen Berenguer (poeta).


Soledad Bianchi (escritora, crítica).


Pascale Bonnefoy (periodista).


Erich Breuer (cineasta).


Eugenia Brito (poeta, crítica).


Roberto Brodsky (escritor).


Manuel Canales (sociólogo).


Matías Cociña (poeta).


Jaime Collyer (escritor).


Alejandra Costamagna (escritora).


Javier Couso (abogado).


José A. Cuevas (poeta).


Víctor H. de la Fuente (periodista).


Gonzalo de la Maza (sociólogo).


Gonzalo Díaz (artista visual).


Francisco Estévez (historiador).


Diamela Eltit (escritora).


Soledad Falabella (literata).


Soledad Fariña (poeta).


Martín Faunes (escritor).


Rita Ferrer (comunicadora).


Antonio Gil (poeta, narrador).


Andrés Godoy (músico).


Andrea Goic (artista visual).


Felipe González (abogado).


Olga Grau (filósofa).


Jorge Guzmán (escritor).


Elvira Hernández (poeta).


Martín Hopenhayn (filósofo).


Jaime L. Huenún (poeta).


Margarita Iglesias (historiadora).


Pedro Lemebel (escritor).


José L. Martínez (antropólogo).


Sergio Medina (poeta).


Marcelo Mendoza (periodista).


Nibaldo Mosciatti (periodista).


Tomás Moulián (sociólogo).


Nancy Nicholls (historiadora).


Marcelo Novoa (poeta, crítico).


Guillermo Núñez (pintor).


Sergio Parra (poeta).


Nadia Prado (poeta).


Raquel Olea (escritora, crítica).


Eliana Ortega (escritora).


Rafael Otano (periodista, escritor).


Armando Roa (poeta).


Sergio Rojas (filósofo).


Eduardo Sabrovsky (filósofo).


Cecilia Sánchez (filósofa).


Leonardo Sanhueza (poeta).


Guadalupe Santa Cruz (escritora).


Jesús Sepúlveda (poeta).


Bernardo Subercaseaux (escritor).


William Thayer (filósofo).


Anita Tijoux (músico).


María E. Tijoux (socióloga).


Wilson Tapia V. (periodista).


Sergio Trabucco (cineasta).


Iván Trujillo (filósofo).


Malú Urriola (poeta).


Jaime Valdivieso (escritor).


Alejandra Vega (historiadora).


Cecilia Vicuña (poeta y art. visual).


Miguel Vicuña (filósofo, escritor).


Carlos Vignolo (ingeniero).


Claudio Yaconi (escritor).


Eduardo Yentzen (periodista).


Faride Zerán (periodista).


Jorge Abastoflor F. (cientista político).


Zacarías Alavi (lingüista).


Tatiana Alvarado T. (investigadora, crítica).


Andrea Arenas (comunicadora).


Virginia Ayllón (escritora).


Moira Bailey (escritora).


Franz Xavier Barrios (economista).


Magela Baudoin (comunicadora).


Claudia Benavente (comunicadora).


Martha Cajías (artista plástica).


Alfredo Calvimontes (escritor).


Hernando Calla (educador).


Ricardo Calla (sociólogo).


Magalí Camacho (catedrática).


Jenny Cárdenas (cantautora).


Benjamín Chávez (poeta).


Marcela de la Fuente (ingeniero).


Ivonne Farah (economista, investigadora).


Franklin Farell (escritor).


Claudio Ferrufino- Coqueugniot (escritor).


Franco Gamboa (sociólogo).


Oscar García (músico y poeta).


Ana María Grisi (escritora).


Wálter Guevara Anaya (filósofo).


Miguel Hernández Dips (cientista político).


Mariana Lacunza (crítica, escritora).


Cecilia Lanza (comunicadora, escritora).


Félix Layme (lingüista).


María Teresa Lema (investigadora, crítica).


Marcos Loayza (cineasta).


Juan MacLean (poeta).


Elizabeth Machicao (consultora en educación).


Guillermo Mariaca (investigador, crítico).


Gonzalo Mendieta (abogado).


Cé Mendizábal R. (escritor).


Alejandro F. Mercado (economista).


Rolando Morales (economista).


Diego Murillo B. (cientista político).


Edmundo Paz Soldán (escritor).


Raúl Peñaranda (comunicador, escritor).


Susana Peñaranda (socióloga).


Ana Rebeca Prada (investigadora, crítica).


Juan Carlos Orihuela (poeta y músico).


Rodolfo Ortiz (poeta, psicólogo).


Eduardo Quintanilla (abogado, fotógrafo).


Aurora Quinteros (lingüista).


Juan  Carlos Ramiro Quiroga (poeta).


Puka Reyes Villa (activista cultural).


Francisco José Ríos (arquitecto).


Julio Ríos Calderón (periodista).


Giovanna Rivero (escritora).


Omar Rocha Velasco (escritor).


María J. Rodríguez (comunicadora).


César Rojas Ríos (sociólogo).


Gonzalo Rojas Ortuste (politólogo).


Raquel Romero (cineasta).


Claudio Rossell (comunicador).


Pablo Rossell Arce (economista).


Fernando Salazar P. (abogado e historiador).


Mauricio Souza (crítico, escritor).


Pedro Susz (crítico, cineasta).


Hugo José Suárez (sociólogo).


Paul Tellería Antelo (escritor, psicólogo).


Diego Tórrez Peñaloza (cineasta, poeta).


Vick Torrico Villanueva (comunicador).


Mauricio Torrico (economista, abogado).


Camila Uriona (escritora, crítica).


Armando Urioste (cineasta).


Rubén Vargas (poeta, crítico).


Walter I. Vargas (crítico, escritor).


Marcelo Varnoux (cientista político).


Katia Velarde (abogada).


Ivanna Vega (comunicadora).


Oscar Vega López (economista).


Sergio Vega (diseñador gráfico).


Alejandro Zárate Bladés (actor, cineasta).


Francesco Zaratti (físico).
El

jueves, 10 de abril de 2014

Un homenaje y dos antihomenajes

El domingo 13 de abril se cumplirán seis meses del fallecimiento de José María Bakovic, ciudadano que, sometido a infinidad de juicios urdidos por gente que le acompañó –y otra que no lo hizo- durante su gestión como presidente del Servicio Nacional de Caminos –cargo al que accedió de manera institucional-, no resistió el acoso –lindante con el terrorismo de Estado- al que fue sometido y dejó esta tierra sin que se le hubiera comprobado ni uno de los cargos.

Días antes de este dramático final, en su desesperación, le escribió una carta, que hoy puede considerarse un testimonio de la injusticia- al mismísimo Papa. Párrafos como “Fiscales y jueces serviles obedecieron el mandato de Morales haciéndome el primer preso político de su gobierno en marzo del 2006 y que se me detenga por segunda  vez en agosto de 2007” o “Evo te dirá que mis procesos están en manos de la justicia y que él no puede hacer nada al respecto.  Debo decir que no hay juez en Bolivia que se atreva a ir contra su mandato”, dan cuenta de la sañuda persecución de la que estaba siendo objeto.

Comienzo rindiendo un sentido homenaje a aquel hombre  –a quien no tuve el gusto de conocer- con la seguridad de que el país lo seguirá recordando con el paso del tiempo, y continúo con dos antihomenajes, donde los haya.

Recientemente, con diferencia de unos días entre uno y otro, se extinguieron dos personajes ligados a la estructura mafiosa del régimen.

Primero ocurrió lo de un operador dentro de la tramoya del caso que pasó de Rozsa a Soza: el sujeto al que se puso en evidencia mientras entregaba un pago al “El Viejo”, considerado “testigo clave” del sainete, para que “desaparezca”. Una vez que se lo vio y escuchó, video mediante, en la comisión del hecho, el tío enmudeció –literalmente-. No se le escuchó la voz nunca más. Caído en desgracia, el régimen lo evitó como a la lepra y ni se molestó en publicar una esquela necrológica en su memoria.

Luego nos enteramos de que un vividor arrimado al régimen había muerto en su ley, en un ajuste de cuentas, en Brasil. Trásfuga profesional, había alquilado sus servicios al MAS para la aprobación de una ley –el régimen le ponía avión privado para traerlo y llevarlo cuando lo requería-. Con el aval del Jefe, creó la “Liga de Amistad Venezuela-Bolivia”  y se reunió con el también finado Hugo Chávez en más de una oportunidad.


Es posible que esta sea la última vez que alguien gaste sus dedos para escribir sobre estos dos operadores del régimen.