viernes, 22 de junio de 2012

¿El Estado en calzones?

¿Hasta dónde puede un Estado moderno ocuparse directamente de la producción? Utilizo el término “producción”, más allá de su aplicación al extractivismo, que es un estadio primario de la misma. Por producción, entendemos “transformación”, “valor agregado”, “innovación”.

No estoy en contra de que el Estado se involucre directamente en un proyecto siderúrgico, por ejemplo, seguramente en asociación con inversores privados. En tal caso, y en otros parecidos, lo que más bien hay que evitar es que los capitalistas (empresas transnacionales, en su mayoría) se conviertan en un superestado; y creo que el país se ha curado en salud de aquello.

Asegurado el dominio sobre los considerados “recursos estratégicos” –que justamente por tal calidad no son más que un modesto puñado aunque de gran importancia- el papel que le toca cumplir al Estado es el de crear las condiciones para que el resto de los agentes económicos –prácticamente toda persona de carne y hueso- desarrolle sus emprendimientos de acuerdo a sus capacidades; ocurre generalmente lo contrario: el Estado es el principal obstaculizador de la iniciativa y actividad privada.

Una digresión, a manera de matizar: se considera, con cada vez mayor insistencia, que los únicos recursos estratégicos son el humano y el conocimiento.

Por lo demás, el Estado hará bien en intervenir ante las distorsiones del mercado, en redistribuir justamente el excedente y en actuar bajo el criterio de subsidiariedad allá donde el capital comercial no encuentre atractivo de negocio –no pueda lucrar-. 

¡Pero que el Estado se ponga a producir calzones!...

No sería la primera vez. La anterior fue un fiasco mayúsculo. En tiempos de la dictadura, una fábrica de prendas de ropa interior fue adquirida por el Estado. Se supuso que el “mercado cautivo” (endogámico, más bien) para la ocurrencia eran las FFAA: millones de calzones por año a ser comprados para los soldaditos. ¿La actual “lencería” de la soldadesca es de la marca “BVD”? No, ¿no ve?.

Entonces, ¿Cuál el sentido de meterse, como Estado, a empresario del papel –negociado mediante, a más de no ser un rubro muy respetuoso de la pachamama- del cartón… y ahora de las prendas de vestir? Huele a calzón sucio.

lunes, 18 de junio de 2012

Emotex

La más reciente aventura empresarial del estado, Emotex, produjo su primera prenda. :)

jueves, 7 de junio de 2012

Caperucitas rojas y lobos azules


En sus afanes persecutorios, el régimen ha llegado a extremos inimaginables para un sistema pretendidamente democrático, ha caído en el ridículo y está a punto de llegar al extravío –si es que no lo ha hecho ya-.

Eso sí, no se le puede negar coherencia, porque entre lo declarativo y los hechos existe una correspondencia prácticamente mecánica. ¡Así es que lo que el Gobernador quiso decir es que “nadie puede oponerse a Evo”!, y en un arranque de entusiasmo dijo que había que colgar a los opositores. ¿Y dónde se supone que está la disculpa en tal “retractación”?. “Mil perdones; no quise decir ‘colgar’ sino ‘cortar el pescuezo’ ”, podría también haber dicho el personaje de marras.

Y vaya que le sobra “entusiasmo”  para acometer con este tipo de acciones. Fresca en la memoria está la vez en la que el ministro de Gobierno –reincorporado hace poco al Ejecutivo con disminución de nivel- Alfredo Rada, la emprendió contra un grupo de jugadores de paintball acusándolos de terrorismo en la trama que tejió para desmontar el poder de la “oligarquía oriental”.

Es que, a veces, los “revolucionarios” se pasan de revoluciones y acaban replicando comportamientos atribuidos a tiranos de un signo u otro. Entre la realidad y la ficción que en la novelística de Carpentier se sintetizan en lo “real maravilloso” algunos de los episodios protagonizados por este régimen superan en imaginación a los que el autor cubano retrata en sus obras, como por ejemplo aquel, tomado de El recurso del método, en el que el gobierno de derecha quiere hacer desaparecer toda la literatura “roja” (marxista) y en tal menester un librero damnificado por la ocurrencia les dice a los esbirros del régimen que de una vez se lleven La caperucita roja también.

Resulta que, ahora, “sedición” es recaudar dinero para apoyar  a los marchistas del TIPNIS mediante la venta de postales con imágenes de la anterior marcha y emprenderla contra los promotores de la iniciativa. ¡Faltaría que lo enjuicien al fotógrafo!

Ahora resulta que “terrorismo” es cantar en una banda de Hip hop llamada “Malditas Dinamiteras”. Es que, aunque no meto mis manos al fuego por gente que ni conozco, la detención de unos chicos con tal cargo, se parece más al secuestro de La caperucita roja o al juego de paintball que a una correcta investigación. Por una sencilla razón: en el código de los terroristas comunes (no en los de Estado) es de rigor reivindicar el hecho –García Linera lo sabe perfectamente- y, hasta donde tengo entendido, no hay tal “sello”. Y, al mero estilo del Estado de no-derecho, los jovencitos tienen que probar su inocencia.