martes, 24 de agosto de 2010

Shhhhhh....




De manera cada vez más frecuente aparecen comentarios que cuestionan mis textos actuales con "argumentos" como "... antes no decían nada de los neoliberales...". En principio habrá que decir que uno no tiene la culpa de que alguna gente (de repente muy jovencita) no haya leído mi producción anterior... como atenuante se puede decir que hace diez o más años, los periódicos locales, salvo Los Tiempos, no tenían página web. Cabe decir también que cuando se trata de un acto de mal gobierno, no me interesa si el que lo cometió es de derecha, de izquierda, de centro, o blanco o indio o amarillo...

Pero bien, con la re-aparición del caso Chito Valle, me di a la tarea de buscar una columna -trabajito, puesto que no existe en internet- que escribí sobre este personaje. ¡Y la encontré!, es del viernes 15 de diciembre 2000 ("Agua de Mote", La Razón), se llama "Chitear" y concluye así: "Chitear, a partir de ello, se entiende como apoyarse en el nombre del suegro, montar burdos fraudes, vender chatarra, orinarse en los dictámenes de Contraloría y seguir como si nada".

Shhhhhhhh.....

jueves, 19 de agosto de 2010

Evocales electorales




De manera más bien discreta, los medios proclamaron la muerte de la Corte Nacional Electoral y, más bulliciosamente, el nacimiento, en su reemplazo, del Tribunal Supremo Electoral.

En realidad, lo que ocurrió fue el entierro de la Corte, porque su deceso propiamente dicho se produjo cuando el operador del régimen, José Luis Exeni, se hizo con la presidencia de la institución a las pocas horas de haber sido designado como representante del Ejecutivo ante la misma. Con sus acciones, Exeni corroboró la suspicacia que había generado su nombramiento y la CNE perdió tal grado de credibilidad que ni la respiración artificial que le diera su sucesor logró revertir. Probablemente estaba calculado que así sucediera: ¡Qué mejor que un órgano desprestigiado para echarlo al tacho!

El tiempo de su institucionalidad está claramente ubicado de la gestión de Huáscar Cajías Kaufmann a la de Salvador Romero ballivián (1991-2008), años en los que el organismo consolidó su independencia y autonomía alcanzando un altísimo nivel de credibilidad. No quiere decir esto que este período hubiera estado exento de dificultades; sin embargo, cuando éstas se presentaban, eran eficazmente superadas con los mecanismos internos que la propia entidad ponía en práctica. La mandaron a matar y la enterraron por mero trámite.

Surge ahora el nuevo instrumento del régimen, el ya mencionado Tribunal Supremo Electoral, dotado de un cuerpo de normas: Ley Electoral y Ley de Régimen Electoral, que no son otra cosa que medios para garantizar, junto al resto de leyes “estructurales” recientemente promulgadas, la obtención del poder absoluto y su reproducción ad aeternum a favor del régimen en curso.

Este nuevo apéndice gubernamental emerge bajo mal signo: un proceso de selección cuestionable, falta de transparencia, quórum mínimo y, lo más sintomático, la violenta designación del delegado de Evo Morales al cargo de presidente del neonato.
Se puede decir, con propiedad, que Bolivia ingresa a la era de los evocales electorales, vale decir de operadores del oficialismo en función de árbitros electorales. ¿Qué seguridad electoral puede esperarse de tal ente?. Me adelanto a señalarlo: ninguna. Lo primero que hizo el presidente del TSE fue sugerir la revisión de la última resolución de la CNE que, haciendo uso de su facultad jurisdiccional en materia electoral, rechaza la conminatoria de la justicia ordinaria para que despoje de sus curules a tres parlamentarios de oposición a favor de otros tantos ex candidatos del MAS.

O sea, de entrada el TSE renuncia a su propia naturaleza, la de ser instancia inapelable en su materia, la electoral.

Venimos siendo testigos de cómo el régimen sigue asestando golpes a autoridades recientemente electas que no obedecen a su línea. Lo hace aplicando un criterio arbitrario ya “legalizado” que no existía cuando éstas decidieron entrar en carrera; el oficialismo cambió las reglas no en medio del camino cuando muchos podían haber optado por retirarse de la contienda, sino al final, cuando éstos fueron elegidos para ejercer los cargos a los que postularon. Este es un claro ejemplo de inseguridad (post)electoral, nunca antes visto, que se suma a las otras posibilidades de manipulación cuando se tiene una institución dependiente del poder totalitario.

Con el advenimiento de los evocales, el campo democrático se restringe aún más.

jueves, 12 de agosto de 2010

Un dilema ético




"Los derechos de la Madre Tierra están por encima de los derechos humanos", llegó a afirmar, en un rapto de gracia, el jefe del estado, don Evo Morales.

Su discurso proambientalista, sumado a su acentuada imagen de indígena, le venían granjeando una suerte de liderazgo internacional en la causa los que le reportaba réditos políticos dentro del país. Pero una declaración como la de arriba resulta excesiva hasta para el más entusiasta ecologista.

El que escribe –vuelco a reiterar- no es (ni será) un ecólatra; apenas sí, un convencido de que es posible, demostración incluida, el desarrollo sostenible. Es decir, el crecimiento económico con el menor impacto ambiental posible, dado que hasta un sándwich de chorizo a la parrilla de la esquina produce una cuota del mismo.

Ergo, las posiciones extremas en materia de conservación son ilusas: una hipotética aplicación universal de éstas daría, a la larga, como resultado un estado de entropía, e sea de reposo absoluto como el de la muerte, en términos biológicos. Y la idea no es que el perjuicio resulte siendo mayor al beneficio que se pretende conseguir.

Es fácil, además de demagógico, pedirles a los países industrializados que reduzcan en un 50% la emisión de CO2; claro, eso te genera gran popularidad. Lo racional es exigir que metas más modestas sean cumplidas escrupulosamente, como en el resto de los compromisos a los que se adscriben todos los países, China incluida.

Lo de "demagógico" –algo que ya observaban las organizaciones ambientalistas locales- ha sido puesto a la luz internacional en un reciente artículo de la revista Time que pone en duda la genuinidad de "Evo, el verde" en el que se contrapone su discurso hacia afuera a sus acciones dentro del país. Mientras tales observaciones las realizaban activistas y organizaciones locales, al Presidente no se le movía un pelo. Evitó, eso sí, la instalación de una mesa alternativa en su "Conferencia de los Pueblos sobre el Cambio Climático y el Calentamiento Global", que pasó a los anales del ridículo como la "Cumbre del Pollo y la Coca Cola".

Ahora bien, el problema, sin dejar de ser político, es esencialmente ético. Un gobierno debe promover el desarrollo y si para ello se va a afectar un ecosistema, se tiene que tomar los recaudos necesarios para reducir al mínimo posible el impacto ambiental. A efectos de este texto, no abordaré específicamente las bondades y las amenazas inherentes a cada ítem –carreteras, explotación de petróleo, explotación de cobre, expansión de la coca, represas, etc. Me concentro en el divorcio entre el discurso y los hechos: Alan García puede proceder sin resquemores a autorizar la explotación petrolera en la región amazónica del Perú porque no se presenta al mundo como un paladín de la lucha medioambiental. En el caso de Morales se trata de vituperio.

Como vituperio es la negativa del Gobierno boliviano a acogerse a la iniciativa de intercambio de Dólares (o Euros) por conservación. Ecuador lo acaba de hacer, pero el vicepresidente Linera lo desahució con el "argumento" de que "no seremos guardaparques de los gringos". (!)

Vale la pena contrastar la conducta del régimen actual, tan dado a vociferar contra el capitalismo, con las de anteriores gestiones denominadas genéricamente "neoliberales".

Hace exactamente 20 años, el 11 de agosto de 1990. El gobierno de Jaime Paz Zamora decretaba la "Pausa Ecológica Histórica" que durante 5 años prohibió las concesiones forestales y la caza y pesca de especies en peligro de extinción.

El periodista Fernando Molina (no sospechoso de mirista ni de cosa por el estilo) dice: "El gobierno de Jaime Paz Zamora llegó a la conclusión de que el uso irresponsable de los recursos naturales había puesto en riesgo los ecosistemas y la biodiversidad nacional" (Pulso, abril de 2006) y cita al propio ex presidente: "Ya en 1990 nos asistía la convicción de que había que entregar a nuestros hijos un país sano". La Pausa se adoptó a insistencia de un "chango" que ejercía el Ministerio de Asuntos Campesinos y Agropecuarios, Mauro Bertero, hoy embajador de la Orden de Malta en Bolivia.

Fue una medida ultra-ambientalista impensable hasta para el propio Morales, hoy en día. Y se la hizo sin actos rituales, ni discursos pachamámicos, ni grandes alharacas. Luego vinieron la creación de la Secretaría de Medio Ambiente (enero de 1991) y la Ley del Medio Ambiente (abril de 1992). Días después, el 15 de agosto de 1990 se iniciaba, en Trinidad, la Marcha de los Pueblos Indígenas de las Tierras Bajas.

En otro orden de cosas, el gobierno siguiente, primera gestión de Sánchez de Lozada, puso en marcha la Participación Popular (abril de 1994) que redistribuyó la asignación de recursos a los municipios, llegando hasta a los más recónditos y permitiendo la apropiación de los lugareños de su destino como parte de la Nación.

El cambio no es exclusividad de ningún gobierno.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Esprait (*)





Me alejo cantando una canción
No quiero pasar más tiempo aquí
Te dejo y lo hago sin rencor
Pero, por Dios,
No estés así.

Me llevo los libros del cajón
Quedate con todo lo demás
No pongas la cara de ocasión
Ya, para el show
Que C’est la vie

Piensa lo que quieras
Tómalo con calma
No es momento de llorar
Sigue tu camino
Devuélveme el destino
Todo está por comenzar
Mira el horizonte
Promesa que se esconde
Búscala en tu corazón

No tengo un plan de navegación
Esto no puede seguir así
Te juro, no hay vuelta de timón
Escucha bien
Ya decidí

De pronto estaremos muy mejor
De nada mío te quejarás
Sonríe, que en nuestra relación
Estas cosas
Son como son

Deseame suerte
Encuentra tu norte
Ven, nos vamos a abrazar
Nos hicimos daño
También nos amamos
Todo llega a su final
Y cada que escuches
Esta despedida
Volverás a recordar.


(*) Esta es la letra de mi más reciente canción, basada en la "filosofía sprite": Las cosas como son.

jueves, 5 de agosto de 2010

Bolivia o Bolevia



Ha querido la casualidad que esta columna se honre con la gracia de ser publicada justamente en la fecha conmemorativa de nuestro aniversario nacional. Celebramos 185 años de independencia que, en el contexto del devenir histórico universal, es un guarismo más bien modesto pero lo suficientemente significativo como para dar fe de una voluntad de ser que está por encima de contingencias y tribulaciones, de glorias y de miserias.

La Nación –concepto político y racional- boliviana tiene su correlato en la Patria –referencia emotiva- que puede ser caracterizada como la condensación de las intersubjetividades comunes a todos sus hijos. El Estado es su expresión organizativa y administrativa. Cuerpo, corazón y cerebro; además de su expresión espiritual, su cultura nacional –su sello en el concierto de las naciones políticas del resto del mundo, de las cuales no debe estar aislada y con las que puede compartir manifestaciones de la más amplia cultura global-.

Propugno la posición de que para sostener la nación, en sentido amplio, no es necesario que sus ciudadanos abracen un sinfín de creencias comunes sobre su existencia como tal; un manojo de ideas fuertemente arraigadas, estables y tranversales a todo el tejido social en tal sentido, es la base estructural de la viabilidad de una nación. A partir de dicho consenso, la diversidad no solo es posible sino deseable. Salvo tales ideas-fuerza, el resto de aspectos que hacen a la vida en común de una colectividad nacional están sujetos a permanente revisión, interpelación e interpretación. Asumidas por todos, esas bases permiten que factores como el regionalismo –exaltación de la “patria chica”- afloren sin ponerla en riesgo de extinción. Lo propio se aplica a la diversidad cultural.

Entre sus consensos fundamentales, Bolivia tiene el de la fecha de emisón de su certificado de nacimiento –por breve lapso como “República de Bolívar”-: 6 de agosto de 1825. Pese a los proverbiales vaivenes de nuestra historia política, este cimiento de la nación boliviana jamás fue puesto en cuestión desde el gobierno por la sencilla razón de que poner en cuestión las bases de la nación –su estro- equivale a su negación y posterior disolución.

Quisiera pensar que ojalá solo por ligereza de verbo, más de un personaje público ha puesto en duda el acta de nacimiento de Bolivia.

El Gobernador de Chuquisaca ha llegado a afirmar que que el 6 de agosto es una fecha carente de importancia; el viceministro de Organización Territorial ha sentenciado que “tarde o temprano el 6 de agosto será desplazado (del calendario histórico)”. Otros funcionarios se han contagiado de esta pose negadora de Bolivia.

Ahora bien, dejando de lado la inocencia, lo que está pasando es que, obnubilados por un poder que creen eterno –cuando de lo que se trata es de un interregno con tendencia al totalitarismo- estos apátridas ansían borrar a Bolivia del mapa y quisieran poner a Bolevia en reemplazo.

Bolivia o Bolevia; he ahí el dilema. Usted, ciudadano boliviano, tiene la palabra.