miércoles, 20 de enero de 2016

Esos mok'os pendorchos



Jugar a las canchitas, cascarle unos buenos churros, hacerse leer la suerte, casarse o graduarse, son experiencias recreativas, gustativas, supersticiosas, amorosas, legales o, en fin, de la naturaleza que se trate, a las que podemos estar expuestos eventualmente en la vida cotidiana. Pero que sólo en la Alasita adquieren una dimensión mágica que puede llevarnos a acabar con las manos repletas de callos goleadores, con el estómago agradecidamente atestado, con el futuro comprado, o con las relaciones en plena ley lúdica. 

Alasita es el rizoma por el que canalizamos nuestras proyecciones oníricas, menos espirituales –hay quienes, forzadamente, quieren darle tal sentido- y más materiales –desde el propio nombre que exalta el comercio y desde su lema: “fiesta de la abundancia”-. Fiesta mestiza, por lo demás.

Curiosamente, la palabra aymara “alasita” termina en lo que los hispanoparlantes identificamos como el sufijo “ita”, forma (como su masculino “ito”) diminutiva, lo que calza a la perfección con su principal característica: el tamaño importa, pero hacia lo micro.

No creo que sea aventurarse demasiado el afirmar que de lo dicho deriva la manera –manía- que tenemos los bolivianos de “diminutizarlo” todo; no sólo los sustantivos, sino también los adjetivos y ¡hasta los verbos y adverbios!. Unas veces por auténtico cariño, otras por pura zalamería: maestrito, jefecito, grandecita, ahurita, cuántito caserita…

Por ese mismo culto a la brevedad, la Alasita también es la fiesta de los mok’os (petizos) como el suscrito, representados por el Ekeko –combinación de idolillo andino con Segurola, quien ha debido ser un chato bien pendorcho-.

Así pues, no quiero finalizar esta columna sin mencionar a algunos colegas del bajo mundo, pendorchines todos ellos: el Carlitos Cholanzo, el Rodito Globóstegui, el Julito Alborada, el Lobito Naval, el Julito Alagua, y saludar, especialmente, al tigrito más querido… Chumita Schumacher.

Alasita, oyes; ¡Qué lindo, oyes!

martes, 19 de enero de 2016

Régimen aNOnadado



Independientemente de lo que nos deparen las urnas el venidero veintiuno de febrero –aunque, guiado por el cóctel de encuestas al que nos hemos sometido estos días, que antes que mostrar oculta en buena medida (alrededor de 20%) el sentir ciudadano, intuyo que el resultado no será el que la dupla en el poder está buscando-  el espectáculo que el régimen nos está brindando es impagable (¡y lo tenemos gratis!).

En su desplazamiento a tientas buscando un titular del “NO” para polarizar con éste, el otrora certero régimen se ha mostrado tan carente de imaginación como de escrúpulos. Su proceder es comparable al de un cazador que dispara a mansalva cartuchos rellenos con perdigones esperando que alguno dé, por pura casualidad, en la cabeza de algún animal causando su cólera. Uno de esos perdigones alcanzó a un zorro muy venido a menos, el único que respondió (probablemente estimulado en su ego, añorando el protagonismo que alguna vez tuvo). Tal es la talla, asimismo, de un régimen del que, no obstante ser antagonistas suyos, le reconocimos cierta lucidez en otros tiempos. Reacio a debatir con figuras de mayor preparación intelectual que la suya, ahora Morales se autocomplace contendiendo con un espectro convenientemente desenterrado que, agradecido, le sigue el juego introduciendo ruido en el asunto de la re-re-reelección. Mayor funcionalidad, imposible. La duda es si el régimen podrá sostener esta farsa hasta el día del referendo, cosa poco probable.

Pero entretanto, y como referí, la desorientación del régimen merece un lugar privilegiado en la galería de la chapucería política. Tanto el number one como el number two, se despacharon mayúsculas trapisondas –ni qué decir de sus serviciales como el ministro de Trabajo o la ministra de Comunicación-. Aquel, alternando declaraciones en tono de despedida con discursos triunfalistas (“70%”) en patente muestra de esquizofrenia política; éste, articulando arengas sobrenaturales denotando su absoluto desprecio por el raciocinio de los demás.
Mientras esto ocurre en el plano discursivo, en el de las acciones pasa tres cuartos de lo mismo.

Veamos cómo, hasta que un perdigón rozó la pelambre de un mamífero, el régimen sobó insistentemente los nombres de una serie de personalidades, instituciones e incluso países, sin conseguir mayor respuesta a sus provocaciones.

Entre los que llevaron lo suyo se encuentra el sacerdote Solari (otros curas contra los que el régimen arremetio despiadadamente fueron el padre Mateo y el mismísimo cardenal Terrazas) a raíz de testimonios suyos contenidos en un libro con sus memorias. “Cuando se decidió escribir el libro no se sabía nada de esta reelección” tuvo que aclarar el clérigo Carrillo, autor del volumen. El Departamento de Estado de EEUU fue otro “enemigo” –el más recurrente, probablemente- fruto de la paranoia delirante del régimen, señalado por financiar al “NO”, con “pruebas” risibles, para variar. Y no se quedó en amenazas. Con admirable oportunidad, el Congreso autorizó la prosecución de un juicio de responsabilidades contra el opositor Samuel Doria Medina, quien estuvo desempeñando un papel relativamente discreto en esta coyuntura, más bien de cesión de la iniciativa a la ciudadanía –cosa que el régimen nunca llegó a asimilar-. Y, en el colmo de su paroxismo, el oficialismo desató toda su furia contra Carlos Mesa, duro crítico del prorroguismo.

Aturdido, desgastado, desorientado, temeroso, anonadado, acomplejado, inseguro –aunque envalentonado-, así se encuentra el régimen a falta de exactamente un mes para el verificativo del referéndum sobre la re-re-reelección de sus dos patrones.

martes, 5 de enero de 2016

Si le das más poder al poder...


… Más duro te van venir a joder. Y no se necesita ser Molotov para decirlo, pero se agradece al grupo mexicano el haberle puesto música a este axioma de la convivencia en sociedad.

En todo tiempo, sin importar el sentido ideológico de unos u otros, los grupos que acumulan poder para autorreproducirse en éste, acaban por reducir a su mínima expresión la libertad de los ciudadanos hasta convertirlos prácticamente en vasallos al servicio del régimen.

Para evitarlo, se inventó hace siglos (V a.C. en Atenas) un mecanismo político llamado democracia que se fue desarrollando y que hoy, entre otras cosas, prescribe la división de poderes y la alternancia por la vía electoral.

Como la mala fe se manifiesta en variados campos –en el político, en particular- surgió también un contramecanismo consistente en hacerse del gobierno con las reglas de la democracia pero, una vez en el ejercicio del mismo, procurar –en muchos casos hasta conseguirlo- anular todo principio democrático, dejando algunas formalidades para hacer un uso instrumental de las mismas; todo ello en nombre de una “democracia” adjetivada (radical, participativa, revolucionaria, postliberal, etc). Tal es el caso del actual régimen que, contraviniendo sus propias normas –Constitución Política del Estado- ya se hizo habilitar con los órganos bajo su égida para el periodo en desarrollo y, burlándose nuevamente de la ciudadanía, pretende extenderse indefinidamente en el poder.

Sucede pues, que mientras más poder se le dé al poder (y en esto también tiene responsabilidad una parte del electorado que se deja atraer por cantos de sireno –“te van a quitar tu casa”-) habrá cada vez menos posibilidad, menos todavía de la que se tiene hoy, de ejercer otra virtud democrática conocida como “pesos y contrapesos”, dando pie a todavía mayor discrecionalidad en manejo de la cosa pública. Si lo de Fondo Indígena nos parece una inaceptable monstruosidad en términos de los recursos apropiados por los militantes del MAS para beneficio propio, imaginemos lo que se nos viene con un régimen aún más empoderado.

Si hay algo que requiere límites es, precisamente, el poder. De otra manera, es decir dejando que éste se regodee sin mayor límite que el de su propia fuerza, las sociedades se dirigen irremisiblemente hacia sistemas totalitarios (así su disfraz democrático fuera de la mejor factura).

Se supone que la separación de poderes tiene por objeto trazar y garantizar tales límites, pero sucede que regímenes como el vigente en Bolivia, no obstante mantener formalmente la existencia de los mismos, lo hace de manera corporativa, respondiendo todos los componente de la “institucionalidad” a los dictados de un grupo –inclusive de una o dos personas- a quienes debe el cargo que ostentan. El caso de llamado “TCP” es de los más groseros en este sentido.

Y ya que entramos en el terreno judicial, permítaseme enrostrarle al régimen que este columnista junto a varios otros colegas del oficio nos cansamos de advertirle que lo de las dizque “elecciones judiciales” era un despropósito mayúsculo. El régimen, tozudo como es (además calificando como “imperialista”, “neoliberal” o “vendepatria” toda observación que se le haga) prosiguió en su tenor. Poco tiempo después, el resultado está a la vista: el descalabro de la justicia es tal que en cualquier momento estalla una crisis de incalculables consecuencias. Ante esta evidencia, el régimen ha reconocido el error (algo es algo) pero cabe pedir cuentas. Ahora, ¿quién repone la millonada que se gastó en el malhadado experimento? ¿el “genio” Arce Zaconeta? ¿Quién asume los daños y perjuicios causados a la ciudadanía?.

Ciudadano(a): ¿quiere usted que le jodan más duro aún?