martes, 5 de enero de 2016

Si le das más poder al poder...


… Más duro te van venir a joder. Y no se necesita ser Molotov para decirlo, pero se agradece al grupo mexicano el haberle puesto música a este axioma de la convivencia en sociedad.

En todo tiempo, sin importar el sentido ideológico de unos u otros, los grupos que acumulan poder para autorreproducirse en éste, acaban por reducir a su mínima expresión la libertad de los ciudadanos hasta convertirlos prácticamente en vasallos al servicio del régimen.

Para evitarlo, se inventó hace siglos (V a.C. en Atenas) un mecanismo político llamado democracia que se fue desarrollando y que hoy, entre otras cosas, prescribe la división de poderes y la alternancia por la vía electoral.

Como la mala fe se manifiesta en variados campos –en el político, en particular- surgió también un contramecanismo consistente en hacerse del gobierno con las reglas de la democracia pero, una vez en el ejercicio del mismo, procurar –en muchos casos hasta conseguirlo- anular todo principio democrático, dejando algunas formalidades para hacer un uso instrumental de las mismas; todo ello en nombre de una “democracia” adjetivada (radical, participativa, revolucionaria, postliberal, etc). Tal es el caso del actual régimen que, contraviniendo sus propias normas –Constitución Política del Estado- ya se hizo habilitar con los órganos bajo su égida para el periodo en desarrollo y, burlándose nuevamente de la ciudadanía, pretende extenderse indefinidamente en el poder.

Sucede pues, que mientras más poder se le dé al poder (y en esto también tiene responsabilidad una parte del electorado que se deja atraer por cantos de sireno –“te van a quitar tu casa”-) habrá cada vez menos posibilidad, menos todavía de la que se tiene hoy, de ejercer otra virtud democrática conocida como “pesos y contrapesos”, dando pie a todavía mayor discrecionalidad en manejo de la cosa pública. Si lo de Fondo Indígena nos parece una inaceptable monstruosidad en términos de los recursos apropiados por los militantes del MAS para beneficio propio, imaginemos lo que se nos viene con un régimen aún más empoderado.

Si hay algo que requiere límites es, precisamente, el poder. De otra manera, es decir dejando que éste se regodee sin mayor límite que el de su propia fuerza, las sociedades se dirigen irremisiblemente hacia sistemas totalitarios (así su disfraz democrático fuera de la mejor factura).

Se supone que la separación de poderes tiene por objeto trazar y garantizar tales límites, pero sucede que regímenes como el vigente en Bolivia, no obstante mantener formalmente la existencia de los mismos, lo hace de manera corporativa, respondiendo todos los componente de la “institucionalidad” a los dictados de un grupo –inclusive de una o dos personas- a quienes debe el cargo que ostentan. El caso de llamado “TCP” es de los más groseros en este sentido.

Y ya que entramos en el terreno judicial, permítaseme enrostrarle al régimen que este columnista junto a varios otros colegas del oficio nos cansamos de advertirle que lo de las dizque “elecciones judiciales” era un despropósito mayúsculo. El régimen, tozudo como es (además calificando como “imperialista”, “neoliberal” o “vendepatria” toda observación que se le haga) prosiguió en su tenor. Poco tiempo después, el resultado está a la vista: el descalabro de la justicia es tal que en cualquier momento estalla una crisis de incalculables consecuencias. Ante esta evidencia, el régimen ha reconocido el error (algo es algo) pero cabe pedir cuentas. Ahora, ¿quién repone la millonada que se gastó en el malhadado experimento? ¿el “genio” Arce Zaconeta? ¿Quién asume los daños y perjuicios causados a la ciudadanía?.

Ciudadano(a): ¿quiere usted que le jodan más duro aún?

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