… Más duro te van venir a joder. Y no se necesita ser Molotov para decirlo, pero se agradece al grupo mexicano el haberle puesto música a este axioma de la convivencia en sociedad.
En todo tiempo, sin importar el sentido ideológico de
unos u otros, los grupos que acumulan poder para autorreproducirse en éste,
acaban por reducir a su mínima expresión la libertad de los ciudadanos hasta
convertirlos prácticamente en vasallos al servicio del régimen.
Para evitarlo, se inventó hace siglos (V a.C. en Atenas) un
mecanismo político llamado democracia que se fue desarrollando y que hoy, entre
otras cosas, prescribe la división de poderes y la alternancia por la vía
electoral.
Como la mala fe se manifiesta en variados campos –en el
político, en particular- surgió también un contramecanismo consistente en
hacerse del gobierno con las reglas de la democracia pero, una vez en el
ejercicio del mismo, procurar –en muchos casos hasta conseguirlo- anular todo
principio democrático, dejando algunas formalidades para hacer un uso
instrumental de las mismas; todo ello en nombre de una “democracia” adjetivada
(radical, participativa, revolucionaria, postliberal, etc). Tal es el caso del
actual régimen que, contraviniendo sus propias normas –Constitución Política
del Estado- ya se hizo habilitar con los órganos bajo su égida para el periodo
en desarrollo y, burlándose nuevamente de la ciudadanía, pretende extenderse
indefinidamente en el poder.
Sucede pues, que mientras más poder se le dé al poder (y
en esto también tiene responsabilidad una parte del electorado que se deja
atraer por cantos de sireno –“te van a quitar tu casa”-) habrá cada vez menos
posibilidad, menos todavía de la que se tiene hoy, de ejercer otra virtud
democrática conocida como “pesos y contrapesos”, dando pie a todavía mayor
discrecionalidad en manejo de la cosa pública. Si lo de Fondo Indígena nos
parece una inaceptable monstruosidad en términos de los recursos apropiados por
los militantes del MAS para beneficio propio, imaginemos lo que se nos viene
con un régimen aún más empoderado.
Si hay algo que requiere límites es, precisamente, el
poder. De otra manera, es decir dejando que éste se regodee sin mayor límite
que el de su propia fuerza, las sociedades se dirigen irremisiblemente hacia
sistemas totalitarios (así su disfraz democrático fuera de la mejor factura).
Se supone que la separación de poderes tiene por objeto
trazar y garantizar tales límites, pero sucede que regímenes como el vigente en
Bolivia, no obstante mantener formalmente la existencia de los mismos, lo hace
de manera corporativa, respondiendo todos los componente de la
“institucionalidad” a los dictados de un grupo –inclusive de una o dos
personas- a quienes debe el cargo que ostentan. El caso de llamado “TCP” es de
los más groseros en este sentido.
Y ya que entramos en el terreno judicial, permítaseme
enrostrarle al régimen que este columnista junto a varios otros colegas del
oficio nos cansamos de advertirle que lo de las dizque “elecciones judiciales”
era un despropósito mayúsculo. El régimen, tozudo como es (además calificando
como “imperialista”, “neoliberal” o “vendepatria” toda observación que se le
haga) prosiguió en su tenor. Poco tiempo después, el resultado está a la vista:
el descalabro de la justicia es tal que en cualquier momento estalla una crisis
de incalculables consecuencias. Ante esta evidencia, el régimen ha reconocido
el error (algo es algo) pero cabe pedir cuentas. Ahora, ¿quién repone la
millonada que se gastó en el malhadado experimento? ¿el “genio” Arce Zaconeta?
¿Quién asume los daños y perjuicios causados a la ciudadanía?.
Ciudadano(a): ¿quiere usted que le jodan más duro aún?
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