miércoles, 19 de abril de 2023

A treinta de los 30

 


Por feliz coincidencia, la publicación de esta columna ocurre exactamente en la fecha en la que, hace treinta años, se pronunció la sentencia, en el marco de un juicio de responsabilidades, contra Luis García Meza y varios de sus colaboradores por una serie de hechos acontecidos durante el gobierno de facto de aquella época.

El entonces General García Meza y sus secuaces –el infame Luis Arce Gómez, el más connotado de éstos- interrumpieron por segunda vez en breve espacio de tiempo –meses antes lo había hecho Alberto Natush Busch- el proceso democrático en ciernes que Bolivia deseaba consolidar.

La víctima directa del golpe fue la presidenta Lidia Gueiler, cuyo gobierno de transición sufrió el acoso permanente de agentes de la peor versión de la milicia que operaban sembrando el terror entre la población y atentando contra la vida de connotadas figuras de la política y del periodismo y que, tras el asalto al Gobierno, siguieron haciéndolo. Meses antes, la avioneta que transportaba a miembros de la UDP –se dice que Hernán Siles debía haber estado en la nave- sufrió un atentado en el que, salvo Jaime Paz Zamora, murieron todos los pasajeros; en otro acto de terrorismo, el sacerdote y periodista Luis Espinal fue asesinado. Durante la asonada (toma de la COB donde sesionaba el CONADE) fueron apresados, y luego torturados y asesinados, dirigentes de entonces –Marcelo Quiroga Santa Cruz, el más emblemático- y ya con el poder en sus puños, masacró a dirigentes del IR que sostenían una reunión clandestina en un inmueble de la calle Harrington. De aquel periodo se recuerdan con horror las “ambulancias de la muerte” y los paramilitares a órdenes de Luis Arce, además de la comisión de una serie de delitos de toda índole (“mínimos”, como los vidrios ray ban o los carritos Hanne hasta los de gran envergadura como las piedras semipreciosas o el narcotráfico).

Reconquistada la democracia y en aplicación del debido proceso, el dictador y sus cómplices fueron sometidos a juicio de responsabilidad, mismo que duró nueve años, hasta que, en esta fecha, 21 de abril de 1993, se emitió sentencia condenatoria con penas diferenciadas según los grupos de delitos que para los principales actores de la dictadura fue la de treinta años de prisión sin derecho a indulto. La palabra que más se escuchó de boca de García Meza durante el juicio fue “desconozco”.

Al respecto, hay que recordar siempre y valorar dos elementos: el aporte y persistencia de los impulsores del juicio, encabezados por Juan del Granado, y el hecho, inédito hasta entonces en Latinoamérica, de un dictador sentenciado por la vía de un proceso de tal característica.

Como consecuencia y lección que dejó está el hecho de que una vez reconquistada la democracia no se volvieron a producir golpes –un golpe tiene siempre un “hombre fuerte” que es quien ocupa la silla presidencial una vez producido éste, lo que echa por tierra el relato de que en 2019 se produjo un golpe (lo hubiese sido si Mesa, Quiroga, Ortiz u otra persona ajena a la sucesión constitucional se hacía con la Presidencia)-. Otra precisión que se debe recalcar es que un dictador fue sometido a lay para juzgar a altos dignatarios de Estado, mientras que a una Presidenta constitucional, se la somete ahora a un juicio ordinario.  


miércoles, 5 de abril de 2023

De coloso azul a enana blanca

 



No tengo, como sí lo tiene Francesco Zaratti, competencia en asuntos de astronomía; pero sí puedo entender cuestiones elementales de dicho campo como la que viene al caso que abordo en esta ocasión.

Cuando se anuncia desde algún famoso observatorio que se obtuvieron imágenes de un astro en extinción, la foto que vemos es la de un hecho sideral ocurrido hace millones de años debido a la gran distancia, calculada en años luz, a la que se encontraba el desaparecido elemento celeste.

De manera análoga, aunque en escala temporal doméstica, la foto de un MAS hecho añicos y en pleno proceso de extinción –o, en versión más ligera, de atomización- es la de un evento que sucedió hace ya varios años y que ahora se manifiesta ante nuestros ojos.

Si no antes, con sonados hechos de corrupción ampliamente conocidos y una sentencia constitucional de habilitación –gentileza de un TCP, parte del régimen- para un periodo fuera de las prescripciones de la CPE, la agonía del cuerpo azul comenzó el 21 de febrero de 2016, una vez conocido el resultado de referéndum con el que el señor Morales Ayma aspiraba a ser reelecto de forma indefinida –prácticamente vitalicia- que arrojó un rotundo “NO” a las pretensiones de dicho individuo –y de su adulón oficial-. El vergonzoso sainete que seguiría a la negativa ciudadanía, no obstante el jefazo había prometido, posiblemente seguro de que el TSE se portaría muy regalón con él, que si perdía “así fuera por un solo voto” se retiraría a su chaco con su quinceañera -no cumplió lo primero, pero lo de la(s) quinceañera(s) aparentemente sí-. El que, una vez más, se puso muy mimoso con el cocalero y sus huestes fue el TCP, el cual, en nombre de un inexistente derecho humano a la reelección indefinida, forzó otra sentencia habilitadora.

Esta vez (2019), el régimen no iba a dejar que el TSE actúe con cierta autonomía y, llegado el momento, activó el fraude que colmó la paciencia de la ciudadanía y no le quedó otra opción –a él y sus valedores- que renunciar y huir despavorido, dejando allanado el camino de la sucesión constitucional. Luego del paréntesis transitorio, el MAS ganó las elecciones por las que Luis Arce es el actual Presidente.

Se preguntará usted en qué parte de esta historia están las fisuras, las grietas y las rupturas; pareciera, más bien, una de éxito y de crecimiento exponencial de la marca azul.

Déjeme volver al símil, que ya lo he empleado anteriormente, con la bóveda celeste: Ocurre que todo ello se asemeja a la denominada fase llamada “gigante roja”, cuando, en su ciclo de vida, la estrella ha consumido el hidrógeno de su núcleo; pero ese coloso astro, pasado el tiempo, dará lugar a la fase “enana blanca”, que como su nombre lo indica, es mínima en tamaño pero, ese es el detalle, tiene una densidad descomunal (una cucharadita de su materia pesaría unas cinco toneladas), aunque, indefectiblemente, está en la fase terminal de su existencia. Esa es la foto del régimen.

Hay quien cree que el encogimiento –división, fraccionamiento, ruptura o como se quiera llamarlo- podría revertirse ante la posibilidad de ya no conseguir reproducir su poder. Puede ser; pero de ocurrir tal cosa, la condición material de la marca azul ya no sería la de aquel sol que encandiló a buena parte de la población, más allá de las malas armas que empleó para retener el Gobierno. Estaría en condición de nebulosa, es decir un compuesto gaseoso, sin cohesión ni forma definida.

Parecería que, de verdad, el Sol desaparecerá, la Luna se esconderá, y todo será tristeza en la galaxia azulada.