No tengo, como sí lo tiene Francesco Zaratti, competencia en
asuntos de astronomía; pero sí puedo entender cuestiones elementales de dicho
campo como la que viene al caso que abordo en esta ocasión.
Cuando se anuncia desde algún famoso observatorio que se
obtuvieron imágenes de un astro en extinción, la foto que vemos es la de un
hecho sideral ocurrido hace millones de años debido a la gran distancia,
calculada en años luz, a la que se encontraba el desaparecido elemento celeste.
De manera análoga, aunque en escala temporal doméstica, la
foto de un MAS hecho añicos y en pleno proceso de extinción –o, en versión más
ligera, de atomización- es la de un evento que sucedió hace ya varios años y
que ahora se manifiesta ante nuestros ojos.
Si no antes, con sonados hechos de corrupción ampliamente
conocidos y una sentencia constitucional de habilitación –gentileza de un TCP, parte
del régimen- para un periodo fuera de las prescripciones de la CPE, la agonía
del cuerpo azul comenzó el 21 de febrero de 2016, una vez conocido el resultado
de referéndum con el que el señor Morales Ayma aspiraba a ser reelecto de forma
indefinida –prácticamente vitalicia- que arrojó un rotundo “NO” a las pretensiones
de dicho individuo –y de su adulón oficial-. El vergonzoso sainete que seguiría
a la negativa ciudadanía, no obstante el jefazo había prometido, posiblemente
seguro de que el TSE se portaría muy regalón con él, que si perdía “así fuera por
un solo voto” se retiraría a su chaco con su quinceañera -no cumplió lo
primero, pero lo de la(s) quinceañera(s) aparentemente sí-. El que, una vez
más, se puso muy mimoso con el cocalero y sus huestes fue el TCP, el cual, en
nombre de un inexistente derecho humano a la reelección indefinida, forzó otra
sentencia habilitadora.
Esta vez (2019), el régimen no iba a dejar que el TSE actúe
con cierta autonomía y, llegado el momento, activó el fraude que colmó la
paciencia de la ciudadanía y no le quedó otra opción –a él y sus valedores- que
renunciar y huir despavorido, dejando allanado el camino de la sucesión
constitucional. Luego del paréntesis transitorio, el MAS ganó las elecciones por
las que Luis Arce es el actual Presidente.
Se preguntará usted en qué parte de esta historia están las
fisuras, las grietas y las rupturas; pareciera, más bien, una de éxito y de crecimiento
exponencial de la marca azul.
Déjeme volver al símil, que ya lo he empleado
anteriormente, con la bóveda celeste: Ocurre que todo ello se asemeja a la
denominada fase llamada “gigante roja”, cuando, en su ciclo de vida, la estrella
ha consumido el hidrógeno de su núcleo; pero ese coloso astro, pasado el
tiempo, dará lugar a la fase “enana blanca”, que como su nombre lo indica, es
mínima en tamaño pero, ese es el detalle, tiene una densidad descomunal (una
cucharadita de su materia pesaría unas cinco toneladas), aunque,
indefectiblemente, está en la fase terminal de su existencia. Esa es la foto
del régimen.
Hay quien cree que el encogimiento –división,
fraccionamiento, ruptura o como se quiera llamarlo- podría revertirse ante la
posibilidad de ya no conseguir reproducir su poder. Puede ser; pero de ocurrir
tal cosa, la condición material de la marca azul ya no sería la de aquel sol
que encandiló a buena parte de la población, más allá de las malas armas que
empleó para retener el Gobierno. Estaría en condición de nebulosa, es decir un
compuesto gaseoso, sin cohesión ni forma definida.
Parecería que, de verdad, el Sol desaparecerá, la Luna se
esconderá, y todo será tristeza en la galaxia azulada.
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