lunes, 23 de enero de 2017

Agüita nomás le pido al Ekeko



Como es de público conocimiento, la Alasita institucionalizada, es decir la puesta en práctica después de 1781, se puso en marcha a raíz del cerco indígena que mantuvo en vilo a la ciudad de Nuestra Señora de La Paz durante gran parte de ese año. Sin embargo, recoge a su principal figura, el Ekeko, idolillo de la abundancia, de tiempos pretéritos.

Es, por tanto, una manifestación mestiza que, en su inicio, tuvo por objeto ridiculizar a las huestes del General Segurola y al propio Corregidor de Larecaja, caricaturizando a este último en la efigie grotesca del Ekeko moderno que es la que ha prevalecido por sobre la imagen del original.

Comoquiera que sea, el asunto es que esta expresión cultural ha pervivido e incluso se ha extendido con el tiempo. Gente de toda laya, haciendo abstracción de condición socio-económica, acude a la feria, en lo posible a mediodía de cada 24 de enero, a solicitar al diosecillo la concesión de diversos bienes o favores a lo largo del año.


Mucho se ha hablado sobre la escasez de alimentos que azotó a los paceños durante el cerco –se dice que, incluso, el “plato paceño” se inventó por las duras condiciones del asedio- pero poco se ha hablado sobre la escasez de agua en dicho período. 


María Luisa del Valle apunta que "a la falta de alimentos, se cernía otro problema: el agua. Las fuerzas de Katari habían desviado los canales de suministro de agua hacia otros lados; sólo las vertientes y algunos pozos podían suministrar este vital elemento, causándoles problemas intestinales".

De modo que por estos días, los paceños estamos sufriendo algo parecido a lo sucedido entonces, aunque por distinta causa -la actual, ineptitud de las autoridades-.


Por ello, este año no compraré casita, ni camioncito, ni viajecitos, ni platita, ni titulitos. Compraré una botellita de agüita y le pediré su provisión permanente al Ekeko".

jueves, 19 de enero de 2017

Cirugía de urgencia

Uno de mis hermanos es médico. De todos nosotros, es el único que tuvo claro lo que habría de ser “cuando sea grande”: pronto a cumplir cuatro años, pidió, como regalo, un fonendoscopio –no uno de juguete, uno de verdad-. Con el tiempo, armó una biblioteca que, imagino, debe ser la envidia de sus colegas. A falta de una especialidad convencional, libertario como es, prácticamente creó la suya, una suerte de medicina holística que se ocupa tanto del alma como del cuerpo de sus pacientes. Quienes han recibido sus cuidados –recientemente mi suegra y, por añadidura su familia- no ahorran elogios para el doctor.

Fuera de sus ocupaciones profesionales, la música –es un profundo conocedor del blues- y la metafísica –algo que me es completamente ajeno- alternan en su cotidianidad; no así la política; más aún, se la pasa hablando pestes de la misma pero, contradictoriamente, sus opiniones sobre varios asuntos de carácter público son incluso más incisivas que las de este su hermano mayor. Sin embargo, jamás que yo recuerde, asomó por su testa incursionar en política propiamente dicha. Puestos a lucubrar el motivo, quizás se deba a un rechazo debido al sufrimiento que le tocó soportar a la familia cuando el régimen de facto exilió a nuestro padre, en 1974.

No me extiendo más en referencias tan personales pero, sin ánimo de generalizar, tampoco veo a muchos médicos en el campo político. Ciertamente a la hora de hacer cuerpo ante algún asunto que los enfrenta con el Gobierno –este o aquel- el gremio de los galenos muestra su lado políticamente activo, pero no es exactamente a ese al que me refiero.

Ahora viene una pregunta sensible: ¿Existen profesiones u oficios más afines al ejercicio de la política? Descartando al militar y al político profesional (algo en lo que normalmente se convierten quienes, a pesar de poseer un grado académico, se dedican a ella como su principal y permanente ocupación–no confundir con el profesional en ciencia política-) lo que resalta en nuestra historia, viendo la secuencia de nombres que pasaron por la presidencia de la nación, es la profusión de abogados. Salvo error u omisión, el único médico que ejerció la primera magistratura fue Enrique Hertzog –aunque ya en calidad de político profesional-. En otros niveles, sobre todo parlamentarios, los abogados también han predominado, pero podemos encontrar de todo en los curules; para el caso que tratamos, recientemente, de manera inconstitucional a mi juicio, tuvimos a una médica –política profesional, a estas alturas- en función de presidenta en ejercicio durante unas horas.

Traigo a cuento estos datos porque estos días, de manera casual, conocí dos casos de médicos en carrera política electoral; ambos del exterior.

El primero es el de José Antonio Vargas Vidot, un independiente que resultó obteniendo la mayor votación, para sorpresa del ámbito político convencional, para la  cámara de representantes de Puerto Rico. Su trabajo sostenido -20 años- en favor de la salud de quienes sufren exclusión le valió tal reconocimiento.

El segundo se trata del candidato a la presidencia de Ecuador Iván Espinel, aún poco conocido, pero dada su juventud -33 años- con promisorio futuro. Portando un bisturí como símbolo, tanto él como su compañera de fórmula –médica también- proponen extirpar la corrupción que campea en su país tras el paso del populismo.


Tras once años de populismo, nuestro país requiere una cirugía de urgencia que le arranque la corrupción que ha penetrado hasta sus más recónditas entrañas. ¿Habrá, metafóricamente hablando esta vez, algún médico o médica capaz de hacerlo?

miércoles, 4 de enero de 2017

Necesidad y necedad

Como se sabe, la candidata demócrata Hillary Clinton obtuvo aproximadamente dos milones ochocientos mil votos de ventaja sobre el ganador de las elecciones en EEUU, Donald Trump. Semejante oxímoron político es sólo factible debido al vetusto sistema electoral vigente en la nación de Washington; pero en tanto aquel no se modifique, los candidatos aceptan someterse a las reglas del juego, prácticamente sin derecho al pataleo.

Así pues, por muy afectado que le hubiese quedado el hígado, a Clinton no le quedó más remedio que felicitar al perdedor en las urnas pero triunfador en el Colegio. Eso se llama institucionalidad -respeto a las normas– al extremo de que la excandidadata y su esposo, el expresidente Bill Clinton, asistirán a la posesión del populista Trump el 20 de enero, aunque dudo mucho de que en el caso inverso –es decir, que el populista hubiese ganado en las urnas y la demócrata en el Colegio- el impresentable que asumirá la Presidencia hubiese actuado de misma manera. Es más probable que hubiese desconocido la institucionalidad, característica propia del populismo, sea del signo que fuera.

En casa, luego de once años de populismo tercermundista en ejercicio del gobierno–corporativismo, demagogia, culto a la personalidad, supresión de derechos políticos, control centralizado del poder, desarrollismo, propaganda grosera, persecución, judicialización de la política, etc.- la voracidad de reproducción de poder de la cúpula del régimen, que siempre hace la inducción-pantomima de actuar “a pedido del pueblo”, viene atropellando sin misericordia –he aquí lo sorprendente- ¡sus propias reglas!. Cierto. Al menos desde 2009, año en que consigue imponer –en su desarrollo- y hacer aprobar la Constitución Política del Estado la que, mientras no se modifique según los mecanismos que la misma prescribe, rige para todos, incluidos, con mayor razón, los gobernantes. A la CPE (COPOLMA, como la llamó Francesco Zaratti) le siguieron las llamadas “leyes estructurales”, los “Códigos Morales” y un sinfín de normas accesorias.

Vale decir que cuando el señor Morales declara que las leyes le incomodan se está refiriendo a sus propias leyes, no a las que promulgaron los “neoliberales”, los “vendepatrias” o los “agentes del Imperio”. Más allá de la aberración jurídica que ello supone, ¿no es de una necedad absoluta?

Por otro lado, con diferencia de una sílaba –“Si”, paradójicamente- se encuentra la necesidad. Mencionada sesenta y un (61) veces en la Constitución, el agua, proclamada, además, como “derecho humano” en la misma, se ha convertido en un artículo de lujo para la población que, resignada –agradecida, incluso- recibe una gotas del líquido que no le alcanzan para cubrir mínimamente sus necesidades.
Seamos claros, el enésimo cronograma de racionamiento es papel mojado. Ya no hay a quién quejarse. El régimen ha logrado reducir la voluntad de la población hasta hacerla sentir culpable de la escasez, hasta tildar de “antipatria” a quien se anime a expresar su indignación por no contar con agua potable domiciliaria.

Y aquí vuelve la necedad. ¡Cómo, ante semejante drama, se le ocurre al régimen hacer desfilar a los motorizados del denominado “Dakar” por toda la ruta troncal de la ciudad de La Paz! No voy a ingresar en otro tipo de valoraciones sobre esta competencia; simplemente considero una provocación –a la que la alcaldía se ha sumado con entusiasmo-, una bofetada al rostro de la ciudadanía sedienta, el ingreso del opulento espectáculo a la urbe azotada por la ineptitud del régimen en materia de provisión hídrica.

¿Que no se puede alterar el trazado del recorrido? Debo recordarle al régimen que en la anterior versión se lo hizo, y la carrera continuó su paso por territorio boliviano.