martes, 18 de junio de 2019

Malpensando




“Piensa mal y acertarás”, reza un dicho popular, aunque, pensándolo bien, no debería ser así; pero sucede que, con sus actos carentes de credibilidad, el régimen nos ha acostumbrado a pensar mal y, por lo general, acertar. Prácticamente no hay acción del régimen que no esté guiada por la mala fe.
Así ocurrió con el referéndum constitucional convocado por el régimen para el 21 de febrero de 2016, cuyo objetivo, a poco tiempo de ejercicio del poder por tercer periodo consecutivo –cuando la CPE estipula solo dos- no era otro que forzar la segunda habilitación ilegal del señor Morales Ayma.

Quien creyó que, tras su estrepitosa derrota del 21F, el susodicho se retiraría a su chaco con una quinceañera –como había asegurado- se dio de cara contra la pared. ¡Cómo, entonces, puede uno tomar los decires y haceres provenientes del régimen cuando éste ha dado muestras pruebas más que suficientes de su chueco proceder!

Y ya sabemos cómo actuó. Luego de barajar varias opciones optó por la más segura y rápida: hacer declarar constitucional, mediante sus amarrahuatos del TC, la re-re-reelección del señor en cuestión con una argucia política absolutamente despreciable. Seguidamente, el Ejecutivo ordenó a sus serviciales del Órgano Electoral aplicar las elecciones primarias, previstas para la subsiguiente elección, para darse un barniz de legitimidad. Lo que sigue es un rosario de arbitrariedades cometidas por tal órgano para allanar el camino de su jefe-dios al poder totalitario.

La reciente declaración de dicho individuo –“Ya hay un ganador de las elecciones de octubre”- ha debido dejar perplejo a más de uno. Bienpensando, podríamos inferir que el sujeto en cuestión, en un rapto de contrición, se retirará de la contienda asumiendo la serie de atropellos a la ley y al soberano que cometió para vulnerar la Constitución y someterla a sus caprichos. Entonces, el ganador será el pueblo boliviano, más allá de quien, en ausencia del arrepentido, logre el apoyo necesario para acceder al Gobierno.

Malpensando, lo que tal persona nos está diciendo es que nada de eso va a ocurrir y que, por el contrario, va a seguir violando las normas a su antojo con el agravante de un fraude monumental que lo aúpe sin incomodidades, como lo hizo anteriormente, a la Presidencia. O sea, nos está espetando aquella frase de Stalin “No importa quién vota, sino quién cuenta los votos”. Y el caballero tiene a su disposición un órgano compuesto por serviles suyos que, como suele decirse, ya tiene al ganador y solo resta que los electores voten.

Fuera del ámbito electoral, podríamos acertar malpensando que el verdadero motivo de ubicar la planta de producción de urea y amoniaco en Bulo Bulo –en pleno Chapare, la zona que alimenta el narcotráfico- fue el de abastecer a los productores de la blanca el precursor “de moda” para la cristalización de la “merca”.

No hace falta ser un experto en exportaciones para calificar como absurdo el emplazamiento de dicha planta en esa región. Entonces, ¿por qué se obró de tal manera? Por una información que circuló “off the record”, nos enteramos hace unos años de que la orden de construirla allá fue del propio Morales Ayma, desoyendo voces sensatas que se oponían a la peregrina idea. Con las instalaciones ya en funcionamiento, los operadores del régimen justificaron la decisión como “política”.

Con la evidencia de que la urea ha sustituido a otros elementos en la elaboración de cocaína, se entiende la insistencia –hasta conseguir su propósito- del presidente cocalero para cometer lo que para el resto de la gente de buena fe era un disparate. ¡Los narcos, de plácemes!


miércoles, 5 de junio de 2019

"El robo" versus "Izquierda XXI ¿?"


Con diferencia de dos meses aproximadamente irrumpieron en la pantalla grande local dos filmes situados en las antípodas de enfoque uno respecto del otro.

Esta, quiero pensarla casual, sincronía –no motivada por dar respuesta a uno de aquellos- hace inevitable relacionar ambos productos audiovisuales. En cualquier caso, su publicación habla del punto de inflexión ideológico-político en el que nos encontramos.
Pero, salvo su exhibición casi simultánea, a las mentadas películas las separa un mundo de diferencias, mismas que paso a detallar en lo que el espacio permita.

“El robo” gozó de una inusual promoción para crear expectativa sobre su temática, encargada al ejército digital del régimen que lo catalogaba como “documental” sobre la privatización; sobre tal etiqueta, lo que en realidad se monta es un panfleto propagandístico que reúne todos los vicios del engendro: maniqueísmo, prescindencia del contexto interno en el que se desarrollaron ciertos procesos, tendenciosidad, cuando no desprolijidad a la hora de mencionar datos –Rafael Archondo hizo un listado de ocho “imprecisiones”, por llamarlas menos, a este largo spot electoral-.

El propio hecho de recurrir a “testimonios” de figuras en ejercicio de cargos públicos es un indicador del poco interés de los productores de realizar un documental en forma. Lo que refuerza la hipótesis de que este panfleto se hizo bajo el supuesto de que el señor Doria Medina habría de participar en las elecciones del presente año. Eso sí, “El robo” supera con creces al curioso intento del señor Jaime Iturri, en plan de productor, en el corto para televisión sobre doña “Caraconocida”, hecho también para meter al empresario-político en el escándalo, propósito fallido, por cierto. La estratégica retirada de escena del líder de UN desestructura el propósito de tales producciones y las condena a ser una costosa aventura “pluri”.

A propósito, “El robo” ficticio del filme fue superado por el auténtico robo –consentido- de 112.000 $us otorgados para la realización de la peli a la empresa mexicana “casera” del régimen, “Neurona”, que en total de contrataciones directas embolsó la friolera de 12.500.000 Bs (1.800.000 $us).

“Izquierda XXI ¿?”, en cambio, se lanzó con una muy discreta, casi inadvertida, campaña, esperando que el público se entere “boca a boca” de su exhibición en las ciudades donde está en cartelera; evita el maniqueísmo dando crédito, a través de los entrevistados –ninguno en ejercicio de la política partidaria- a ciertos logros sociales de los gobiernos del llamado “Socialismo del siglo XXI”. Recupera buena parte de la memoria histórica por la conquista de la democracia, ofrece una mirada (auto)crítica a procesos pasados, en todo momento adecuadamente contextualizados; evita el tufillo a contrapropaganda, brinda una perspectiva más amplia de escenarios a configurarse.

Una frase que se escucha recurrentemente –unas seis veces, a lo largo del filme- en boca de distintos entrevistados, es “caldo de cultivo” para describir las condiciones creadas para la irrupción del populismo (con la buena fortuna de coincidir con el ciclo de alta para las materias primas, condición, al parecer, propicia para su supervivencia). En la sucesión de los ciclos, cabe mencionar que otro “caldo de cultivo” está dando lugar a otro giro de la historia.

Pero, lo que más me ha llamado a hacer esta comparación es el hecho de que “El robo” es un producto de realizadores mexicanos para consumo local, sin mayor perspectiva de apertura, mientras que “Izquierda XXI ¿?” –el título, la gran debilidad del film- es un producto de realizadores bolivianos con alcance, al menos, continental.