jueves, 31 de enero de 2013

La encuesta: último reducto del régimen



Digo “la encuesta” y no “la encuestas” porque, como se sabe, por disposiciones del dichoso Estado Plurinacional hay una, y sólo una, encuesta oficial a la que todos debemos remitirnos sin posibilidad de contrastarla con, al menos, una “segunda opinión”.

En principio, no parecía mala la idea; luego de décadas de “guerras de encuestas” suena lógico que se quiera poner coto al abuso de guarismos que, en lugar de orientar a la ciudadanía –tal es, en situación ideal,  la función del instrumento- acababan por confundirla. Evidentemente, la encuestitis política se había convertido en un carnaval.

Pero, como en economía, el monopolio resulta sumamente pernicioso. En el balance, prefiero la libre competencia de encuestas que se desacreditan mutuamente entre ellas que una oficial que acaba por tornarse en oficialista.

De alguna manera, la ciudadanía había desarrollado un sentido crítico que le permitía diferenciar encuestas de “encuestas”. Propagandas a toda página anunciando un 50% “en las encuestas” para un Jhonny Fernández, por ejemplo, no causaban sino risas entre los lectores.

Hoy nos encontramos exactamente con lo mismo. La encuestadora oficial(ista) –que, dicho sea de paso, se reputaba como la más seria del rubro- le obsequió 20 puntos de diferencia porcentual a la candidata del régimen sobre el candidato de la unidad en Beni.

Tenía razón Carmelo Lens cuando decía que su “ojímetro” le decía otra cosa. Y así fue; las fuerzas democráticas de la unidad ganaron la elección en la primera vuelta. Tan contundente fue la victoria opositora que un hipotético fraude –un “peredazo”, por ejemplo, en el que aparecieran más votos que votantes- hubiese derivado en inimaginables consecuencias. 

A estas alturas, la encuestadora de marras se estará preguntando si valía la pena jugarse el prestigio bien logrado por conservar el monopolio de la percepción electoral. Lo digo porque, días después publicó otra “encuesta” en la que sitúa a Evo Morales cómodamente en la preferencia popular. 

Una vez perdida la credibilidad –sobre todo de la manera en que lo hizo- todo lo venidero estará teñido de sospecha. Lo más interesante de todo esto es que quienes alguna vez descreyeron de las encuestas, ahora encuentren en una de ellas su último reducto de apoyo.

Al Gobernador Lens le funcionó el “ojímetro”; a otros, ¿cómo les habrá quedado el ojo?...


lunes, 21 de enero de 2013

jueves, 17 de enero de 2013

"Año Cero" a conveniencia





Se le ha hecho imposible al régimen zafarse de las consecuencias, en materia de imagen y credibilidad, que la puesta en evidencia de su red de extorsión le ha ocasionado. Decíamos, hace dos semanas, que los trucos para desviar la atención de la opinión pública se le agotaron, cosa que comprobamos con la prácticamente nula repercusión que tuvo un último –desesperado y pueril- recurso repetido al unísono por los “pensantes”  del régimen (los que tienen el monopolio del pensamiento en el mismo): achacar, como tantas otras veces, el asunto a un “complot de Estados Unidos".

Para ello aludieron a una misión científica de hace dos años que realizó investigaciones en el ex nevado Chacaltaya. La patraña cayó por su propio peso al saberse que el Estado, Consulado de Bolivia mediante, había autorizado –asesorado, inclusive- la llegada de la contraparte estadounidense del proyecto a territorio boliviano. Más aún; sin los afeites del lenguaje políticamente correcto, un científico de la UMSA que formó parte del grupo, calificó tales acusaciones como “estupideces”.

Con todo, y muy pagados de sí mismos –rayando en el cinismo- varios personajes del régimen han salido para anunciar que ni el escándalo de extorsión, ni otros menores –aunque igualmente escabrosos- que surgieron estos días, afectan “en lo más mínimo” la re-reelección de Evo Morales.

¡Pero, ¿qué re-reelección?! Leo –y releo- el artículo 168 de la CPE –de factura masista, para mayor precisión- y no hallo el menor resquicio para forzar la interpretación que el régimen –echando mano de la “estrategia envolvente”- quiere darle. Por mucho que intento no pensar, desgraciadamente para el “centralismo democrático”, lo hago, y este cuento no me envuelve.

El burdo argumento del régimen es que como este es un nuevo Estado -2010: “Año Cero, borrón y cuenta nueva”- lo anterior no cuenta. Pongamos que así fuera; luego, llevando al extremo la idea (que el régimen usa selectivamente) pero manteniendo la coherencia con la misma, esta nueva entidad jurídico-política-territorial denominada “Estado Plurinacional” habría nacido sin mar. ¿Qué hace, entonces, reivindicando una demanda de la República, negada y vilipendiada por la “revolución democrática y cultural”? La República de Bolivia nació con costa marítima; el “Estado Plurinacional” no lo habría hecho así. ¡Que venga la re-reelección!

Por fortuna, los bolivianos nos estamos reponiendo de este accidente de la historia publicitado como “proceso de cambio”.

jueves, 3 de enero de 2013

Se agotaron los trucos



Vengo sosteniéndolo desde los infaustos sucesos de Chaparina cuando el “Estado Plurinacional” arremetió precisamente contra aquellos en cuyo nombre decía gobernar: indígenas y “pachamama”: “El régimen perdió irreversiblemente todo su capital simbólico”.

El capital político, sin embargo, es reversible, va y viene. Con altibajos en su acumulación, el proyecto de poder masista mantuvo a la sombra, celosamente cuidada, la sofisticada fuente de su sustento: una red delincuencial instalada casi a la par de su toma del Estado.

La providencial mano de Hollywood derivó en todo lo que se conoce hasta ahora y en lo que aún falta por conocer de la mafia gubernamental.

Desportillado una vez más, tal como le sucedió por hechos de similar naturaleza, supuso que con alguno de sus recurrentes trucos la atención de la opinión pública se habría de dirigir a donde sus “spin doctors” (los prestidigitadores, para el caso) la condujeran.

Si los trucos funcionaron lueguito de casos como los de Santos Ramírez o René Sanabria, ¡por qué no tendrían que hacerlo con este!, pensarían.

Enseguida, se echó mano del comodín marítimo y el Vicepresidente montó una rabieta en contra de Chile… y el ciudadano seguía hablando sobre la red de extorsión.

Perplejo, el régimen apostó a una carta infalible: la expropiación, esta vez de las filiales de Iberdrola en el país… y el respetable público no pisó el palito. El efecto más bien parece contrario al deseado, es como si se hubiera disparado en la pierna. Los trucos parecen haberse agotado.

Paralelamente, al mentor del caudillismo del Siglo XXI, Hugo Chávez Frías, también los trucos se le acabaron… deja un país absolutamente dependiente de su presencia física porque en ella se concentró el poder absoluto. El retorno de Venezuela a la democracia no va a ser una taza de leche.

Podrida la esencia del llamado “proceso de cambio” y desaparecido su sostén internacional, el capital político de Morales y compañía está más comprometido que el pilar de El Alcázar.

Con Venezuela como ejemplo de lo que no debería ocurrir a ningún país –la dependencia absoluta de un caudillo-, Bolivia está aún a tiempo de curarse en salud y permitirse una transición no traumática hacia la democracia.