jueves, 25 de octubre de 2012

Insultos verdaderos


Desde que al Vicepresidente se le ocurrió decir que anota los nombres de quienes “insultan al Presidente Evo”, el lenguaje “florido” ha proliferado en las redes sociales, ridiculizando la advertencia del hombre.

La provocación del número dos ha tenido, en mi criterio, un efecto lógico, natural incluso: al sentir amenazada su libertad de expresión, los ciudadanos salieron a la red con una dosis de desafiante sarcasmo, poniendo, más de uno su nombre a disposición de la lista de “vici-tas”.
La oportunidad ha servido también para incursionar en la ontología del insulto (¿qué es, a final de cuentas?), la arqueología del insulto (rescate de sabrosos términos que, francamente, ya no califican con insultos), la etimología del insulto (¿de dónde proviene tal o cual expresión?), etc. etc.

El ingenio criollo ha salido a relucir, jocoso, punzante, sarcástico. Así pues, en descomunal desfile de “palabrotas” aparecieron vocablos de gruesa jaez, unas vigentes, otras en vías de extinción, otras remozadas… sabrosas todas. Un arsenal de ocurrentes groserías explotó en las redes sin causar bajas.

Entre los conceptos al uso, se revelaron los siguientes (me ahorro el entrecomillado): levudo, zoquete, bolastristes, pelópidas, zopenco, gaznápiro, sarnoso, sabandija, bellaco, gazmoño, rechiquirrititillo, espantajo, bribón, mich’a, gastagobierno, cangrejo, pichiruchi, cacaseno, pedorro, ganapán, pelagato, cuculi. Y la lista sigue. Existe incluso un diccionario de insultos editado por Pancracio Celdrán. Un buen compendio de éstos es la canción Baracunátana:



Al fin y al cabo, pura convenciones que incluso causan gracia. A mi juicio, lo verdaderamente insultante no son las convenciones lingüísticas, sino las acciones de personas o regímenes que nos toman por pendejitos descriteriados.


¿No es acaso un insulto a los bolivianos atribuir flojera a los cambas? ¿No es acaso un insulto a los bolivianos profanar un monumento considerado sagrado por culturas del lugar para celebrar una boda política? ¿No es acaso un insulto a los bolivianos decir que no hay cárteles del narco en el "Estado Plurinacional"? ¿No es acaso un insulto a los bolivianos mandar a tu hijita a la Embajada en Alemania con nana y todo y luego someter a esclavitud a la nana? ¿No es acaso un insulto a los bolivianos inventarse una "consulta" y forzar un resultado para justificar la destrucción del TIPNIS?...

viernes, 12 de octubre de 2012

El TIPNIS y el "progreso"



A quienes se (nos) oponen (oponemos) a que el tramo dos de la carretera Villa Tunari – San Ignacio de Moxos atraviese el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), el Presidente Morales los (nos) ha calificado como “enemigos del progreso”.

Suena algo incongruente que un autodenominado “socialista/comunitario” apele a una categoría proveniente del más rancio capitalismo, el industrial, para echar(nos) su espuma a los objetores del proyecto concebido para destruir el TIPNIS.

Uno de los postulados de la “idea de progreso”, para no abundar en mayores consideraciones, es, de acuerdo a Nisbet, la convicción de que la civilización occidental es noble y superior a las otras.
¿No contradice esto al discurso que don Evo y sus operadores ideológicos nos vienen barajando hace años? ¿Cree ahora el señor que la civilización occidental es noble y superior a las otras? ¿o sea que los enemigos del capitalismo no están en el Gobierno?

En lo personal, hace décadas que “progreso” no figura en mi vocabulario; abracé primero la idea, más integral –puesto que incluye centralmente el concepto de educación- de desarrollo y, más recientemente, la de desarrollo sostenible, que sin oponerse al crecimiento económico, lo condiciona a ocasionar el menor impacto ambiental posible. Y, por supuesto, el impacto ambiental que supone el tramo dos por medio del TIPNIS hace inviable –nunca mejor dicho- su construcción (destrucción).

Usted habrá notado que hago énfasis en aquello de “tramo dos”. Hago esto para desvirtuar, por enésima vez, que los objetores estamos “contra las carreteras (del progreso)” –otra temeraria sindicación del jefazo-. Lo que está en cuestión no es la necesidad de integración caminera; habría que ser muy necio para oponerse porque sí al desarrollo de infraestructura.

¡Por supuesto que los caminos son un ítem de primer orden! Pero no al costo de arrasar con la biodiversidad y la vida misma. A menos que lo que en realidad se busque con su apertura sean fines inconfesables –vinculados a actividades non sanctas-.

¿Alguien se opone a la doble vía Oruro - La Paz? Más allá de observaciones administrativas o indicios de corrupción, nadie en su sano juicio lo haría. La diferencia entre carreteras como ésa y el tramo en cuestión es que aquellas no hieren de muerte al medioambiente.