miércoles, 25 de noviembre de 2015

2015: El año de Petardo




                                         Foto: La Razón



A falta de un algo más de un mes para el cierre de gestión, y considerando improbable que se produzca un hecho de mayor relevancia, hoy, por sexto año consecutivo doy mi versión de lo que ha marcado, en términos simbólicos, al año que concluye, que no es, ni más ni menos, que lo revelado en el título.


No obstante, para llegar a mi argumentación, bueno será –a efectos de mantener fresca la memoria- hacer un repaso (una suerte de copiar/pegar actualizado) de los temas con los que caractericé a los años precedentes.


Así pues, habíamos denominado a 2010 como el  “año del rodillazo”, en referencia a la ocasión en la que la primera rodilla del Estado fue a estrellarse contra los testículos de un deportista que tuvo la mala idea de marcar, quitándole la pelota, a su poseedor. Tal hecho, decía, expresaba el modo arbitrario en el que el régimen entiende y practica el poder (“le meto no más”). Desgraciadamente, lejos de amainar, esta actitud se pronuncia con cada vez mayor torpeza..

2011 fue, de manera análoga, el  “año del MASking”, en alusión a la represión orquestada por Sacha Llorenti en Chaparina –hecho aún pendiente escalrecimiento y penalización a sus verdaderos responsables-. Recordará usted la manera en la que fueron sellados con masking los labios de los indígenas: clara representación de la postura gubernamental sobre la libertad y los derechos humanos.

Caractericé 2012  como el “año de la caca”, citando textualmente una escatológica declaración de la primera boquita del “Estado Plurinominal” respecto de las relaciones con Estados Unidos. Hay señales, no obstante, de que el nuevo contexto -viaje de "promoción de inversiones", incluido- obligará a Morales a comerse sus palabras, contenido incluido. Sin embargo, el reestablecimiento de relaciones diplomáticas plenas, sigue como materia pendiente (¿para 2016?).

Al cierre de 2013, declaré a ése comoel  “año de la extorsión”, cuyas secuelas se presentan hasta estos días y  no hay previsiones para que tal práctica, sobre todo en el ámbito de la justicia, acabe 

2014 fue, para un servidor, el "año del Estado Plurinomina", en obvia referencia al desastroso desempeño del órgano electoral, cuya idea de cambiar el carácter del estado en la papeleta electoral fue apenas una -la más grave por las consecuencias jurídicas implícitas- de muchas barabaridades que cometió. Tenemos, por obra y gracia de instituciones cooptadas por el régimen, un Presidente y un Vicepresidente doblemente ilegales: primero, por haber violado la CPE para habilitarse a la re-reelección y luego, por ser mandarios de un Estado alterado.



Y así, llegamos a este 2015, año que lo simbolizo en el animal que el Comité Cívico de Potosí adoptó para su causa y que, a estas alturas, es un auténtico patrimonio de la democracia. El buen Petardo.

Como vengando el degüello al que fueron sometidos congéneres suyos a manos de los "ponchos rojos" al mando de Eugenio Rojas, el noble can llegó para plantarle hocico al régimen y convertirse en su interpelador.

Empoderado, como les gusta decir a los "movimientos sociales", el querido perro es la imagen contestataria rumbo al referéndum de 2016, con su mensaje de repudio al intyento de reelegirse indefinidamente -pues tras una reforma vendrán cuantas sean necesarias para tal efecto- del tándem gobernante.

Cabe hacer notar que es la primera vez, lo digo con optimismo, que, según mi criterio, un año estuvo marcado por un hecho ocurrido al otro lado del poder.   

martes, 10 de noviembre de 2015

CorrupSIón

Me he tomado licencia de cometer una falta ortográfica de grueso calibre porque no encuentro mejor manera de expresar la relación consustancial entre la corrupción y el régimen del “Sí”. Que éste intente negar algo tan evidente,  sólo empeora su ya terminal estado de putrefacción.

El carácter mafioso del masismo se puso de manifiesto apenas se acomodó en el poder con el brote, cual si de hongos se tratase, de numerosos hechos de corrupción “menuda” cuya comisión –uso el término con dos de sus sentidos- apenas pasó de los trascendidos en la prensa, dada la novedad de la administración estatal en manos “originarias”.

De aquella primera ola de pillerías de poca monta, recordamos, por ejemplo, la de unos tractores destinados al agro del oriente  “guardados” en el terreno de un connotado dirigente y parlamentario de la “revolución cultural” azul. Traemos a la memoria también los reiterados casos de venta de avales, algunos de los cuales llegaron al mismísimo palacio de gobierno. Rememoramos, asimismo, los desvíos de alimentos comandados por una dama muy poderosa del régimen. Difícil olvidarse del asunto de la venta de pasaportes a ciudadanos chinos –parte 2- o de escandaletes por tráfico de bienes incautados al narcotráfico. Dada su legitimidad de origen, el entonces nuevo gobierno salió indemne de éstos y otros asaltos similares. Ya por esos años se decía que por mucho menos otro gobierno habría periclitado.

Pero, en la medida en que el régimen se fue adueñando de la justicia, del poder electoral, y de las organizaciones de la economía, los hongos se fueron transformando en enredaderas cada vez más complejas, en verdaderas redes de extorsión, como se comprobaría más tarde con casos como el del ciudadano estadounidense Ostreicher.

La magnitud de los actos de corrupción fue en ascenso y ya no se trataba de robos de bagatela sino de descomunales acciones criminales como la de los 33 camiones y las de YPFB (que había comenzado con el caso “Rugrats” y lo último que se sabe es que las cisternas que contrataba eran usadas para el tráfico de drogas) como la de Catler-Uniservice en la que, inclusive, corrió sangre.

El régimen, sin embargo, siguió superándose a sí mismo y transitando de escándalo en escándalo como en lo que yo llamo la trilogía “S.O.S.” (Sanabria-Ormachea-Soza) en la que el narcotráfico, la extorsión y el abuso de poder se hicieron la norma del régimen.

Sin causar mayor desazón en la ciudadanía –debido a su carácter intangible- una transversal de la corruptela masista fueron –y siguen siendo- las adjudicaciones de contratos sin licitación, llevando el “roban pero hacen” a grados superlativos –“nivel leyenda”, como dicen mis estudiantes-.

Ha sido, sin embargo, con el megarrobo en el Fondo Campesino, que el régimen ha acabado por mostrarse de cuerpo entero, como vulgar asaltante. Y tengo la impresión de que en este momento está tratando de contener con un dedo, por lo menos hasta que pase su re-referéndum, una ola de corrupción aún mayor.

La reciente publicación en la que el denominado “Estado Plurinacional” alcanza el dudoso honor de llevarse el vice-campeonato de corrupción en Sudamérica –podio que comparte con Venezuela en el primer lugar y Ecuador en el tercero (sintomáticamente los tres países que NO visitarán los Rolling Stones en su gira por el continente)-, corrobora lo dicho.

Mi explicación para comprender por qué tanto latrocinio estatal no ha hecho que el régimen se vaya a pique, además de lo obvio, radica en que éste ha tenido la habilidad de tratar aisladamente cada caso; y está visto que, en conjunto, el fardo es colosal. ¡Qué SInvergüenzas!

lunes, 9 de noviembre de 2015

De Javier Malosetti...




En febrero de 2012, poco después del fallecimiento de Luis Alberto Spinetta, subí a Youtube una pieza  -Llama y verás- del concierto que el Flaco y su banda dieron en Sucre en septiembre de 2002... tres años después, la misma llegó a oídos de Javier Malosetti, el extraordinario bajista que formaba parte de ella. 

He recibido en mi correo un agradecimiento personal, para mí todo un honor, de Javier, que lo transcribo parcialmente:

"Soy Javier Malosetti y estoy escuchando el audio de LLama y verás al borde de la congoja, nunca pensé volver a escuchar esto, revivir ese show tremendo.

Solo mandarte un abrazo y agradecerte, y si un día te da para compartirme mas audio de esa noche sería una gran alegría.
 
Salud.
 
J".