domingo, 21 de febrero de 2016

La re-lección



Los guarismos que emergieron de las urnas confirman una estrecha pero determinante victoria del “No”, aunque muy alejada del deseo expresado por el señor Morales que pedía un 70% a favor del “Sí”.

Quien hizo el análisis del comportamiento del rechazo al régimen en consultas precedentes –elecciones judiciales, referéndum autonómico- a la que acabamos de acudir, tuvo que percibir la consistencia del mismo. Se decía que el gobierno perdía tales comicios porque en éstos no estaba en juego la figura del caudillo. Ahora sabemos que aun cuando este referéndum no ponía en cuestión su actual periodo (aunque yo sigo sosteniendo que es ilegal), fue el propio Morales –“Es para saber si me quieren o no me quieren”- quien lo convirtió en plebiscito involucrándose a fondo en la campaña. Se cae, entonces, el mito de la invencibilidad del jefazo. Contribuyó a esto el perfil bajo de los actores políticos, evitando el escenario en que mejor se mueve el hombre: el de la polarización. Ante la ausencia de contraparte política, el régimen sólo atinó a dar palos de ciego.

Sin embargo, su principal error no ocurrió durante la campaña; el error fundamental fue la madrugadora convocatoria a la consulta. Con la tendencia favorable al “No” instalada desde un principio, los escándalos y la tragedia ocurridos sólo hicieron que la distancia que lo separaba del “Sí” se consolidara.

Entre las consecuencias que traerá este resultado están, por ejemplo, además de ponerle fecha de caducidad a la dupla Morales-García, una deslegitimación prematura del régimen que lo obligará a cambiar de actitud en lo que le queda de mandato. Proyectos repudiados por la ciudadanía, como el centro nuclear o la carretera por medio del TIPNIS tendrían que cancelarse de inmediato. Asimismo debería frenarse la construcción del faraónico palacio aledaño al actual palacio de gobierno –tendría que procederse a una inspección de la Alcaldía para conocer la situación y el respaldo legal de las obras-. Debería cambiarse el tipo de uso del edificio de Orinoca –a centro de rehabilitación de drogodependientes, por ejemplo-. Se tendría que declarar amnistía general e irrestricta para todos los perseguidos políticos –tanto los que se encuentran en el exilio como los procesados dentro del país-; avanzar, efectivamente, hacia un proceso de reconciliación nacional.

También debería establecerse una comisión de la verdad independiente que investigue todos los casos de corrupción, discrecionalidad y abuso de poder en los que incurrió el régimen.

Buscaban forzar otra reelección y la ciudadanía les dio una re-lección.

martes, 16 de febrero de 2016

Evo, el culebrón

Antes de entrar en materia, quiero hacer notar que es la primera vez –¡y nada menos que en el título de una columna!- que llamo al señor Morales Ayma por su segundo nombre, a secas. No tengo ni la familiaridad ni el desparpajo como para tratarlo como tal. Por la misma razón, jamás usé el apelativo “Goni” –a quien, a decir de Carlos Mesa, Morales le debe más de lo que éste se atreve a reconocer- y me limité a mencionarlo por sus apellidos. Utilicé, eso sí, un breve acrónimo con el que –a través de las redes sociales- suelo mofarme de las “evadas” que a diario nos regala Su Excelencia.

Me resultó inevitable (el utilizar el popular “Evo”) hacerlo así porque ya no se trata estrictamente de hablar sobre la persona sino de abordarlo como el personaje envuelto en un escándalo de proporciones al que no le falta ningún ingrediente –millones, política, proxenetismo, exhibicionismo, alcahuetería, muerte, etc- para convertirse en una cotizada historia a plasmarse en un libro, una película o una telenovela. La sordidez de la trama –la realidad, una vez más, supera a la ficción- supera, con mucho, a todo cuanto se haya visto, leído o escuchado hasta el momento.

Y es que uno pensaba que después de lo sucedido con Catler-YPFB (corrupción y crimen), narcouniformados (Sanabria, Nina), red de extorsión o, especialmente, el Fondo Indígena (robo sin precedentes de colosales montos de dinero público cometido por operadores del régimen).

Me detengo en este asunto, porque hasta antes de conocerse el caso “cara conocida” era, por sus características, el mayor caso de corrupción que se recuerde en el país. ¡Y salió el Gran Affaire!.

Entre mis aproximaciones a una obra tal, no puedo menos que asociarla a otras que, a modo de parodia, podrían darle un toque melodramático. Por ejemplo, “Dos mujeres, un caudillo”, en tributo a una de las más taquilleras telenovelas, o “Sexo, mentiras y tuneo”, como homenaje a la cinta de 1989 de Soderbergh.

Pero si se quisiera producir una obra más descarnada, el antecedente literario más claro sería “Naná”, la novela de Émile Zola. Mire usted esta cita extraída de la misma y dígame si no le suena pertinente: “Con ella, la podredumbre que se dejaba fomentar en el pueblo ascendía y pudría a la aristocracia. Ella se convertía en una fuerza de la naturaleza, en un fermento de destrucción, sin quererlo ella misma, corrompiendo y desorganizando París entre sus muslos de nieve”.

Hasta podría sugerir un comienzo y dos posibles finales al relato. Empezaría con un atolondrado funcionario palaciego vociferando telefónicamente: “Ni se te ocurra abrir la boca; lo vas cagar a cagar al Evo y con él a todos nosotros y acabarás volviendo al hueco de donde te sacó. Ya hemos arreglado la salida de Lázaro”. A partir de esto se irían desentrañando las historias entrecruzadas del escándalo, incluida la de “Lázaro”.

Entre los finales posibles están el amable (para los protagonistas, se entiende) y el dramático. En el primero, los personajes (incluso los secundarios) acaban instalados en un exclusivo condominio de Dubai, con sus identidades y apariencias cambiadas, manejando negocios billonarios. En el otro, buena parte de los corruptos, incluido el jefazo, purgan larga condena en prisión de alta seguridad, salvo la dama que, por su afán de notoriedad, destapó el caso, quien logra huir del país y pasa los días entreteniendo a golosos asiáticos en un club nocturno de Hong Kong.

Sin morale(ja)s ni zapatillas de cuentos de hadas, así habrá concluido uno de los episodios más escabrosos de nuestra época. Y, sin duda, habrá autores dispuestos a echarle pluma.

martes, 2 de febrero de 2016

Quien por su gusto padece...




…Que vaya al infierno a quejarse, reza un refrán que se ajusta perfectamente al caso que voy a abordar –mi padre usaba una versión más grosera del mismo-. No es por falta de originalidad sino por la frecuencia con que me corresponde publicar que lo trataré luego de que al menos dos personas lo hicieron, a su manera, en sendos comentarios. A modo de mantener cierto suspenso, aunque usted puede ir directamente al final de esta columna, citaré textualmente las palabras de una de ellas.

Y es que después de escuchar los lamentos y temores de los dos jerarcas –principalmente del number two- cuyos cuellos están en juego gracias al referéndum del veintiuno, uno se pregunta si alguien les obligó a convocarlo. “El pueblo”, “los movimientos sociales”, dirían los aludidos en acto reflejo que, a estas alturas, nadie puede tomar en serio.

Lo cierto es que lo de la consulta constitucional que el propio régimen se encargó de convertir en plebiscito, fue un cálculo político motivado por dos factores adversos a aquel, en su propósito de forzar su perpetuación en el poder –afán que bien pudo haberse manifestado a media gestión disimulando en algo su angurria-: el rápido deterioro de la situación económica causado por la caída de los precios de las materias primas, principalmente de los hidrocarburos –lo que devela que el “milagro” del régimen no es tal, sino que es producto de una racha de cotizaciones altas, desnudando, a su vez, la absoluta dependencia del Estado Plurinominal del extractivismo y que de industrialización, ni por asomo-; y el destape del caso FONDIOC –que día que pasa, día que se estrecha el cerco en torno a las más altas autoridades del Ejecutivo-.

En ambos escenarios, el régimen masista está siendo fuertemente golpeado por la dinámica de los acontecimientos: el clima económico, que ya afecta a las cuentas nacionales, está llegando a los bolsillos de la ciudadanía; aunque aún no se puede hablar de una crisis, la situación se está tornando acuciante –lo que desvirtúa incluso el leit motiv de la campaña verde: la estabilidad-.

Por la otra parte, las cosas no le son más amables al régimen: la dimensión de la corrupción en Fondo Indígena es de tan colosales cifras que hay quien dice que es el mayor caso de asalto a los recursos públicos de nuestra historia –por lo menos de la era democrática-.

Fruto de dicho cálculo apurado los estrategas del régimen habrán pensado que con el impulso –fresco entonces- de la última elección general, tenía suficiente para (“pan comido” imagino que se pensó) una cómoda imposición de su ambición prorroguista.

A la fecha, se nota que la rosca palaciega ha caído en cuenta de que sus dos créditos están metidos en camisa de once varas y no saben cómo salir del entuerto. El régimen ha casi agotado el repertorio de los viejos trucos, desde la victimización hasta la teoría del complot, y nada parece surtir el efecto que quisiera. Las recientes declaraciones del number two ya rayan en la insanía mental.

Habrá que recordar que sin invitación a referéndum, no habría ni “sí” ni “no” y que con ella, a la oposición ciudadana y política–de toda laya, valga la mención- la convocatoria le ha caído como pedrada en ojo de boticario y no ha hecho sino aprovechar la oportunidad que el propio régimen le ha obsequiado. Así es que no nos vengan con maripositas, como decía Rafael Caldera.

Y como había adelantado, cierro con la admonición que el abogado Esteban Morales publicó en las redes: “A ver, Alvarito, Alvarín, papito rey, ¿quién carajos fue el que convocó a este referéndum????? Ah, entonces no jodas pues. Algunos se disparan en el pie y culpan al que estaba mirando”.