martes, 2 de febrero de 2016

Quien por su gusto padece...




…Que vaya al infierno a quejarse, reza un refrán que se ajusta perfectamente al caso que voy a abordar –mi padre usaba una versión más grosera del mismo-. No es por falta de originalidad sino por la frecuencia con que me corresponde publicar que lo trataré luego de que al menos dos personas lo hicieron, a su manera, en sendos comentarios. A modo de mantener cierto suspenso, aunque usted puede ir directamente al final de esta columna, citaré textualmente las palabras de una de ellas.

Y es que después de escuchar los lamentos y temores de los dos jerarcas –principalmente del number two- cuyos cuellos están en juego gracias al referéndum del veintiuno, uno se pregunta si alguien les obligó a convocarlo. “El pueblo”, “los movimientos sociales”, dirían los aludidos en acto reflejo que, a estas alturas, nadie puede tomar en serio.

Lo cierto es que lo de la consulta constitucional que el propio régimen se encargó de convertir en plebiscito, fue un cálculo político motivado por dos factores adversos a aquel, en su propósito de forzar su perpetuación en el poder –afán que bien pudo haberse manifestado a media gestión disimulando en algo su angurria-: el rápido deterioro de la situación económica causado por la caída de los precios de las materias primas, principalmente de los hidrocarburos –lo que devela que el “milagro” del régimen no es tal, sino que es producto de una racha de cotizaciones altas, desnudando, a su vez, la absoluta dependencia del Estado Plurinominal del extractivismo y que de industrialización, ni por asomo-; y el destape del caso FONDIOC –que día que pasa, día que se estrecha el cerco en torno a las más altas autoridades del Ejecutivo-.

En ambos escenarios, el régimen masista está siendo fuertemente golpeado por la dinámica de los acontecimientos: el clima económico, que ya afecta a las cuentas nacionales, está llegando a los bolsillos de la ciudadanía; aunque aún no se puede hablar de una crisis, la situación se está tornando acuciante –lo que desvirtúa incluso el leit motiv de la campaña verde: la estabilidad-.

Por la otra parte, las cosas no le son más amables al régimen: la dimensión de la corrupción en Fondo Indígena es de tan colosales cifras que hay quien dice que es el mayor caso de asalto a los recursos públicos de nuestra historia –por lo menos de la era democrática-.

Fruto de dicho cálculo apurado los estrategas del régimen habrán pensado que con el impulso –fresco entonces- de la última elección general, tenía suficiente para (“pan comido” imagino que se pensó) una cómoda imposición de su ambición prorroguista.

A la fecha, se nota que la rosca palaciega ha caído en cuenta de que sus dos créditos están metidos en camisa de once varas y no saben cómo salir del entuerto. El régimen ha casi agotado el repertorio de los viejos trucos, desde la victimización hasta la teoría del complot, y nada parece surtir el efecto que quisiera. Las recientes declaraciones del number two ya rayan en la insanía mental.

Habrá que recordar que sin invitación a referéndum, no habría ni “sí” ni “no” y que con ella, a la oposición ciudadana y política–de toda laya, valga la mención- la convocatoria le ha caído como pedrada en ojo de boticario y no ha hecho sino aprovechar la oportunidad que el propio régimen le ha obsequiado. Así es que no nos vengan con maripositas, como decía Rafael Caldera.

Y como había adelantado, cierro con la admonición que el abogado Esteban Morales publicó en las redes: “A ver, Alvarito, Alvarín, papito rey, ¿quién carajos fue el que convocó a este referéndum????? Ah, entonces no jodas pues. Algunos se disparan en el pie y culpan al que estaba mirando”.

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