…Que vaya al infierno a quejarse, reza un refrán que se
ajusta perfectamente al caso que voy a abordar –mi padre usaba una versión más
grosera del mismo-. No es por falta de originalidad sino por la frecuencia con
que me corresponde publicar que lo trataré luego de que al menos dos personas
lo hicieron, a su manera, en sendos comentarios. A modo de mantener cierto
suspenso, aunque usted puede ir directamente al final de esta columna, citaré
textualmente las palabras de una de ellas.
Y es que después de escuchar los lamentos y temores de
los dos jerarcas –principalmente del number
two- cuyos cuellos están en juego gracias al referéndum del veintiuno, uno
se pregunta si alguien les obligó a convocarlo. “El pueblo”, “los movimientos
sociales”, dirían los aludidos en acto reflejo que, a estas alturas, nadie
puede tomar en serio.
Lo cierto es que lo de la consulta constitucional que el
propio régimen se encargó de convertir en plebiscito, fue un cálculo político
motivado por dos factores adversos a aquel, en su propósito de forzar su
perpetuación en el poder –afán que bien pudo haberse manifestado a media
gestión disimulando en algo su angurria-: el rápido deterioro de la situación
económica causado por la caída de los precios de las materias primas,
principalmente de los hidrocarburos –lo que devela que el “milagro” del régimen
no es tal, sino que es producto de una racha de cotizaciones altas, desnudando,
a su vez, la absoluta dependencia del Estado Plurinominal del extractivismo y
que de industrialización, ni por asomo-; y el destape del caso FONDIOC –que día
que pasa, día que se estrecha el cerco en torno a las más altas autoridades del
Ejecutivo-.
En ambos escenarios, el régimen masista está siendo
fuertemente golpeado por la dinámica de los acontecimientos: el clima
económico, que ya afecta a las cuentas nacionales, está llegando a los
bolsillos de la ciudadanía; aunque aún no se puede hablar de una crisis, la
situación se está tornando acuciante –lo que desvirtúa incluso el leit motiv de
la campaña verde: la estabilidad-.
Por la otra parte, las cosas no le son más amables al
régimen: la dimensión de la corrupción en Fondo Indígena es de tan colosales
cifras que hay quien dice que es el mayor caso de asalto a los recursos públicos
de nuestra historia –por lo menos de la era democrática-.
Fruto de dicho cálculo apurado los estrategas del régimen
habrán pensado que con el impulso –fresco entonces- de la última elección
general, tenía suficiente para (“pan comido” imagino que se pensó) una cómoda
imposición de su ambición prorroguista.
A la fecha, se nota que la rosca palaciega ha caído en
cuenta de que sus dos créditos están metidos en camisa de once varas y no saben
cómo salir del entuerto. El régimen ha casi agotado el repertorio de los viejos
trucos, desde la victimización hasta la teoría del complot, y nada parece
surtir el efecto que quisiera. Las recientes declaraciones del number two ya rayan en la insanía
mental.
Habrá que recordar que sin invitación a referéndum, no
habría ni “sí” ni “no” y que con ella, a la oposición ciudadana y política–de
toda laya, valga la mención- la convocatoria le ha caído como pedrada en ojo de
boticario y no ha hecho sino aprovechar la oportunidad que el propio régimen le
ha obsequiado. Así es que no nos vengan con maripositas, como decía Rafael
Caldera.
Y como había adelantado, cierro con la admonición que el
abogado Esteban Morales publicó en las redes: “A ver, Alvarito, Alvarín, papito
rey, ¿quién carajos fue el que convocó a este referéndum????? Ah, entonces no
jodas pues. Algunos se disparan en el pie y culpan al que estaba mirando”.
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