jueves, 23 de abril de 2015

Se va la segundita...

Escamoteada en Chuquisaca, forzada en Tarija y ratificada en Beni, lo cierto es que dentro de una semana habrá segunda vuelta electoral para elegir Gobernador  en estos dos últimos departamentos.

Paradójicamente, si el país contara con un órgano electoral independiente –y no, como es el caso, un apéndice del partido de gobierno- el único departamento en el que tendría que darse este extremo sería Chuquisaca. Con autoridades electorales probas, Ernesto Suárez –con toda probabilidad- y Adrián Oliva –con absoluta propiedad- serían ya gobernadores electos por haber ganado en primera vuelta.

Total, que las malas artes del régimen llevaron al insólito escenario político a dilucidarse el 3 de mayo, arbitrado, y esto es lo grave, por la misma banda que, primero eliminó a la principal fuerza política del Beni y que arregló en mesa los resultados tanto en Chuquisaca como en Tarija para favorecer al régimen del cual es una simple operadora parapartidaria. Pretende ahora –lo consiguió provisionalmente en Chuquisaca- el MAS resarcirse deshonrosamente de las humillantes derrotas sufridas en gran parte del país.

Respecto al Beni, hay que señalar que pese a todos los recursos utilizados –incluido el de haberse desembarazado mañosamente de UD-A- el régimen fracasó una vez más en su intención de someterlo. Quintana va por el enésimo intento de hacerlo y, mientras a la pianola electoral no se le vuelva a ocurrir torcer el resultado, volverá a morder el polvo de la derrota –por mucho menos, varios prominentes masistas fueron puestos en la picota por los jefes; entre ellos, Groux, Romero y un ex ministro de Aguas del que nadie se acuerda el nombre siquiera. Probablemente, a diferencia de aquellos, Quintana tenga un “cadáver en el armario” que hace complicada su caída en desgracia-.

Sobre Tarija, siempre con la salvedad de que la pianola electoral no tuerza la voluntad popular, pongo la figura de lo que vería un extraterrestre que de pronto observara la campaña electoral: llegaría a la conclusión de que el candidato del MAS es un tal Evo Morales, a quien en un anterior columna he descrito como un “supracandidato”. No obstante, todo indica que Oliva ratificará lo que consiguió en la primera vuelta, es decir revolcar al oficialismo.

Y se va la segundita…

viernes, 17 de abril de 2015

jueves, 9 de abril de 2015

El supracandidato

Tan aturdido ha quedado el régimen luego de la cuera democrática que recibió en las recientes elecciones que, a pesar de sus esfuerzos por relativizarla, apenas puede, si nos atenemos a las expresiones, tanto verbales como de lenguaje corporal de sus principales personajes, disimular su desorientación.

Más miserable se va a sentir –tal es mi intención- con la hipótesis que a continuación aventuraré, así se me tilde de estar hilando demasiado fino o de manifestar un mero wishfull thinking.

Sin embargo, a mi modesto entender, con el revés que la ciudadanía le ha propinado, además de todo lo que ya han señalado varios analistas, las urnas le han dicho un contundente “no” a la posibilidad de que Evo Morales intente siquiera postularse nuevamente como candidato a la primera magistratura en las próximas elecciones generales.

“Trate de reelegirse otra vez, modificando la Constitución o a través de alguna estrategia envolvente y así le irá”, parece ser la voz que, como un susurro, surge desde lo profundo de las ánforas.

La razón por la que digo esto tiene su explicación tanto en el rol que desempeñó el señor Morales Ayma durante la campaña de su tan venida a menos tienda política como en su notoria perplejidad –“desapareció” la noche del 29 de marzo y tuvo que dar la cara el 30- ante el desastre que se le presentaba.

De un día para otro -¿sintió el “no” a su afán reelecionista que refiero?- tomó prudente distancia de sus ahijados perdedores cuando durante meses asumió para sí la responsabilidad de salir triunfante en la justa electoral. “No hay que comparar una elección nacional con una local”, apretó el embrague.

Incluso estoy de acuerdo con tal sentencia; pero ocurre que el presidente de la Confederación de Cocaleros se involucró de tal manera en los comicios que adoptó la figura de un supracandidato, uno que comenzó amenazando (“no trabajaré con opositores”) y acabó mendigando votos (“no me dejen solo”). Y lo dejaron solo.

Querer desligarse del bulto resulta, cuando menos, una cobardía. Y es que, sino la totalidad, buena parte de la derrota del masismo tiene como responsable, siguiendo el razonamiento expuesto, al propio y ahora desportillado Evo Morales, que no termina de salir de su pasmo.