Tan aturdido ha quedado el régimen luego de la cuera
democrática que recibió en las recientes elecciones que, a pesar de sus
esfuerzos por relativizarla, apenas puede, si nos atenemos a las expresiones,
tanto verbales como de lenguaje corporal de sus principales personajes,
disimular su desorientación.
Más miserable se va a sentir –tal es mi intención- con la
hipótesis que a continuación aventuraré, así se me tilde de estar hilando
demasiado fino o de manifestar un mero wishfull
thinking.
Sin embargo, a mi modesto entender, con el revés que la
ciudadanía le ha propinado, además de todo lo que ya han señalado varios
analistas, las urnas le han dicho un contundente “no” a la posibilidad de que
Evo Morales intente siquiera postularse nuevamente como candidato a la primera
magistratura en las próximas elecciones generales.
“Trate de reelegirse otra vez, modificando la
Constitución o a través de alguna estrategia envolvente y así le irá”, parece
ser la voz que, como un susurro, surge desde lo profundo de las ánforas.
La razón por la que digo esto tiene su explicación tanto
en el rol que desempeñó el señor Morales Ayma durante la campaña de su tan
venida a menos tienda política como en su notoria perplejidad –“desapareció” la
noche del 29 de marzo y tuvo que dar la cara el 30- ante el desastre que se le
presentaba.
De un día para otro -¿sintió el “no” a su afán
reelecionista que refiero?- tomó prudente distancia de sus ahijados perdedores
cuando durante meses asumió para sí la responsabilidad de salir triunfante en
la justa electoral. “No hay que comparar una elección nacional con una local”,
apretó el embrague.
Incluso estoy de acuerdo con tal sentencia; pero ocurre
que el presidente de la Confederación de Cocaleros se involucró de tal manera
en los comicios que adoptó la figura de un supracandidato, uno que comenzó
amenazando (“no trabajaré con opositores”) y acabó mendigando votos (“no me
dejen solo”). Y lo dejaron solo.
Querer desligarse del bulto resulta, cuando menos, una
cobardía. Y es que, sino la totalidad, buena parte de la derrota del masismo
tiene como responsable, siguiendo el razonamiento expuesto, al propio y ahora
desportillado Evo Morales, que no termina de salir de su pasmo.
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