jueves, 9 de abril de 2015

El supracandidato

Tan aturdido ha quedado el régimen luego de la cuera democrática que recibió en las recientes elecciones que, a pesar de sus esfuerzos por relativizarla, apenas puede, si nos atenemos a las expresiones, tanto verbales como de lenguaje corporal de sus principales personajes, disimular su desorientación.

Más miserable se va a sentir –tal es mi intención- con la hipótesis que a continuación aventuraré, así se me tilde de estar hilando demasiado fino o de manifestar un mero wishfull thinking.

Sin embargo, a mi modesto entender, con el revés que la ciudadanía le ha propinado, además de todo lo que ya han señalado varios analistas, las urnas le han dicho un contundente “no” a la posibilidad de que Evo Morales intente siquiera postularse nuevamente como candidato a la primera magistratura en las próximas elecciones generales.

“Trate de reelegirse otra vez, modificando la Constitución o a través de alguna estrategia envolvente y así le irá”, parece ser la voz que, como un susurro, surge desde lo profundo de las ánforas.

La razón por la que digo esto tiene su explicación tanto en el rol que desempeñó el señor Morales Ayma durante la campaña de su tan venida a menos tienda política como en su notoria perplejidad –“desapareció” la noche del 29 de marzo y tuvo que dar la cara el 30- ante el desastre que se le presentaba.

De un día para otro -¿sintió el “no” a su afán reelecionista que refiero?- tomó prudente distancia de sus ahijados perdedores cuando durante meses asumió para sí la responsabilidad de salir triunfante en la justa electoral. “No hay que comparar una elección nacional con una local”, apretó el embrague.

Incluso estoy de acuerdo con tal sentencia; pero ocurre que el presidente de la Confederación de Cocaleros se involucró de tal manera en los comicios que adoptó la figura de un supracandidato, uno que comenzó amenazando (“no trabajaré con opositores”) y acabó mendigando votos (“no me dejen solo”). Y lo dejaron solo.

Querer desligarse del bulto resulta, cuando menos, una cobardía. Y es que, sino la totalidad, buena parte de la derrota del masismo tiene como responsable, siguiendo el razonamiento expuesto, al propio y ahora desportillado Evo Morales, que no termina de salir de su pasmo.

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