jueves, 29 de agosto de 2013

¿Adelantamiento de elecciones?


Es un secreto a voces que el régimen está considerando un adelantamiento de las elecciones generales previstas para el próximo año. Y no le sería difícil conseguir que sea así: tiene aún mayoría en el Legislativo y maneja al órgano electoral como a un juguete.

Mediante operadores de tercera línea ha hecho correr el trascendido de que se lo haría en razón de que podría ocurrir una segunda vuelta y, si se mantuviera la fecha original –diciembre de 2014- el Presidente o Presidente que emergiera del balotaje no se posesionaría en enero, por motivos simbólicos.

Pueril y cándida argucia con la que el propio régimen se da de nariz contra la pared pues es una explícita admisión de que habrá una segunda vuelta, lo que pone en evidencia que ni él mismo cree en un triunfo en la primera, contradiciendo con el trato displicente con que se refiere a la oposición, a cuyos representantes no baja de cacasenos.

Más aproximada a su verdadera intención para adelantar la fecha de la elección –más aun conociendo su peculiar inclinación al dolo- es la versión que dice que lo que quieren Morales & Compañía es, asumiendo que la re-reelección que forzaron tramposamente ya está en su bolsillo, argumentar luego, como ya lo hizo, que se le recortó este periodo y, al no haberlo completado no existió nunca, por lo que Morales puede habilitarse a una re-re-reelección. Estrategia envolvente, que le dicen.

Lo que a mí me late es que el régimen está en una carrera contra el tiempo y que día que pasa pierde lo poco que ya le queda de capital político –el simbólico lo tiene irremisiblemente perdido- y por mucho que se empeñe –lo único que aún lo sostiene es la cola de la bonanza externa reflejada en el país y las FFAA- no llegará con oxígeno suficiente a diciembre de 2014.

Por otra parte, necesita evitar, a cualquier costo, la formación de un bloque de unidad que le arrebate la mayoría en el senado y, eventualmente, el propio Gobierno. Mientras de menos tiempo disponga un proyecto de esta naturaleza hasta las elecciones, mejor para el régimen.

Necesita asimismo evitar, en lo posible, que el impacto negativo de acciones como Chaparina, “Bolivia cambia…”, “Hotel Las Américas”,  persecuciones, etc. cuyo dominio se le ha escapado de las manos, desportille aún más su ya machucada imagen.


El régimen está angustiado, pero lo disimula muy bien.

viernes, 16 de agosto de 2013

Entre comillas

Probablemente usted haya notado que, con persistente escrupulosidad, vengo sostenidamente colocando comillas a términos que el régimen maneja recurrentemente y que la mayor parte de la ciudadanía, periodistas incluidos, repite mecánicamente.

Entre otras, cada vez que no queda más que mencionarlas, entrecomillo –como lo haré a continuación- cosas como “proceso de cambio”, “Estado Plurinacional”, “vivir bien”, que siguen en boca de sus voceros, mientras que otras ya pasaron al desván de los cachivaches como esa de la “revolución democrática-cultural”.

Lo hice y lo seguiré haciendo mientras haya necesidad de referirse a tales eslóganes publicitarios –muy exitosos en su  momento, pero ahora bastante desportillados, por cierto-.

Entre la impostura y el cambio de nombre de categorías y conceptos ampliamente conocidos, los intelectuales del régimen quisieron presentar dichas frases como la última novedad en materia de política, como el non plus ultra de la teoría del Estado, de la economía –recuerdo el “capitalismo andino-amazónico” de García- cuando, durante décadas, se conocen y se vienen aplicando institutos como el desarrollo sostenible, calidad de vida o Estado de bienestar cuyo sentido es equivalente (en realidad aquellos son los equivalentes a éstos) a los mencionados entre comillas.

El problema para los teóricos de régimen fue que éstos provienen de una tradición democrático-social-liberal (la democracia es, intrínsecamente un proceso de cambio). Ergo, fue cambiada la etiqueta y presentada como una gran innovación.

Lo de “Estado Plurinacional”, sin embargo, no sólo es una marca exitosa; es también la impostura más grosera de la formación social boliviana. Y es así porque parte de una premisa falsa que el censo acaba de desbaratar.

Si hay una identidad transversal en Bolivia es la mestiza; no sólo por el 60% que se autoidentifica con ella –dato que me sigue pareciendo amarrete- sino porque si consideramos indicadores como el lingüístico –el Español como lengua franca- y el de adscripción religiosa –la fe cristiana, en sus diversas vertientes, mayoritariamente católica- la cifra se dispara hasta casi el tope. Somos una nación mestiza que no necesita comillas para existir.

jueves, 1 de agosto de 2013

Burbujas


Ganas no me faltan pero, luego de venir haciéndolo durante dos años, prometí no escribir más sobre el censo. Tampoco hará falta que lo haga, porque ahora todos lo están haciendo. En cualquier caso, muchas de las hipótesis contenidas en los escritos previos se están verificando de manera palmaria y pueden resumirse en una sola palabra: INEptitud.

Voy a mencionar, sin embargo, otros guarismos: hace 510 días que un grupo de víctimas de la violencia política acampa frente al Ministerio de Justicia; hace 400 días que un ciudadano al que un Estado, en ejercicio de su soberanía, le ha concedido asilo político, permanece alojado en la legación diplomática de éste porque al régimen “plurinacional” no le da la gana de otorgarle salvoconducto para  efectivizar dicho tratamiento; hace 1070 días que una empresa a la que se le han expropiado sus acciones espera que se le cumpla con el respectivo resarcimiento sin que la Gobernación –parte del régimen- manifieste la menor voluntad para hacerlo.

Y así podría continuar con cifras similares a las de estos emblemáticos casos que nos hablan de una depauperación extrema de la democracia en el llamado “proceso de cambio”. En términos estrictamente técnicos, no corresponde atribuirle la condición de dictadura; pero la sumatoria factual de acciones en las que el régimen se coloca, por sí y ante sí, por encima de la institucionalidad democrática, en franca inobservancia de los derechos humanos y en evidente afán persecutorio a quien no comulga con el dogma oficialista, permiten señalar que el autoritarismo se hace cada vez más patente –quedando como único expediente formal la realización de comicios, controlados por órganos que obedecen al régimen-. Dictadura perfecta, en buen romance.

A dos tiempos, el régimen ha aplicado su estrategia totalitaria: a los políticos de oposición les ha metido el plomo judicial debilitándolos o, eventualmente, condenándolos a la muerte civil. A la ciudadanía en general le ha administrado la “cocción a fuego lento” hasta minarla en su capacidad de discernimiento. Todo ello en una burbuja de bonanza que lo hace posible.

Volviendo, sin querer queriendo, al censo. Si se hubiera hecho la encuesta post censal, la ciudadanía estaría menos aprensiva ante la información oficial, pero el Gobierno no quiso hacerla aduciendo que “no había plata” -$us 300 000, suma aproximada del costo del combustible utilizado por el avión presidencial en su reciente periplo europeo-.