jueves, 1 de agosto de 2013

Burbujas


Ganas no me faltan pero, luego de venir haciéndolo durante dos años, prometí no escribir más sobre el censo. Tampoco hará falta que lo haga, porque ahora todos lo están haciendo. En cualquier caso, muchas de las hipótesis contenidas en los escritos previos se están verificando de manera palmaria y pueden resumirse en una sola palabra: INEptitud.

Voy a mencionar, sin embargo, otros guarismos: hace 510 días que un grupo de víctimas de la violencia política acampa frente al Ministerio de Justicia; hace 400 días que un ciudadano al que un Estado, en ejercicio de su soberanía, le ha concedido asilo político, permanece alojado en la legación diplomática de éste porque al régimen “plurinacional” no le da la gana de otorgarle salvoconducto para  efectivizar dicho tratamiento; hace 1070 días que una empresa a la que se le han expropiado sus acciones espera que se le cumpla con el respectivo resarcimiento sin que la Gobernación –parte del régimen- manifieste la menor voluntad para hacerlo.

Y así podría continuar con cifras similares a las de estos emblemáticos casos que nos hablan de una depauperación extrema de la democracia en el llamado “proceso de cambio”. En términos estrictamente técnicos, no corresponde atribuirle la condición de dictadura; pero la sumatoria factual de acciones en las que el régimen se coloca, por sí y ante sí, por encima de la institucionalidad democrática, en franca inobservancia de los derechos humanos y en evidente afán persecutorio a quien no comulga con el dogma oficialista, permiten señalar que el autoritarismo se hace cada vez más patente –quedando como único expediente formal la realización de comicios, controlados por órganos que obedecen al régimen-. Dictadura perfecta, en buen romance.

A dos tiempos, el régimen ha aplicado su estrategia totalitaria: a los políticos de oposición les ha metido el plomo judicial debilitándolos o, eventualmente, condenándolos a la muerte civil. A la ciudadanía en general le ha administrado la “cocción a fuego lento” hasta minarla en su capacidad de discernimiento. Todo ello en una burbuja de bonanza que lo hace posible.

Volviendo, sin querer queriendo, al censo. Si se hubiera hecho la encuesta post censal, la ciudadanía estaría menos aprensiva ante la información oficial, pero el Gobierno no quiso hacerla aduciendo que “no había plata” -$us 300 000, suma aproximada del costo del combustible utilizado por el avión presidencial en su reciente periplo europeo-.

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