Probablemente usted haya notado que, con persistente escrupulosidad, vengo sostenidamente colocando comillas a términos que el régimen maneja recurrentemente y que la mayor parte de la ciudadanía, periodistas incluidos, repite mecánicamente.
Entre otras, cada vez que no queda más que mencionarlas, entrecomillo –como lo haré a continuación- cosas como “proceso de cambio”, “Estado Plurinacional”, “vivir bien”, que siguen en boca de sus voceros, mientras que otras ya pasaron al desván de los cachivaches como esa de la “revolución democrática-cultural”.
Lo hice y lo seguiré haciendo mientras haya necesidad de referirse a tales eslóganes publicitarios –muy exitosos en su momento, pero ahora bastante desportillados, por cierto-.
Entre la impostura y el cambio de nombre de categorías y conceptos ampliamente conocidos, los intelectuales del régimen quisieron presentar dichas frases como la última novedad en materia de política, como el non plus ultra de la teoría del Estado, de la economía –recuerdo el “capitalismo andino-amazónico” de García- cuando, durante décadas, se conocen y se vienen aplicando institutos como el desarrollo sostenible, calidad de vida o Estado de bienestar cuyo sentido es equivalente (en realidad aquellos son los equivalentes a éstos) a los mencionados entre comillas.
El problema para los teóricos de régimen fue que éstos provienen de una tradición democrático-social-liberal (la democracia es, intrínsecamente un proceso de cambio). Ergo, fue cambiada la etiqueta y presentada como una gran innovación.
Lo de “Estado Plurinacional”, sin embargo, no sólo es una marca exitosa; es también la impostura más grosera de la formación social boliviana. Y es así porque parte de una premisa falsa que el censo acaba de desbaratar.
Si hay una identidad transversal en Bolivia es la mestiza; no sólo por el 60% que se autoidentifica con ella –dato que me sigue pareciendo amarrete- sino porque si consideramos indicadores como el lingüístico –el Español como lengua franca- y el de adscripción religiosa –la fe cristiana, en sus diversas vertientes, mayoritariamente católica- la cifra se dispara hasta casi el tope. Somos una nación mestiza que no necesita comillas para existir.
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