miércoles, 29 de marzo de 2017

Plurintríngulis




“El Tribunal Constitucional declara constitucional el preaviso”. “El Tribunal Constitucional declara insconstitucional el preaviso”.

Lo obrado por el TCP es un ejemplo perfecto de lo que en epistemología se conoce como “antinomia”; es decir, una contradicción irresoluble. Con ella, el Órgano constitucional nos ha proporcionado un elemento muy pertinente a ser llevado a las aulas para su consideración. Pero no es –strictu senso- de derecho ni de filosofía que quiero versar, aunque mis criterios estén salpicados de consideraciones provenientes de ambos campos.

La situación planteada a partir de la reciente Sentencia Constitucional que afecta al artículo 12 de la Ley General del Trabajo, es una más en la tragicomedia en la que está sumido el país desde hace diez años. Tragedia, en tanto se confirma la insoportable incompetencia de los operadores de justicia –recordemos que fueron “elegidos” a partir de un cuoteo disfrazado de selección que luego intentó ser legitimado mediante voto popular en el que la mayoría ciudadana optó por anularlo; no obstante dicho rechazo, el régimen persistió en acomodarlos sin sonrojarse por los ínfimos porcentajes que dichos “masistrados” obtuvieron. Comenté, en su oportunidad, que varios de ellos sumaron menos votos que los que consigue un colegial que se postula al consejo estudiantil-. Comedia, ya que la figura no deja de ser risible; ojalá fuera una subjetividad mía, pero a mi paso he ido escuchando cómo algunos conciudadanos se mofan del exabrupto.

En mi criterio, y no debo estar muy lejos de la realidad, ocurrió que, al sentirse presionado por la COB con no iniciar acercamientos con el régimen en tanto no se anule la resolución previa que mantenía la vigencia del preaviso, éste hizo lo de costumbre: un fonazo a sus muchachos del TCP para obrar en dicho sentido. Obediente, como corresponde en un Estado desintitucionalizado, el Tribunal borró con el codo lo que acababa de escribir con la mano; pero, en el apuro por complacer a sus jefes se le fue la mano originando un intríngulis de Padre y Señor mío.

Con la anulación del preaviso, se llevaron también lo concerniente a la temporalidad del contrato y según se ha sabido –no soy abogado laboralista, por ello recurro a fuentes secundarias- hicieron lo propio con la figura del desahucio.

Quien sí es laboralista, es el exministro de Trabajo, Gonzalo Trigoso, que ha echado el grito al cielo ante el desliz del TCP, lo mismo que el Ministro de Justicia, Héctor Arce.

Total, que un aire de inseguridad jurídica se cierne, amenazador, sobre las relaciones obrero-empresariales. Curiosamente, los representantes laborales, causantes, con sus presiones, del atolondramiento de los “masistrados”, podrían estar dejando en la estacada a sus bases. Por su parte, los empresarios, algo confundidos, se encuentran emparedados entre dos partes en conflicto. El Gobierno, como ya se ha dicho, se muestra como víctima de su propio proceder al haber sido también, a su manera, corresponsable del zafarrancho.

Seguramente, haciendo uso de su mayoría parlamentaria, el régimen planteará alguna salida a este desaguisado –verbigratia, una “ley interpretativa” o, más radicalmente, una nueva LGT-. Pero, entretanto, el entuerto seguirá trayendo cola y ahondando este proceso de envilecimiento de la justicia, una justicia que, de tan sometida a los designios del poder, puede llegar a cometer excesos contraproducentes para el propio poder, como en el caso que abordamos.

En cualquier caso, dado que fue el propio régimen el que se fabricó este lío, la oposición debe estar regocijándose al contemplar cómo los “hermanos” se despedazan entre ellos.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Con calma, que hay prisa



Atribuida a varios personajes previamente, la frase “Con calma, que llevo prisa”, es generalmente atribuida a Napoleón -se cuenta que mientras su sastre le iba tomando las medidas para un nuevo traje, el corso le susurró la misma-. Ciertamente, pues, cuando se procede apresuradamente, lejos de arreglar  problemas, tal precipitación puede, contraproducentemente, entorpecer y arruinar los mejores propósitos.

Se me da por mencionarlo recordando que hace unos meses, en julio de 2016, escribí una columna titulada “Mil días”, en la que hacía notar que faltaba tal cantidad de tiempo, no para la elección de 2019, sino para, unos meses antes, los que la ley indica, tener lista la estrategia, candidaturas incluidas, para relevar al régimen en curso en la conducción de los destinos del país.

Dicho texto, pensado para el escenario post 21F, ya derrotado el proyecto perpetuador de Morales y sus valedores, señalaba algunas líneas para llegar a dicho plazo en las mejores condiciones.

Pero –para seguir con las frases populares- como el diablo no duerme (ni deja dormir), resulta que (nos venimos a enterar seis meses después) el régimen estuvo tramando otra de sus acostumbradas tropelías: se había puesto a imaginar mil maneras de desconocer el resultado del 21F, quedándose con entre ocho y diez de éstas, todas ellas deleznables  –según quien las mencione- para finalmente optar, de acuerdo a uno de sus más conspicuos operadores, por la “renuncia anticipada” del caudillo para habilitarse a la rerereelección. Y lejos de avanzar en el proyecto de restitución del Estado de derecho en Bolivia, nos pusimos a discutir sobre aquel asunto como si algo de sustento jurídico tuviera tal provocación del régimen.
Más, por ventura, las apoteósicas concentraciones ciudadanas que ratificaron, con creces, la voluntad de hacer respetar la votación expresada hace algo más de un año, han morigerado los ímpetus de Belcebú y lo han desconcertado.

Entretanto, para no perder la costumbre, el régimen ha continuado con sus atropellos, cada vez menos sutiles, como preparando el terreno para un eventual, casi seguro, paso a la vereda de oposición –para hacerlo en las mejores condiciones posibles; entiéndase la ampliación de reductos desde los cuales hacerle la vida a cuadros al próximo gobierno-.

No otra cosa significa, en mi criterio, la promulgación de la ley que legaliza 10 000 hectáreas de cultivos de coca que antes de la misma eran considerados “excedentarios”; en realidad lo siguen siendo, pero con la venia del Estado plurinacional que retribuye, pensando en el futuro, la lealtad de los cocaleros, de los que proveen la materia prima al narcotráfico sobre todo.

Asimismo, en el afán de aprovecharse de una justicia rendida a sus designios, el régimen aprieta las clavijas en el caso de Leopoldo Fernández, anotándose una infamia más en su frondoso prontuario de arbitrariedades. Como se lo manifesté, en una carta, al damnificado exprefecto, tal sentencia tiene la fragilidad y la provisionalidad de todo fallo político. Una vez restituido el Estado de derecho en el país, deberá no sólo ser declarado inocente sino indemnizado por la serie de violaciones sus derechos cometidas por el régimen.

Es precisamente la restitución del Estado de derecho –la institucionalidad democrática- algo en lo que todas las expresiones democráticas deben coincidir. Es a partir de esta consideración que el mensaje dado por la ciudadanía en la celebración de 21F debe ser entendido por el sistema político.

Ya se tiene la tela. Ahora, lenta, pero seguramente, confeccionemos el traje, que hay prisa.

sábado, 11 de marzo de 2017

Para Leo...



¡Oh, a qué espectáculo asistimos desde hace tres semanas, y qué días tan trágicos, tan inolvidables acabamos de vivir! No recuerdo otros que hayan despertado en mi mayor solidaridad, angustia y generosa ira. He sentido exasperación, odio hacia la necedad y la mala fe, y he tenido tanta sed de verdad y de justicia que he comprendido hasta qué punto los más generosos impulsos pueden llevar a un pacífico ciudadano al martirio”. (Emile Zola, “Yo acuso”, diciembre 1897).

No fui de los que, en los tiempos del “Cacique”, fue a pedirte favores, menos “pega” o recomendaciones. No. Te conocí, porque así lo quise, en la desgracia; te fui a visitar a prisión. Ahí vi a la persona que hay en ti, más allá del personaje, mitad cierto, mitad atribuido, que te precedía. Acostumbrado, quizás a que se te acercaran para recibir “tu bendición” me hablaste de las posibilidades de lanzarme a una candidatura en la fórmula que se preparaba para la elección de entonces – a la que concurriste como postulante a la vicepresidencia desde el encierro-. Rechacé inmediatamente la propuesta y pasamos a otros asuntos, más humanos, si se quiere. Lo único que quería era expresarte mi solidaridad y mi seguridad, desde el sentido común y los hechos mismos, de que el proceso que te iniciaron era absolutamente injusto y movido exclusivamente por motivos de persecución política.

Posteriormente escribí un par de artículos ratificando esta posición y, luego del vía crucis al que te sometieron y que ahondó tus problemas de salud, cuando lograste la detención domiciliaria, recibí un mensaje tuyo de invitación a tu casa a conversar compartiendo comida y bebida. Esa fue la segunda y última hasta el momento, vez que estuvimos juntos. Ya no hubo “propuestas indecentes” sino risas, anécdotas y pizza. Quedó pendiente un nuevo encuentro para, esta vez, comer la paella del Julio.

Somos distintos, pensamos diferente –yo socialdemócrata y tú más bien conservador- pero, y esto es lo importante, a diferencia de los operadores de este régimen, somos demócratas de cuerpo entero.
Por eso me siento extremadamente indignado con el linchamiento disfrazado de justicia que te han infligido. En ausencia de Estado de Derecho, tus juzgadores solo se han prosternado a los designios del poder al que deben sus puestos. ¡Miserables amarrahuatos!.

La condena que te han impuesto es tan frágil como provisional pues se asienta sólo en el ya menguante poder que ostenta este régimen narcotizado. Lo primero que, una vez restituido el Estado de Derecho en el país, debe hacerse es reparar la injusticia de que has sido objeto –indemnización incluida y reposición de tus derechos civiles y políticos-.

Suelo decir que los días pasan lentamente y los años lo hacen rápidamente; paciencia, estimado Leo, que este trance pasará y pronto estaremos degustando la paella que nos prometimos.

Por cierto, otra cosa en común que tenemos es que no nos da la gana de hacernos las víctimas. Eso es para sujetos acomplejados e inseguros…


Te mando un abrazo…

miércoles, 1 de marzo de 2017

Evocalipsis Now!




En su sabrosa columna “El árbol de la Rerere”, Francesco Zaratti nos llevó hacia el Jardín del Edén en clave plurinominal; en son de cachondeo le dije que, dado que había versado sobre el Génesis, a mí me correspondía hacerlo sobre el Apocalipsis. Y aquí estamos para cumplir dicho propósito.

No es que me haya vuelto especialista en las Escrituras, como sin duda lo es Francesco, sino que la situación es adecuada, casi perfecta, para darle un toque bíblico, así sea en tono jocoso; y como esto de los textos inicial y terminal de los Libros es de dominio popular, resulta pertinente hacerlo.

Empecemos adaptando el nombre del último libro del Nuevo Testamento –último, por cierto, de la Biblia- por el del último Presidente del Estado plurinacional: Evocalipsis, entonces; o, parafraseándolo con de la gran película de Francis Ford Coppola, Evocalipsis Now.

Sucede que, por insondables misterios, al señor en cuestión se la ha venido el mundo encima. Ya había tenido un año (2016) que lo dejó en la lona y parecía improbable que recién comenzado este, el destino, o lo que fuera, siguiera ensañándose con su persona, arrastrando consigo al régimen entero. Prácticamente nada –a excepción del distractivo Dakar- le salió como hubiera querido, pese a los recursos y medios que usó para tratar de revertir la mufa que parece llevar el hombre.

Vaya en este momento mi deseo de que Su Excelencia se reponga del mal que aqueja su salud. Desde hace días que observo lo ch’aja que se puso –el exceso de verba le pasó factura- y mi previsión es que su voz permanecerá así el resto de su vida. Pero una cosa es llevar una disfonía crónica y otra, una complicación mayor. Que no pase, pues, a mayores.

Pero la noticia del viaje de emergencia del primer mandatario por motivos de salud, no debe hacer perder de vista la serie de dislates cometidos en lo poco que lleva la presente gestión.

Jinetes, plagas y trompetas –sobre todo trompetas- le han dado al régimen la señal del fin de los tiempos –de sus tiempos, en realidad- y no parece haber manera de detenerlos: mientras más se afana el régimen en arreglar su maltrecha imagen, peor le salen las cosas.

Veamos nomás lo que le ocurrió con su intento de inclinar a su favor el asunto del “zapatazo”; el burdo espectáculo montado en concomitancia con la paraestatal red ATB acabó por hundirlo más profundamente de lo que ya estaba antes de la emisión del chapucero producto.

Otro tanto podría decirse del Museo –casi se me sale mausoleo- de Orinoca, concebido para la gloria perpetua de su hijo predilecto, que en temporada de alto turismo –por el carnaval de Oruro- recibió la friolera de… ¡200 visitas! –que es lo que en una hora de un día cualquiera debe recibir el museo de la isla del Sol, un modesto inmueble que guarda valiosas piezas arqueológicas-. Un gasto oneroso –el del “museo del ego” que causa vergüenza ajena.

Y llegamos al 21F y la colosal convocatoria que reunió a la ciudadanía en diversos puntos del país –la más impresionante, la de La Paz, en plaza San Francisco-. Y es que la idea que debe tener Evo Morales del resultado del referéndum que le dijo NO a su intento de perpetuarse en el poder es la de que Samuel Doria Medina cambió el sobre del mismo y que la señora Uriona, presidente del Órgano Electoral, dio un dato equivocado. Por eso sugirió –ordenó, casi- que la institución anulara dicha consulta, cosa que, por supuesto, no mereció comentario alguno de la misma, hecho que habría causado una rabieta bíblica a Morales, tanto, que habría insinuado la remoción de algunos vocales.

Y ahora, lo de la coca. No hay duda, ¡ha comenzado el Evocalipsis!.