miércoles, 1 de marzo de 2017

Evocalipsis Now!




En su sabrosa columna “El árbol de la Rerere”, Francesco Zaratti nos llevó hacia el Jardín del Edén en clave plurinominal; en son de cachondeo le dije que, dado que había versado sobre el Génesis, a mí me correspondía hacerlo sobre el Apocalipsis. Y aquí estamos para cumplir dicho propósito.

No es que me haya vuelto especialista en las Escrituras, como sin duda lo es Francesco, sino que la situación es adecuada, casi perfecta, para darle un toque bíblico, así sea en tono jocoso; y como esto de los textos inicial y terminal de los Libros es de dominio popular, resulta pertinente hacerlo.

Empecemos adaptando el nombre del último libro del Nuevo Testamento –último, por cierto, de la Biblia- por el del último Presidente del Estado plurinacional: Evocalipsis, entonces; o, parafraseándolo con de la gran película de Francis Ford Coppola, Evocalipsis Now.

Sucede que, por insondables misterios, al señor en cuestión se la ha venido el mundo encima. Ya había tenido un año (2016) que lo dejó en la lona y parecía improbable que recién comenzado este, el destino, o lo que fuera, siguiera ensañándose con su persona, arrastrando consigo al régimen entero. Prácticamente nada –a excepción del distractivo Dakar- le salió como hubiera querido, pese a los recursos y medios que usó para tratar de revertir la mufa que parece llevar el hombre.

Vaya en este momento mi deseo de que Su Excelencia se reponga del mal que aqueja su salud. Desde hace días que observo lo ch’aja que se puso –el exceso de verba le pasó factura- y mi previsión es que su voz permanecerá así el resto de su vida. Pero una cosa es llevar una disfonía crónica y otra, una complicación mayor. Que no pase, pues, a mayores.

Pero la noticia del viaje de emergencia del primer mandatario por motivos de salud, no debe hacer perder de vista la serie de dislates cometidos en lo poco que lleva la presente gestión.

Jinetes, plagas y trompetas –sobre todo trompetas- le han dado al régimen la señal del fin de los tiempos –de sus tiempos, en realidad- y no parece haber manera de detenerlos: mientras más se afana el régimen en arreglar su maltrecha imagen, peor le salen las cosas.

Veamos nomás lo que le ocurrió con su intento de inclinar a su favor el asunto del “zapatazo”; el burdo espectáculo montado en concomitancia con la paraestatal red ATB acabó por hundirlo más profundamente de lo que ya estaba antes de la emisión del chapucero producto.

Otro tanto podría decirse del Museo –casi se me sale mausoleo- de Orinoca, concebido para la gloria perpetua de su hijo predilecto, que en temporada de alto turismo –por el carnaval de Oruro- recibió la friolera de… ¡200 visitas! –que es lo que en una hora de un día cualquiera debe recibir el museo de la isla del Sol, un modesto inmueble que guarda valiosas piezas arqueológicas-. Un gasto oneroso –el del “museo del ego” que causa vergüenza ajena.

Y llegamos al 21F y la colosal convocatoria que reunió a la ciudadanía en diversos puntos del país –la más impresionante, la de La Paz, en plaza San Francisco-. Y es que la idea que debe tener Evo Morales del resultado del referéndum que le dijo NO a su intento de perpetuarse en el poder es la de que Samuel Doria Medina cambió el sobre del mismo y que la señora Uriona, presidente del Órgano Electoral, dio un dato equivocado. Por eso sugirió –ordenó, casi- que la institución anulara dicha consulta, cosa que, por supuesto, no mereció comentario alguno de la misma, hecho que habría causado una rabieta bíblica a Morales, tanto, que habría insinuado la remoción de algunos vocales.

Y ahora, lo de la coca. No hay duda, ¡ha comenzado el Evocalipsis!.

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