En un rapto de sinceramiento –muy raro en él- el vicepresidente García calificó como “locura” y “error de cálculo” el que el régimen se hubiera embarcado en el referéndum sobre la rerereelección tanto de su persona como del señor Morales Ayma.
Ello coincide parcialmente –yo no creo en lo del error de
cálculo, pero sí en lo de la demencia- con lo que vinimos sosteniendo
consistentemente a lo largo del año transcurrido desde que el régimen fue
humillado en dicha consulta: no fue una iniciativa externa la que lo llevó a
convocarla; salió de sus propias entrañas… y así le fue.
La admisión de García desbarata toda la campaña previa que
intentaba deslegitimar el hito democrático del 21-F: Ni con todos los recursos
públicos a su disposición logró el régimen doblegar el sentimiento de repulsa
que la intención de perpetuar en el poder al caudillo generó en la ciudadanía.
El argumento central de dicha campaña fue que el NO se
impuso debido al escándalo Zapata-Morales, con sus idas y venidas, influyó en
la decisión ciudadana al momento de emitir su voto en perjuicio del régimen. Revisando
los guarismos previos que las encuestadoras divulgaron, se observa que la
distancia entre ambas opciones comenzó ampliamente favorable a la negativa y,
en la medida en que se acercaba el día de la votación, la brecha se iba
acortando. Sin duda, el dispendio monetario de que hizo gala el régimen hizo
alguna mella al NO, pero no al extremo de romper la consistencia de esta
posición, ganadora al fin de cuentas.
En ese propósito, entre otros productos, el régimen editó
libros firmados por ministros y remató con la pomposa –casi de alfombra roja-
presentación de un video de dudosa calidad que pretendía terminar de convencer
a la ciudadanía de que había sido engañada por un siniestro plan manejado por
el Imperio.
Supongo que la escasa repercusión –y su todavía menor
influencia- del audiovisual de marras hecho para sostener su patraña, consiguió
que, finalmente, García se rindiera a la evidencia –que nunca dejo de ser
evidente- de que la victoria del NO es inobjetable, aunque es también evidente
que el régimen va a insistir en torcer la voluntad ciudadana expresada el 21-F
y en violar la Constitución que el propio él mismo llegó a matar.
Y aquí estamos, en vísperas de la celebración del
aniversario del 21-F con, muy a pesar del régimen, un NO recargado que, si bien
no remite a una oposición unida sino a muchas expresiones ciudadanas que
coinciden en el respeto al voto, dejará en claro que no le será sencillo
salirse con el gustito de la perpetuación del caudillo.
Digo que el NO viene recargado porque a lo largo del año se
le han ido adhiriendo elementos adversos al régimen. El más sensible: la
contracción económica que, sin llegar a ser una crisis, ha afectado al bolsillo
de muchas personas que se habían acostumbrado a una situación holgada y que
ahora se ven obligadas a restringir algunos gastos. Así como se atribuyó al
jefazo la bonanza, también se le endilga la decadencia –aunque la explicación
racional sea la extrema dependencia del país de las materia primas que extrae
del subsuelo-.
La herida que la escasez de agua –producto de su ineptitud-
le ha creado al régimen mayores resistencias que las que tenía hace un
año. El uso de los ahorros particulares para apoyar a un gremio empresarial
–habiendo otros mecanismos crediticios- le ha restado otro tanto de confianza
ciudadana. No es una persona quien capitalice tales despropósitos
gubernamentales; es una causa: la del respeto al voto y, por ende, de la no
rerereelección del jefazo.
Por lo anteriormente expuesto, podemos decir que el NO goza
de buena salud.
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