Foto: La Razón
A falta de un algo más de un mes para el cierre de
gestión, y considerando improbable que se produzca un hecho de mayor
relevancia, hoy, por sexto año consecutivo doy mi versión de lo que ha marcado,
en términos simbólicos, al año que concluye, que no es, ni más ni menos, que lo
revelado en el título.
No obstante, para llegar a mi argumentación, bueno será
–a efectos de mantener fresca la memoria- hacer un repaso (una suerte de
copiar/pegar actualizado) de los temas con los que caractericé a los años
precedentes.
Así pues, habíamos denominado a 2010 como el “año del rodillazo”, en referencia a la ocasión en la que la primera rodilla del Estado fue a estrellarse contra los testículos de un deportista que tuvo la mala idea de marcar, quitándole la pelota, a su poseedor. Tal hecho, decía, expresaba el modo arbitrario en el que el régimen entiende y practica el poder (“le meto no más”). Desgraciadamente, lejos de amainar, esta actitud se pronuncia con cada vez mayor torpeza..
2011 fue, de manera análoga, el “año del MASking”, en alusión a la represión orquestada por Sacha Llorenti en Chaparina –hecho aún pendiente escalrecimiento y penalización a sus verdaderos responsables-. Recordará usted la manera en la que fueron sellados con masking los labios de los indígenas: clara representación de la postura gubernamental sobre la libertad y los derechos humanos.
Caractericé 2012 como el “año de la caca”, citando textualmente una escatológica declaración de la primera boquita del “Estado Plurinominal” respecto de las relaciones con Estados Unidos. Hay señales, no obstante, de que el nuevo contexto -viaje de "promoción de inversiones", incluido- obligará a Morales a comerse sus palabras, contenido incluido. Sin embargo, el reestablecimiento de relaciones diplomáticas plenas, sigue como materia pendiente (¿para 2016?).
Al cierre de 2013, declaré a ése comoel “año de la extorsión”, cuyas secuelas se presentan hasta estos días y no hay previsiones para que tal práctica, sobre todo en el ámbito de la justicia, acabe
2014 fue, para un servidor, el "año del Estado Plurinomina", en obvia referencia al desastroso desempeño del órgano electoral, cuya idea de cambiar el carácter del estado en la papeleta electoral fue apenas una -la más grave por las consecuencias jurídicas implícitas- de muchas barabaridades que cometió. Tenemos, por obra y gracia de instituciones cooptadas por el régimen, un Presidente y un Vicepresidente doblemente ilegales: primero, por haber violado la CPE para habilitarse a la re-reelección y luego, por ser mandarios de un Estado alterado.
Y así, llegamos a este 2015, año que lo simbolizo en el animal que el Comité Cívico de Potosí adoptó para su causa y que, a estas alturas, es un auténtico patrimonio de la democracia. El buen Petardo.
Como vengando el degüello al que fueron sometidos congéneres suyos a manos de los "ponchos rojos" al mando de Eugenio Rojas, el noble can llegó para plantarle hocico al régimen y convertirse en su interpelador.
Empoderado, como les gusta decir a los "movimientos sociales", el querido perro es la imagen contestataria rumbo al referéndum de 2016, con su mensaje de repudio al intyento de reelegirse indefinidamente -pues tras una reforma vendrán cuantas sean necesarias para tal efecto- del tándem gobernante.
Cabe hacer notar que es la primera vez, lo digo con optimismo, que, según mi criterio, un año estuvo marcado por un hecho ocurrido al otro lado del poder.
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