martes, 8 de diciembre de 2015

Disjusticia recargada



Comencemos por advertir que no hablo de injusticia, porque dicho término no alcanza para abarcar el concepto que pongo a consideración. Porque no sólo se trata de una mala administración de la justicia, ni del puro abuso de poder que la instrumentaliza. Se trata más bien del diseño de sistema jurídico en el que se aplica exactamente todo lo contrario de misma. Es la degradación absoluta de la idea misma de justicia.

No es la primera vez que hablo de disjusticia, pero ahora le agrego el adjetivo “recargada” porque –¡quién habría de imaginarlo!- había sido posible llevarla a extremos verdaderamente colosales. 

Mientras el régimen se llenaba la boca con la farsa de que las “elecciones” judiciales traerían consigo, cual si de una varita mágica se tratase, la sanación de los tribunales, otros manifestábamos escepticismo y proponíamos o voto en blanco o voto nulo. No obstante la sumatoria de ambos había superado al de votos en favor de algún postulante –obteniendo varios de ellos votaciones menores a las que consiguen candidatos al consejo estudiantil de un colegio de mediana magnitud-, el régimen insistió en llevar el despropósito hasta sus últimas consecuencias: las que el país está sufriendo ahora mismo y que no parece tener visos de solución (al menos mientras siga en el poder este esquema populista).

La treta del régimen fue puesta en evidencia y las acciones de los operadores de disjusticia la confirman: El dichoso esperpento electoral judicial sólo fue un mecanismo urdido, se dice, por el actual procurador, para responder a la presión “peguista” del lumpen abogadil masista –no olvidemos aquella preselección de “buscapegas” que hizo el rodillo oficialista- Total: que lo más abyecto –un par de excepciones hubo- del submundo tribunalesco acomodó sus asentaderas en los órganos de la disjusticia. Su única misión es la de cumplir, de manera análoga al amarre de guatos, lo que señala el dedo del caudillo. Quienes eventualmente osaron actuar al margen del yugo palaciego recibieron el castigo que el poder prevé para tales casos de comportamiento “inorgánico”.

Por el contrario, la obediencia ciega a los mandatos de la plaza Murillo, es premiada generosamente. Así por ejemplo, tenemos a un impresentable Rudy Flores del TCP siendo absuelto de un caso de atropello con muerte que lo involucra como autor del mismo –poco faltó para que condenaran a la familia de la víctima a pagar las abolladuras del vehículo- y viajando a China en gran troupe junto a tres decenas de badulaques, retornando furioso farfullando incoherencias para, acto seguido echar de un puntapié a quien había divulgado dicha fechoría. Por el momento, no hay poder terrenal que mueva a este sujeto de su puesto. Estas medallas las luce por haber sido el artífice de la declaratoria como “constitucional” del afán de perpetuarse que exhibe su jefe.

Lo más grosero del asunto es que los responsables del desastre (Morales & Cia) pretendan tomar distancia de una de sus partes constitutivas –como tratar de negar el aparato urinario de su cuerpo-. Cinismo químicamente puro que avergüenza a la ciudadanía.

La disjusticia ejercida por el régimen, en fin, se manifiesta de ésta y otras maneras. Lo hace en la sistemática persecución a ciudadanos (Carmelo Lens, su más reciente víctima), en las represalias a sus críticos, en la manipulación obscena de los procesos, en su versión extorsiva, en su “le meto nomás”, en su…

Más, para continuar con la tesitura esperanzadora de mi anterior entrega –“El año de Petardo”- el cambio ha comenzado a gestarse y con éste, una nueva era para la justicia.

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