En sus afanes persecutorios, el régimen ha llegado a
extremos inimaginables para un sistema pretendidamente democrático, ha caído en
el ridículo y está a punto de llegar al extravío –si es que no lo ha hecho ya-.
Eso sí, no se le puede negar coherencia, porque entre lo
declarativo y los hechos existe una correspondencia prácticamente mecánica. ¡Así
es que lo que el Gobernador quiso decir es que “nadie puede oponerse a Evo”!, y
en un arranque de entusiasmo dijo que había que colgar a los opositores. ¿Y
dónde se supone que está la disculpa en tal “retractación”?. “Mil perdones; no
quise decir ‘colgar’ sino ‘cortar el pescuezo’ ”, podría también haber dicho el
personaje de marras.
Y vaya que le sobra “entusiasmo” para acometer con este tipo de acciones.
Fresca en la memoria está la vez en la que el ministro de Gobierno
–reincorporado hace poco al Ejecutivo con disminución de nivel- Alfredo Rada,
la emprendió contra un grupo de jugadores de paintball acusándolos de terrorismo en la trama que tejió para
desmontar el poder de la “oligarquía oriental”.
Es que, a veces, los “revolucionarios” se pasan de
revoluciones y acaban replicando comportamientos atribuidos a tiranos de un
signo u otro. Entre la realidad y la ficción que en la novelística de
Carpentier se sintetizan en lo “real maravilloso” algunos de los episodios protagonizados
por este régimen superan en imaginación a los que el autor cubano retrata en
sus obras, como por ejemplo aquel, tomado de El recurso del método, en el que
el gobierno de derecha quiere hacer desaparecer toda la literatura “roja”
(marxista) y en tal menester un librero damnificado por la ocurrencia les dice
a los esbirros del régimen que de una vez se lleven La caperucita roja también.
Resulta que, ahora, “sedición” es recaudar dinero para
apoyar a los marchistas del TIPNIS
mediante la venta de postales con imágenes de la anterior marcha y emprenderla
contra los promotores de la iniciativa. ¡Faltaría que lo enjuicien al
fotógrafo!
Ahora resulta que “terrorismo” es cantar en una banda de Hip hop llamada “Malditas Dinamiteras”.
Es que, aunque no meto mis manos al fuego por gente que ni conozco, la
detención de unos chicos con tal cargo, se parece más al secuestro de La caperucita roja o al juego de paintball que a una correcta
investigación. Por una sencilla razón: en el código de los terroristas comunes
(no en los de Estado) es de rigor reivindicar el hecho –García Linera lo sabe
perfectamente- y, hasta donde tengo entendido, no hay tal “sello”. Y, al mero
estilo del Estado de no-derecho, los jovencitos tienen que probar su inocencia.
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