Le propongo el siguiente ejercicio: intente, contorsiones
mediante, autoinfligirse un rodillazo en la zona estomacal. ¿Ya lo hizo? Le
aseguro que no lo consiguió – a menos que su configuración anatómica sea
completamente a la del común de los mortales-. Para su tranquilidad, ni mi
persona ni los estudiantes a los que sometí a esta prueba lo logramos.
Dadas así las cosas, convengamos en que es prácticamente
imposible hacerlo y, sin embargo, el régimen, acostumbrado a propinar
rodillazos a medio mundo lo ha hecho, no una, sino dos veces la última semana
–por supuesto que no de manera literal- causándose sendos moretones en su ya
lastimada credibilidad y su casi extinta seriedad.
El primer auto-rodillazo tiene que ver con la manera en
la que sus tecleadores están administrando la cuenta de Twitter del Presidente.
Lo están haciendo, a decir de un amigo, como “monos con navaja” (debo mencionar
que yo me entero “de rebote” de los tuits que emanan de dicha cuenta porque ni
loco me haría seguidor de semejante opería). La cantidad de publicaciones con
datos inexactos o, en el peor de los casos, erróneos, ya ha sido objeto de
artículos que mueven a preguntar quién quiere hacer quedar tan mal al titular
de dicha cuenta –un tal Evo-. Pero una cosa es dar información equivocada y
otra, denotar absoluta ignorancia (o maledicencia, quién sabe) publicando verdaderas
barrabasadas, cual es el caso de aquella que atribuye al Gral. Gary Prado
Salmón la autoría del asesinato de Ernesto Guevara; auto-rodillazo de colosal
dimensión que ya tuvo respuestas de autoridades en materia de historia, y del
propio aludido, dejando establecido que, por el contrario, dentro de lo
delicado de la situación en 1967, Prado tuvo un comportamiento humanitario, lo
que más bien lo enaltece, para con el intruso argentino-cubano.
A propósito, sin simpatizar en absoluto con el terrorista,
considero que lo que se le hizo no estuvo correcto; ultimarlo y, encima,
mutilarle las manos es de una torpeza bárbara. Se atribuye a Guevara esta
expresión a tiempo de ser capturado: “No me maten, valgo más vivo que muerto”;
sea o no verdad que lo haya dicho, lo cierto es que, por el contrario, el
tiempo demostró que el hombre valía más muerto que vivo pues pasó del personaje
al mito, cosa que la decisión jerárquica de ejecutarlo no vislumbró. Si el
sujeto siguiera vivo, sería un venerable anciano –a lo Fidel- viendo cómo los
Rolling Stones llevaban los nuevos vientos a la Isla. Y, claro, no habría mucho
negocio en hacer camisetas con su cara estampada.
Segundo auto-rodillazo: El asunto del asesinato a los
esposos Andrade había dejado de ser tema de conversación hace diez años; la
mención del caso era una excentricidad de algún memorioso –como Humberto
Vacaflor, por ejemplo- cuyo impacto no pasaba del comentario de cafetín. Hasta
que, buscando algún motivo para perseguirlo, al régimen no se le ocurrió mejor
idea que la de enjuiciar al mencionado periodista por haber recordado el tema
durante una entrevista de la que pocos se enteraron –entre ellos ni yo mismo-.
La consecuencia de esta acción del régimen ha sido
catastrófica porque ha generado un “efecto búmeran” descomunal: hay personas
–las de las nuevas generaciones, principalmente- que no habían oído siquiera
hablar de ese espantoso crimen en el que, hay testimonios que lo corroboran, el
señor Morales Ayma jugó un rol protagónico. No vamos a cometer la ligereza de
afirmar que fue el asesino de los Andrade, pero cuando Amalia Pando le pregunta
a Filemón Escóbar si aquel estuvo presente en el Chapare durante la reunión en
la que se decidió eliminarlos, el activista responde: “Él (Morales) presidió la
reunión, con la Margarita Terán, los más radicales”. Más claro, agua…
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