La combinación de un régimen en franco estado
de descomposición –decadente y cínico- y su correlato, un caudillo reducido a
grotesca caricatura de sí mismo, está produciendo situaciones, actuaciones y
declaraciones que en un contexto regular serían inverosímiles pero que en la
ruina institucional presente se constituyen como la norma(lidad).
Difícilmente encontraremos –para ello
tendríamos que comparar el estado actual de las cosas con el del tiempo de los
caudillos bárbaros, según la categoría arguediana, o remitirnos a la Uganda de
Idi Amín- paragón con lo que sucede hoy en Bolivia.
Ya a comienzos de su régimen, el señor Morales
Ayma mostraba signos de progresivo desvarío, fruto, imagino, de su borrachera
de poder: su delirio coprolálico se manifestaba en la frase alusivas a las
heces fecales (caca) respecto de las relaciones con Estados Unidos y, más
tarde, desafiando a algunos expresidentes a cagar en el Tipnis –cuando éstos le
aceptaron la “invitación”, el tipo se hizo el loco-.
Como aquellas, son innumerables las sandeces
que perpetra el aludido ante la adulonería de quienes viven a costilla suya,
aplausos incluidos. Y como el jefe, al estilo del juego del “mono mayor”, da la
pauta, sus serviciales replican las fechorías de manera discrecional.
Siendo el Presidente el más connotado denigrador
de la condición femenina, sus empleados creen que tienen la misión de andar
metiendo mano a cuanta mujer se les cruce en el camino. Al menos así sucedió en
la inauguración del palacio erigido a la “gloria” de su morador azul, cuando señoras
periodistas, en función profesional, acudieron a cubrir el acontecimiento. Poco
tiempo después el propio gobernante se jactaba de haber sido abordado por una
muchacha que le habría solicitado ser depositaria de su sacrosanto semen para
darle un hijo.
Otro “hermano” se encargó de ir dejando su
leche en prostíbulos alteños. No es que no pueda hacerlo; el problema es que llevaba
consigo símbolos caros a la historia patria. Ya muchos colegas se han referido
a la gravedad del hecho que el régimen trató casi como una anécdota. Puedo
añadir a lo que ya dijeron, que el hecho devela el profundo desprecio del
régimen por la República y lo republicano, reafirmando su talante autocrático –recordemos
que, luego de 183 años de formar parte consustancial del ejercicio
presidencial, fueron sustituidos por símbolos advenedizos del denominado “Estado
Plurinacional”, y depositados en la bóveda del BCB, saliendo sólo, aunque nadie
parece respetar el protocolo (¿existe?) de su manejo, para los fastos por la
fundación de Bolivia-.
Otro que no quiso quedarse atrás en esta
impúdica exhibición de vergüenzas fue el diputado masista Soto (con “p”) quien,
muy suelto de cuerpo, mostró sus corruptas carnes envueltas en vulgares contorsiones
y amenazador griterío. Ningún productor de “reality shows” podría haber
imaginado escenas tan procaces como las descritas.
Cabría decir que, con tales groserías, uno ya
lo vio y escuchó todo; pero como ningún miembro del régimen quiere quedarse
atrás, no faltó quien –lo oí en por radio en un minibús- reconociendo que el No
se impuso en el referéndum del 21F (reconocerlo ya es algo), acotó que “sólo
fue por el 1,5%” y que “no era una diferencia abrumadora”, por lo que “el
hermano Evo” tenía todo el derecho de volver a postularse. No alcancé a
identificar al personaje que dijo tal barbaridad, pero como que ya está de buen
tamaño de tanta inmundicia humana, ¿no?...
Por fortuna, restan sólo algo más de 500 días para
que esto se acabe.
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