Viñeta: Frank Arbello
Uno de los operadores del régimen, cuyo
nombre no recuerdo, expresó su vaticinio de que
el MAS ganará las elecciones de
finales de 2019 para el periodo 2020-2025.
Me parece muy bien. Sería insólito que el
militante de una tienda política anuncie a los cuatro vientos que su agrupación
participará para ser derrotada en un proceso electoral.
Es más, si así fuera –si ganase el MAS- a mí,
como demócrata que soy, me gratificaría enormemente. Eso sí, con un detalle no
menor: que lo hiciese en buena ley.
Hacerlo en buena ley quiere decir al menos
tres cosas: que el proceso electoral sea limpio, que el MAS no use abusivamente
los recursos públicos en propaganda y en campaña, y, claro, que respete la
Constitución y el veredicto popular del 21 de febrero de 2016 postulando a las
dos primeras magistraturas a candidatos distintos de quienes las ejercen hoy,
individuos inhabilitados para optar a dichos cargos. Tres aspectos que el
régimen está muy lejos de aceptar.
Se dice, desde el gobierno, para desviar el
tema de fondo –la ilegalidad de la intentona re-re-repostuladora- que esta
posición responde al temor de quienes nos oponemos a este régimen a la
candidatura del “invencible”; una falacia, a juzgar por las encuestas
recientemente divulgadas, en las que el caudillo no sale ni regularmente parado
–no supera el umbral del 30%-. ¿Quiere el MAS perder en la próxima elección?
Insista (e incluso consiga) meter a los señores Morales Ayma y García Linera en
carrera por la presidencia y vicepresidencia respectivamente.
En mi lectura, el desgaste, luego de más de
doce años de ejercicio discrecional del poder, le está pasando factura
(¡recién!) a los jerarcas del régimen. Asimismo, la brecha entre quienes apoyan
el “no” y el “sí” se ha ampliado drásticamente en favor de los primeros.
Vale
decir que una buena parte de quienes votaron por el “sí” el 21F, ahora forman
parte del grupo contrario, probablemente desencantados con la falta de honorabilidad
de Morales Ayma y compañía, al haber desconocido el resultado y haber buscado
formas muy próximas a las mafiosas para habilitar al deshonesto mandatario.
Sucede que, como todo proyecto construido
función de un caudillo, el “instrumento político”, como le dicen, no ha generado
liderazgos de recambio, porque tan pronto como algún miembro del mismo
comenzaba a asomar cabeza, se la cortaban. Ahora que el caudillo no puede, en
ley, postular, tal instrumento ingresa en un círculo vicioso en torno al mismo
sujeto.
Ya que “adentro” no tiene a una figura
atractiva –que encarne el liderazgo carismático tan caro al populismo- se me
ocurre que podría obtener buenos resultados (en su caso, mejores que los que
podría obtener el desportillado Morales Ayma) recurriendo a personajes no
orgánicos pero, creo, cercanos al “proceso”.
Me atrevo, esperando no lo tomen a mal (y más
bien como un cumplido), a sugerir unos nombres en tal sentido: pienso en Marco
Antonio Etcheverry (“Diablo Presidente”), quien solía liderar protestas frente
a la embajada de Bolivia en EEUU en defensa de la autonomía, hasta que fue
cooptado por el régimen e incorporado al equipo presidencial. Sigo con Elmer
Hermosa (si quieres platita tener, hay que arrimarse al poder); el MAS ya hizo
alcalde a su colega Cholango, quien
dejó a su municipio en condiciones lamentables. Al menos el Kjarka no es bebedor consuetudinario.
Finalmente, la más seria de mis sugerencias, está doña Remedios Loza, hoy
alejada del ámbito público, quien, bajo el auspicio del régimen, podría tener
un desempeño electoral extraordinario.
Como ya lo expresé, si lo hacen en buena ley,
que ganen sería una contribución a la democracia; de otro modo, sería un paso
más hacia su destrucción.
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