El sonado caso
de narcovínculos gubernamentales, conocido como “Montenegro”, ocupa los
titulares de estos días; pero pocos recuerdan que en septiembre de 2008, si no
me falla la memoria, uno similar –en cuanto a gente cercana al régimen,
policías y operadores antinarcóticos- ocurrió en las entrañas mismas del
territorio cocainero. Se lo conoció como “El clan Terán” por haber sido
cometido por miembros de tal familia chapareña. Dos hermanas de la
exasambleísta constituyente Margarita Terán fueron encontradas con las manos en
la blanca (147 kilos). Luego se supo que el hermano que trabajaba en la
institución encargada del control de narcóticos, era quien permitía que la
“merca” pasara dicho control. La mencionada dama se libró de un proceso bajo el
argumento de que “los delitos son personales” aunque es dudoso que no supiera
de dichas tropelías y que al no denunciarlas estaría incurriendo en encubrimiento.
Una explicación menos elegante es que a dicha señorita se la hubiese excluido
por haber sido una “cara conocida” (caracterización que el Presidente usó para
una de sus parejas, que bien podría aplicarse a otras) del señor Morales Ayma.
En la actualidad, Terán se desempeña como ejecutiva de las cocaleras del
Chapare.
En su visita al
país, en 2014, el entonces Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, ya
advertido del “corralito” que le tenía preparado el régimen se mostró muy
cuidadoso a la hora de recibir homenajes. Muy bien asesorado, no se prestó al
juego de hacerse poner la guirnalda de coca con la que Morales Ayma utiliza a
sus visitantes para propagandizar el producto del Chapare; en su lugar, lució
una de flores. El régimen no se dio por derrotado e intentó engatusar a Ban con
una torta de coca preparada en honor de su cumpleaños; éste, guardando las
formas, actuó con la frialdad que requería el momento: sopló las velitas, pero
nada de morder el anzuelo. De haberlo hecho –el guirnaldazo cocainero o la
probada de torta- la viveza de Morales Ayma propagaría que “La ONU apoya la
producción coca(ína) en el Chapare”. El Papa también fue bien asesorado para no
pisar el palito.
¿Por qué traigo
a cuento estos episodios? Sencillamente porque, ya fuera por mal asesoramiento
o por exceso de entusiasmo, al señor Luis Almagro, Secretario General de la
Organización de los Estados Americanos (OEA), comprometió seriamente a la
institución panamericana al ligarla con el tráfico de cocaína con su curioso
comportamiento que no condice en absoluto con el de alguien que llega al país
en visita oficial.
El citado
personaje no vino en calidad de amigo de juerga del señor Morales Ayma. Lo hizo
en representación de la máxima entidad supranacional de América; por tanto, sus
actos no los realiza a título personal: comprometen a la propia OEA. Ni la ONU,
ni el Vaticano cayeron en la trampa. ¿Qué pasó con la OEA?
¿No le dijeron
los asesores locales de la Organización que el régimen se caracteriza por
aprovecharse de las personalidades? ¿No le advirtieron sobre los nexos de la
pareja de baile que le “tocó”? Y si lo hicieron, ¿Almagro actuó por su cuenta y
riesgo?
Con sus
desvaríos, el señor Almagro consiguió lo que nadie antes pudo hacer: dejar la
imagen de la OEA por los suelos. Si esto ocurrió por errores de la
representación local, deberán rodar un par de cabezas; si fue por cuenta del
propio Almagro, que es lo más probable, deberá rodar la suya. Sin la purga
necesaria, la organización estaría, implícitamente, dando su aval al narco.
Cierro con una
cita de Claudio Ferrufino: “Luis Almagro, que en su momento pareció sobrio, ha
perecido ante la baba verde del imperio cocalero.”
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