Como van las cosas, al régimen ya no le será
suficiente aplicarse un ungüento paliativo para aliviar sus dolores. Así lo
hizo luego de su derrota en el referéndum del 21 de febrero de 2016 y luego de
haber sido humillado en las elecciones judiciales del 3 de diciembre de 2017.
Maltrecho y aturdido, se dio modos, sin embargo, de torcer la voluntad popular
para desconocer el resultado del primero e imponer a sus operadores judiciales
en las segundas.
Asimismo, el régimen logró aplacar varios
achaques provenientes de sus entrañas: el “Zapatagate”, Fondioc, caso
“Ostreicher”, ejecuciones extrajudiciales y los “33 camiones”, entre los más
emblemáticos; hechos que aún esperan ser esclarecidos por tribunales
independientes, cosa solo posible con un cambio de gobernantes cuyo accionar
restituya el Estado de Derecho en Bolivia.
La situación por la que atraviesa hoy el
régimen es algo distinta. Me explico: escándalos de corrupción y crimen como
los mencionados se fueron presentando en tiempos sucesivos; en este momento, el
régimen afronta tres gruesos males que amenazan con ponerlo entre las cuerdas.
Esto ha afectado a su sistema nervioso periférico y no sabe cómo manejarlo -quizás
altas dosis de Clonazepam pudieran paliar en algo sus padecimientos-.
La primera neuropatía tiene que ver justamente
con el escándalo que involucra al régimen con el robo consentido que benefició
a la empresa Neurona –asunto del que me ocupé hace un mes-. Cuando todo hacía
parecer que los cómplices locales del asalto iban tomando control del tema
mediante el viejo truco de prometer una investigación, unas fotos (auténticas)
acompañadas de textos (¿tendenciosos?) colgados por el “man” de Neurona se armó
un intríngulis de explicaciones y aclaraciones que desarticuló la línea
distractiva del régimen. La ciudadanía, entretanto, optó por aplicar el
aforismo cachístico “lo que se ve, se anota”.
El segundo colapso nervioso lo causó la muy
comedida diputada Susana Rivero quien, en su afán de quedar bien con el Jefazo
acabó haciéndole un flaco favor. De una gravísima acusación de “narcovínculos”,
pasó casi a una de infracción de tránsito, ocasionando, con sus devaneos,
fortalecer la figura del candidato Mesa, dada la alta exposición mediática que,
graciosamente, le brindó. Una auditoría de medios podría evidenciar que,
durante las dos últimas semanas, la presencia del dicho candidato opacó a la
del Secretario Ejecutivo de la Federación de Cocaleros de Trópico, a la sazón Presidente
de Bolivia. El MAS, hablando en buen romance, no sabe cómo desfacer el entuerto provocado por la señora “Tsusanami”.
El tercer ataque a su sistema nervioso es de
magnitud colosal y, definitivamente, lo está consumiendo. Obviamente me refiero
al causado por la irrupción en escena de un narcopolicía quien hace palidecer a
otros como el célebre Jefe de Inteligencia del régimen, Sanabria, quien guarda
detención en una prisión del imperio.
Nuevamente, el régimen se complica en sus
propias contradicciones y no parece capaz de salir medianamente bien librado de
su propio pecado original: el régimen sostuvo al coronel Medina durante más de
una década y ahora pretende negar tres veces al mafioso al que apadrinó
generosamente. La profusión de fotografías y vídeos (auténticos) que ligan a
operadores del régimen con narcotraficantes habla por sí sola. Roger Pinto
(QEPD) la tenía clara y el régimen la emprendió contra su persona. Desde donde
esté, el ex parlamentario debe tener puesta una de sus manos en el mentón.
Esta simultaneidad de asuntos en extremo
complicados, me hace pensar que el régimen anda metido en poncho de once varas.
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