De manera solícita, la ciudadanía acudió a
las urnas, aun sabiendo que uno de los postulantes a la Primera Magistratura no
tenía nada que hacer en la papeleta electoral por estar inhabilitado
constitucionalmente –inhabilitación refrendada, además, por un referéndum que
zanjó toda duda al respecto-.
Conocidos los datos oficiales al 85%,
cuando se detuvo el conteo, los bolivianos ya entraron en modo “segunda vuelta”
dado que los guarismos indicaban que, de manera irreversible, por la tendencia,
la diferencia entre el candidato legal y el advenedizo, no le alcanzaba a este
último para consumar su fechoría en primera vuelta. Es más, en el conjunto de
la votación, una abrumadora mayoría votó en su contra.
Ciertamente, el primero logró capitalizar
el descontento que, fruto de tanto abuso y corrupción, generó el régimen,
descontento que se materializó en un rotundo “no” el 21 de febrero de 2016 y en
votos, el 20 de octubre, dando paso a una inédita “segunda vuelta” a la que
acudiremos en diciembre.
No deja de ser llamativo el hecho de que en
la convocatoria a la primera vuelta electoral, el tristemente célebre Tribunal
Supremo Electoral hubiese omitido incluir la fecha de la segunda y que cuando
se le consultó por dicho “olvido” arguyó que lo haría si efectivamente se daba
tal situación –pensando mal, al TSE, como al resto del régimen, jamás le pasó
por la cabeza tal posibilidad-. Tiempo más tarde, el señor García Linera,
candidato ilegal a la Vicepresidencia, indicaba que su sigla tenía un “voto
oculto” (¿eufemismo por “fraude”, tal como “estrategia envolvente” por
“cochinada”?).
Así y todo, el régimen muerde el polvo y,
por mucho que asegure que se impuso en la primera, luciendo unas muecas
intentado fingir sonrisas, deberá concurrir a la segunda, en la cual los
auspicios no juegan a su favor.
En los hechos, el régimen ha perdido
estrepitosamente, no solo porque sus postulantes son ilegales, ilegítimos e
inmorales, sino porque gozó de toda clase de ventajismo avalado por sus lacayos
del órgano electoral –ya habrá tiempo para reencauzar democráticamente dicha
entidad-, así como por el grosero dispendio de recursos públicos para fines
particulares, y por amenazar permanente mediante una campaña del miedo para que
los votantes no apoyen al candidato legal mejor ubicado. Aprovechó, impúdicamente,
el aparato estatal para montar una campaña sin precedentes por la asimetría
respecto a aquella que dispuso de su propia logística de apoyo para llegar al
día de la votación.
La ciudadanía camina hacia la segunda
vuelta con los ánimos renovados, mostrándose resuelta a no dejarse timar
nuevamente por el régimen dictatorial que ya está ejerciendo el poder de manera
ilegal y que quiere reproducir la patraña las veces que se le antoje. Los
jóvenes le han dado a dicho espíritu un ingrediente de poderosa motivación para
no desmayar en la lucha por la democracia. Su presencia en todos los actos por
el respeto al voto ha sido fundamental para sostener la ruta hacia diciembre.
Ver a nuestros hijos ejerciendo sus derechos ciudadanos permite afirmar que el
país tiene futuro, que la esperanza está en alza.
Escribo todo esto en medio de la
incertidumbre ocasionada por el comportamiento de régimen –vía sus operadores
del TSE- de forzar a como dé lugar un resultado distinto del que viabiliza la
próxima vuelta. Sin embargo, la ciudadanía acudirá el segundo domingo de
diciembre a cumplir su deber ciudadano y, con ello, volver a decirle “No” al
sátrapa. Bolivia tendrá, a partir de enero, poderes separados que garantice
pesos y contrapesos en la toma de decisiones públicas, vale decir que se
instalará una República con su respectivo estado de derecho.
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