¿Recuerda usted Crisis, what crisis?, aquel disco de Supertramp de los 70 donde en portada tomaba el sol plácidamente un señor ajeno al desastre que le rodeaba?
Pues bien, la actitud que el Primer Mandatario de Bolivia ha adoptado prácticamente desde el comienzo de su gestión y con mayor desfachatez en recientes días parece calcada de aquel cuadro; “¿Crisis? ¿Cuál crisis?” responde desafiante a quien se le ocurra preguntar sobre el tema –generalmente periodistas “conspiradores”- y vuelve a jugar fútbol como si nada.
Lo cierto es que contra toda lógica –las crisis son estados pasajeros, dice la regla- la crisis de Estado, que se creía que pudiera ser resuelta con el magnífico desempeño electoral de Morales que le permitió acceder al gobierno con una mayoría absoluta, es crónica porque se prolonga ya durante ocho años. En lugar de haber sido la solución, los hechos hacen del Presidente y de sus adláteres un problema; quizás la parte más dañina del problema general. Así es que pretender no darse cuenta de ello es un gran despropósito.
Tiene el señor Presidente, sin embargo, algo a favor que no tuvo ningún otro en circunstancias similares –y que también optaron por la negación de las mismas-: un grado insólito de tolerancia social, rayano en el MASoquismo, que hace que muchos incautos estén dispuestos a sacrificar su bienestar individual a fin de que “el hermano Evo”, “humilde como nosotros”, siga atacando a las instituciones, siga jugando a ser la víctima en esta historia, siga desbaratando la producción y siga aislando a Bolivia en materia económica. A la crisis política se suma, ahora, la económica.
Lo curioso es que, mientras –represalia mediante- ha conseguido meter en cintura a la “oligarquía del aceite” consiguiendo de ella un “precio justo” para el mercado interno, no haga lo propio con el resto de las oligarquías: la del tomate, la de la arveja, la de la papa… la única oligarquía que ha optado por el “precio justo” sin que nadie –salvo el propio mercado- se lo pida es la de los cines que ha bajado el de las entradas en un 20% -se menciona este dato porque entre los indicadores de inflación del INE figura el de las entradas al cine, con lo que seguramente el índice inflacionario de mayo será más bien bajo (con la salvedad de que la gente no come entradas de cine)-.
En fin, que como no hay tal cosa como una crisis, que el país es una taza de leche –a propósito, ¿en cuánto está el litro de leche ahora? ¿en cuánto estaba hace dos meses?- que estamos comenzando a “vivir bien”, no hay de que preocuparse. ¡Jallalla Evo!
Puka Reyesvilla
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