miércoles, 21 de enero de 2009

La construcción del "orinoca"


Si hay un concepto que recurre transversalmente el texto del proyecto de CPE a ser sometido a referéndum este domingo, ése es el de “indígena originario campesino”. Es importante, a efectos de lo que se dirá más adelante, hacer notar que, en todas las menciones que se hace de éste en dicho texto, aparece así, sin comas ni algún otro signo que lo haga susceptible de una lectura fragmentada de sus tres componentes. Así escrito no puede ser interpretado sino como un todo conceptual.

Me he tomado el trabajo de contarlas. ¿Sabe usted cuántas veces aparece a lo largo del texto? ¡Sesenta y ocho!; 3 como parte de un título o sección, 31 como “naciones y pueblos”, 6 como “jurisdicción”, 5 como “territorio”, 13 como “autonomía”, 3 como “región”, 1 como “culturas”, 1 como “circunscripciones especiales”, 1 como “justicia”, 1 como “origen”, 1 solo como “pueblos”, 1 como “pueblos y comunidades” y 1 como sujetos individuales.

En comparación, ¿sabe usted cuántas veces el concepto “República de Bolivia”? Una sola, casi de soslayo.

Estamos pues ante un artefacto mítico devenido en constructo antropológico que, yendo de lo genérico a lo particular, culmina en el sujeto “indígena originario campesino”.

Insisto en que me guío en el todo tal como está puesto en el proyecto de constitución que anda circulando profusamente. Y lo hago porque ante un escrito previo en el que adelanté estas ideas, un colega y amigo me sale con que “se entiende que debería leerse así: pueblos indígenas, originarios y/o campesinos”. Si es así, ¿por qué no se usó tal redacción?. No, hombre, yo no entiendo que debería leerse así o de otra manera que también se podría forzar.

Citado por Francovich, el historiador rumano Mircea Eliade señala que tanto el comunismo como el nazismo tienen su origen en mitos; el primero en los del redentor, de la Edad de Oro y del fin absoluto de la historia, el segundo, en los de la sangre y la raza superior. Una serie de mitos han confluido en la manipulación por parte de las ONG’s, en la construcción de lo indígena originario campesino como materialización humana de lo casi perfecto, en contraposición a lo urbano intercultural concepto, este último, tenido como virtud hasta hace poco y que, en el registro del PNCPE aperece como un accidente (a)histórico.

Introduzcamos ahora un giro con un efecto asombroso. Comoquiera que el orden de los factores no altera el producto, hablemos de lo originario indígena campesino; casualidad o no, el hecho es que del mismo se puede formar el acrónimo “orinoca” que, como nombre propio, se refiere al pueblo natal del señor Presidente.

Estamos, pues, ante el nuevo sujeto histórico construido por la ONG’s para su instrumentalización: el orinoca, símbolo de su proyecto racista y totalitatrio.

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