miércoles, 6 de agosto de 2025

Mi Bolivia, mi Bolivia, mi Bolivia...




 Es 6 de agosto y comienzo a escribir. Resuena en mi cabeza, más de tres décadas después, el pregón de Toto Arévalo luego de la clasificación de la “Verde” al Mundial de 1994. Tal hazaña no solo fue un hito deportivo; fue el resultado de un proceso de cohesión social alrededor del ascenso de la selección. Tal fenómeno, para seguir abordándolo desde lo futbolístico, tuvo un contexto singular: una cantera de formación -la Academia Tahuichi-, una dirigencia con claridad estratégica, una generación madura en el momento exacto, unos individuos talentosos, provenientes, en buena medida del oriente boliviano, junto a quienes venían de otras regiones y con el aporte del los nacionalizados, todos bajo la dirección técnica de un vasco. La fortuna jugó su rol: un paro de jugadores permitió disponibilidad para concentraciones más efectivas.

Pienso, sin embargo, que sin las condiciones sociales y políticas de ese periodo, aún consiguiendo la clasificación, el éxito futbolero solo hubiese sido una suerte de escapismo a la situación general del país -como, seguramente lo sería, si la selección actual lograra el pase al próximo Mundial, cosa que, por supuesto, la deseo, como todos nosotros-.

¿Y cuáles, además de las específicamente futbolísticas, fueron esas condiciones? A mi juicio, el escenario sociopolítico que sobrevino a la suscripción de los Acuerdos del 9 de julio de 1992, que enrumbaron a Bolivia hacia la modernización institucional democrática con políticas de Estado acordadas con todos los actores políticos de entonces. No se explican la Participación Popular ni la Reforma Educativa sin aquellos acuerdos. En última instancia, todo esto podría simplificarse con pocas palabras: Estabilidad y visión a largo plazo.

Cohesión no es, en modo alguno, homogeneidad. Es, aunque suene a cliché, la muy manoseada idea de “unidad en la diversidad”: poder ponerse de acuerdo en un puñado de propósitos sobre el destino nacional, respetando las particularidades “pluri-multi” de nuestra nación, la boliviana.

Durante décadas, el de la reivindicación marítima fue un elemento cohesionador, muchas veces mal utilizado por regímenes en crisis para sortear sus propias dificultades.

Nuestros múltiples mestizajes, nuestras variadas sinergias, nuestra lengua franca, nuestras tradiciones y cultura -las generales, para diferenciarlas de las localizadas- nuestro sincretismo animista-judeocristiano, nuestra comunión con el medioambiente… son algunos elementos a reconocer y valorar. Y, si nos clasificamos a todos los mundiales por venir, tanto mejor.

Lo digo desde el alma boliviana que me posee. Soy paceño, de madre pandina, hija de cruceño, y de padre chuquisaqueño, quien hablaba en quechua como si fuera su lengua materna -aún le reprocho el no habérmela “heredado”; prefirió que aprendiese inglés, lo que me sirvió para optar a una beca- . En mi casa se comía cuñapé, somó y masaco -todos hechos por ella- y toda la variedad de “picantes” charquinos. El chairo y el plato paceño vinieron luego. Mis progenitores llegaron a la sede del Gobierno porque La Paz era la “tierra prometida”, como lo fue Florencia en el Renacimiento. Antes de la independencia, lo era Potosí (aunque, por razones climáticas, pienso, Sucre (La Plata) era el centro administrativo y familiar). Hoy eso es Santa Cruz… mañana, ¿El Alto?

Mi primer trabajo lo tuve a los ocho años y, con mi primer sueldo, compré un charango, instrumento criollo proveniente del laúd y la bandurria y muy similar al timple canario. Al pulsarlo, cosa que hago a menudo, vibra esa bolivianidad hualaycha, chola -soy más cholo de lo que podría creerse- pero combinado con otros timbres, se hace universal, cosmopolita. Tengo una composición que le vendría bien a don “Bicente”. Espero producirla en breve.

De chango solía esperar la edición anual de Almanaque Mundial, que contenía tablas de desempeño económico, como ser la producción de minerales; iba rápidamente al estaño y Bolivia estaba siempre en segundo lugar, por debajo de Malasia. Quería verla en primer lugar. Claro, tenía el chip del extractivismo (la renta del subsuelo), tan inserto en todos los bolivianos. Bendición y maldición al mismo tiempo.

Presencié, como lo conté en otros escritos, los fastos del Sesquicentenario, en plena dictadura militar, pero en mi recuerdo los veo mucho más vivos que los del Bicentenario. Por entonces, excepción a la regla mediante -para mayores de 21 años-, participé en un concurso televisivo sobre historia de Bolivia –“Cita con la Historia”, y me hice de un premio con el nombre de uno de del próceres de la independencia, Ignacio Warnes, y unos buenos pesos…

Mi Bolivia, mi Bolivia, Mi Bolivia…

domingo, 27 de julio de 2025

Evo, el "Dios" caído (publicado por "Péndulo Político", Correo del Sur)

 


No hay un solo Juan Evo Morales Ayma; hay, al menos, cuatro: la persona, el personaje, el mito y el (semi)dios. Eso explica que la persona se refiera a los otros tres en tercera persona, ¿Ha probado usted referirse a sí mismo como si lo estuviese haciendo a otro? Yo lo he intentado, y no lo he logrado; supongo que se debe a que no tengo una personalidad escindida.

Para el caso de la persona -JEMA- tal dispersión actúa más bien como un mecanismo de defensa. El individuo en cuestión no es un peligro en tanto sujeto natural; al contrario, es un ser acomplejado, inseguro, de baja autoestima. ¿No era éste el perfil del Hitler aún anónimo?

El tránsito -de la de notoriedad pública a la posesión del poder casi omnímodo-   hacia el personaje, es una carrera por revertir aquellos déficits -mecanismo de compensación-. Es entonces que se inviste de ropajes al estilo del “traje nuevo del emperador”. Y se comienza a construir el mito.

A manera de sazón, traigo un pasaje de una entrevista que María de los Ángeles Baudoin, de junio de 1995 (“La otra cara de Evo”, suplemento Ventana, La Razón) en el que le hace esta pregunta: “¿Eres egocéntrico?”, a lo que el entrevistado le contesta “¿Qué es eso?”. Una vez que explicado el significado, el aludido dice “Sí, es un vicio”.

En la medida en que sus acciones van erosionando la democracia, se le atribuyen facultades extraordinarias: imbatibilidad electoral, energía ilimitada, omnipresencia, campeón de su propio torneo, figura mundial… en el proceso, el dirigente sindical se ha convertido en el indígena vengativo. Mucha de esta construcción proviene de afuera. Recuerdo a Hugo Chávez diciendo que “su indio” domina “más de siete idiomas”, cuando bien sabemos que ni siquiera habla una lengua “originaria”. Y su castellano no es precisamente magistral.

Finalmente, por obra y gracia de sus “amarrahuatos” y con la aquiescencia del propio Morales, se forma una especie de culto, de adoración religiosa, de Iglesia; endiosamiento, en suma. La “Casa Grande”, el museo… García Linera diciendo que seres como el señor Morales Ayma aparecen una vez cada mil años.

¿Logró su propósito de minar por completo la democracia? Casi. La democracia residual que resistió la arremetida de su régimen, logró importantes hitos que frenaron el ímpetu destructivo de la institucionalidad democrática. Lo que me lleva a relativizar un eventual potencial peligro desde su reducto ligado al poder paralelo (ilegal) y alejado del formal. Un recuento de sus derrotas sirve para lo que sigue.

Esto, es el proceso de desmontaje del mito. Antes de anotar los momentos más evidentes de su debilidad, mientras estuvo en el ejercicio del gobierno, es interesante mencionar que, en arranques de “mea culpa”, sus adláteres del pasado inmediato reconozcan que la construcción de la imagen portentosa de su consentido objeto de culto no tiene base de sustento alguna.

Para hacer algo de memoria, recordemos algunos tropezones de Morales Ayma en los momentos que más poder ostentaba: su intento de “gasolinazo” confiando en su “espalda” política le daba para sostenerlo. No duró ni tres días y tuvo que retroceder. En ese tiempo, tal cosa era contradictoria con el discurso de prosperidad con el que llenaba la boca. Al respecto, ahora hay disponibilidad social para ajustes de esa índole. La marcha por el TIPNIS supuso otro retroceso para el “le meto nomás”, así como lo fue la reversión del Código de Procedimiento Penal, los sucesivos triunfos del voto blanco/nulo en las dos primeras elecciones judiciales, etc. Y el sopapo definitivo: el 21-F que precipitó la caída del régimen, pese a sus interpretaciones forzadas sobre un supuesto “derecho humano” y el fraude monumental que operó en 2019.

Ergo, si con todo el poder en sus manos fue impelido a recular, ahora que no lo posee es mucho menos peligroso, más allá de sus bravuconadas.

Hace mucho que Morales Ayma dejó de ser símbolo de inclusión para convertirse en símbolo del estancamiento político. Luego, sobrevive políticamente en su reducto y ya no gravita en toda la esfera pública. En gran medida vive de su propio recuerdo que, con un nuevo gobierno que se respete, terminará por desaparecer.

Los últimos meses, Morales Ayma ha intentado por todas las formas posibles de forzar su habilitación como candidato a presidente para las ya cercanas elecciones. En el camino ha perdido todas las batallas, llegando incluso a perder el partido que consideraba de su propiedad. Podrá, seguramente, colocar, a última hora, a sus alfiles en alguna lista de parlamentarios y eso será la más a lo que podría aspirar. Se le acabaron los recursos -los legales, quiero decir-. Todo lo demás es vocinglería, violenta ciertamente.

Hoy se está viendo la peor versión del caudillo caído en desgracia. Pero, por ello mismo, hay que mantener cierta cautela. Dicen que las últimas erupciones de un volcán (JEMA lo fue antaño) en vías de apagón son las más violentas. Más allá de eso, lo que quedará será puro cascarón y volverá la persona vulnerable, aunque, probablemente, soberbia.

Yo diría que antes que un peligro para la democracia, el actual Morales Ayma es un mal ejemplo de perdedor. El susodicho es, en realidad, un peligro para las niñas.

jueves, 24 de julio de 2025

Disponibilidad social, la llave para la transformación

 





A veces, la historia avanza no porque haya grandes consensos, sino porque se agota la paciencia. Y Bolivia, tras casi dos décadas de hegemonía azul, parece haber llegado a ese punto. No estamos ante un simple proceso electoral, sino ante el probable desenlace de un largo ciclo de poder que —como todo ciclo prolongado— termina más por desgaste que por mérito ajeno. El MAS, en todas sus versiones, ha entrado en la zona crepuscular. Y el país, lejos de temer el cambio, parece desearlo con una intensidad contenida.

Curiosamente, este contexto abre una ventana inesperada. Hay momentos en que reformas estructurales —largamente postergadas, difíciles de explicar o de digerir— encuentran un terreno más fértil no porque la gente las entienda mejor, sino porque las quiere más. Y las quiere porque, simplemente, ya no soporta más de lo mismo.

En otras palabras: se abre una rara oportunidad. Lo que hace diez años habría provocado bloqueos, paros y violencia explícita, hoy podría contar con una inusual disponibilidad social. No es una cuestión de convencimiento técnico, sino de hartazgo político.

¿Privatizar empresas deficitarias? ¿Reestructurar el aparato estatal? ¿Revisar la Ley de Pensiones? ¿Despolitizar la justicia? Todas esas propuestas, impensables bajo un gobierno masista —más por dogma que por análisis— podrían hoy encontrar eco incluso entre sectores populares. Porque cuando el péndulo político finalmente se detiene, el país no solo gira de color: también cambia de humor.

Pero cuidado: esta apertura no será indefinida. Es un instante fugaz, un parpadeo de la historia. Si el próximo gobierno —posiblemente salido de la actual oposición— no actúa con inteligencia y rapidez, ese capital simbólico se diluirá como tantas veces ha pasado. No basta con que el MAS se vaya; hace falta que el nuevo proyecto convenza y enamore. Y que lo haga no con retórica grandilocuente, sino con reformas concretas, visibles y sostenibles.

Es cierto: no hay mandato más difícil que gobernar después de un ciclo largo de abuso del poder en todo sentido. La esperanza es tan grande como la desconfianza. Pero también es cierto que pocas veces hay tanto espa




cio para mover las placas tectónicas del país sin provocar terremotos sociales -roguemos porque sea así-. Bolivia no está simplemente en puertas de una elección. Está en una etapa de “reseteo” emocional. Y eso —si se lo entiende bien— puede ser la llave para transformar, no solo administrar.

No se trata de venganza ni de revancha. Se trata de reconstrucción. Y para eso, la nueva dirigencia necesitará algo más que programas: necesitará coraje, imaginación y una lectura aguda del momento. Porque la ciudadanía, cuando se cansa de unos, también otorga a otros licencias breves, intensas e irrepetibles para cambiar las cosas en serio.

Así estamos. Al borde de una transición que, si se la asume con claridad, puede ser más que un cambio de nombres. Puede ser —por fin— el comienzo de un país distinto. Uno donde los grandes cambios ya no dependan del aplauso callejero, sino de la convicción colectiva de que seguir igual es lo único inaceptable.

miércoles, 9 de julio de 2025

De regreso al futuro


 


A comienzos del siglo XV, el mundo de aquel entonces ya se había sacudido de la larga noche de la edad media y comenzaba a vivir sus años dorados. Florencia, próspera y orgullosa, se erguía como el centro de la actividad cultural de Europa. Quien quisiera hacerse de un nombre en el campo del arte debía radicar en esta ciudad dado el ambiente estimulante para el desarrollo artístico, en buena medida debido al impulso que las autoridades daban su desarrollo.

En ese marco, el Consejo de la Ópera del Duomo, convocó a un concurso para solucionar el problema de la catedral que, durante 80 años había quedado abierta a la intemperie porque no había constructor capaz de dotarle de una cúpula que no se viniera abajo en poco tiempo debido a su descomunal dimensión. Luego de las respectivas consideraciones, finalmente fue Bruneleschi quien se adjudicó la obra y, años más tarde, la entregó, para beneplácito de los florentinos.

En materia de construcciones y esculturas, el esplendor del Renacimiento ocurrió, en parte, gracias al redescubrimiento de antiguas técnicas romanas que habían quedado olvidadas, y muchas de las obras fueron destruidas al paso de las invasiones de los bárbaros.

Siguiendo nuestro ejemplo, Bruneleschi y otros, se habían interesado en el famoso Panteón, cuya reconstrucción fue hecha por el emperador Adriano en el siglo II. Al estudiar la manera en que se logró construir una cúpula de gigantescas proporciones, las pudo aplicar en la catedral y, con ello, solucionar el reto.

Puedo decir que los bárbaros interrumpieron el futuro -y la edad media no hizo gran cosa para reimpulsarlo- hasta que el Renacimiento superó el milenio perdido y proyectó a la humanidad hacia grandes aportes en varias disciplinas, algunos de los cuales se inspiraron en otros tantos logros producidos en la antigüedad clásica.

Pues bien. En Bolivia, los bárbaros -con los instrumentos de la democracia, al comienzo, y con el secuestro de ésta, luego- tomaron el poder hace veinte años y arrasaron con toda la construcción institucional que se venía diseñando con miras al futuro. En octubre de 2025 escribí el artículo “Vivir bien (a cuenta de las futuras generaciones)” (https://pukacosa.blogspot.com/2015/10/vivir-bien-cuenta-de-las-proximas.html) en el que, entre otras cosas, afirmaba: “Los últimos años, el régimen, vía propaganda, ha vendido la idea de una jauja atribuida a su genial líder, cuando en realidad se trata de una bonanza con pies de barro”. Dicho y hecho. Hoy, las nuevas generaciones cargan el peso de semejante barbaridad (o barbarie) y para volver a mirar al futuro hará falta un tiempo, ojalá breve, de sacrificio y austeridad, luego del cual retomaremos el camino al porvenir.

Para ello habrá que regresar al futuro donde lo dejamos, sin que esto signifique aplicar tal cual los avances institucionales que fueron implementados entonces -muchas cosas cambiaron, sobre todo en materia tecnológica, desde aquellas veces- sino más bien, retomar el “espíritu” con el que se concibieron. Solo a modo de ejemplo:

En Economía. Llámenle como quieran, pero el mecanismo que se conocía como “Bolsín” fue el mejor para establecer el mercado de moneda local con la divisa.

En Educación. Explorar la reforma educativa, proveniente del Congreso de la Educación de 1992 y plasmada en ley en 1995, con su visión local/global y su fuerte énfasis en la evaluación -absolutamente negada por la gestión del régimen saliente- de la calidad educativa.

En Justicia. Elección de Magistrados no es participación popular en la justicia; más cerca de ese concepto fue el de “jueces ciudadanos” que se aplicó por un breve periodo.

Repito: no se trata de una actualización mecánica. Es hora de volver al futuro.

lunes, 7 de julio de 2025

De vigas y pajas

 



Décadas atrás, cuando trabajaba en la campaña de un candidato a la Presidencia, recibí una llamada por teléfono fijo. La persona, a quien había conocido en otro contexto, me solicitaba una reunión reservada, casi secreta. Acordamos día y hora y, puntualmente, se apareció en la oficina. Tomando todos los recaudos que me había solicitado, empezó su alocución.

Me ofrecía “abundante documentación” sobre varias irregularidades que habría cometido el padre de uno de los candidatos oponentes, en función pública, insinuando que, con tales “pruebas”, se podía afectar la candidatura del hijo.

Por supuesto que no me mostró algo de aquello. Lo que quería era venderme información y seguramente esperaba, ansioso, que le preguntara sobre el precio de tan “generoso” hallazgo. Lejos de hacerlo, le pedí que se retirara, no sin antes recordarle que el candidato era el hijo, no el padre.

Supongo que el oficioso traficante anduvo con el mismo cuento por otras campañas, pero como nunca vi publicaciones al respecto, imagino que recibió una respuesta similar a la mía, lo que habla bien de un sistema de partidos que conocía límites a la hora de atacar a los rivales.

La pasada semana saltó a la luz la renuncia de una candidata a senadora a raíz de una “denuncia” vinculada a actividades ilegales de su padre, quien se encontraría cumpliendo pena de prisión en otro país.

Podría decirse que, por tratarse de un punto de eventual vulnerabilidad dadas las formas poco honorables del juego político en la actualidad, hubiese sido mejor no arriesgase a la postulación, aunque la renuncia, de algún modo, evita el objetivo real del avezado vocero -luego desautorizado por su jefe de campaña- cual era afectar al candidato a Presidente.

¿Merecía tal despropósito una respuesta/contrataque de parte de la campaña aludida? El propio candidato se encargó de restarle importancia, pero no faltó el torpe que devolvió gentilezas aludiendo al padre del vicepresidenciable contrario, cosa que ya se conocía y no había pasado a mayores, insinuando que la condición de éste era la fuente de financiamiento de la campaña de enfrente.

En buena hora, ambos personajes fueron criticados, aunque lo ejemplarizador hubiese sido apartarlos de sus respectivas alianzas. Algo es algo, sin embargo.

Esto también nos previene de que un hecho ampliamente conocido como es la participación del padre de un tercero en disputa en los hechos que culminaron en el asesinato de los esposos Andrade, en el Chapare. El hijo, seguramente, se encontraba cursando la secundaria; por tanto, no debería mezclarse en la pugna. ¡Hay tantas otras cuestiones personales que sí deben ser dichas!

Menos álgida, pero más extendida, es la tendencia a ver la paja en ojo ajeno que la viga en el propio, en el fragor de la batalla electoral.

Por tanto, ingresando a la etapa más dura, en términos de la definición electoral, habrá que calcular con precisión el calibre de los dardos a lanzarse unos a otros -si bien lo racional es que la discusión gire en torno a planes, programas y proyectos (tarea de los candidatos), la campaña es una breve toma de posiciones del contrario mediante diversas tácticas entre las que se cuentan las “bajas” por información sensible sobre los ocasionales rivales-, dado que, eventualmente, de darse una segunda vuelta -lo más probable es sea así- habrá que pactar, puesto que no se puede gobernar con “pajas”.

jueves, 12 de junio de 2025

Figuras sin definir (signos)

 




A diferencia de las elecciones post-2005 caracterizadas por una cerrada manipulación de los órganos del estado en favor del MAS, que permitieron que el señor Morales violara la Constitución a su gusto -ya en 2013, el TCP borró del mapa una gestión del susodicho para habilitarse a un nuevo mandato, y luego, el mismo ente, desconociendo el referéndum del 21 de febrero de 2016, volvió a habilitarlo, arguyendo un inventado derecho humano a la reelección indefinida-, las corrientes se presentan un poco más abiertas, gracias, en buena parte, a la fragmentación del propio MAS.

Si bien la figura de Morales Ayma se resiste, criminalmente inclusive, a cumplir los recurrentes, a escala nacional e internacional, fallos que dejan claramente establecida su inhabilitación, no es la que domina el escenario, salvo por el uso que hace de minorías eficaces para convulsionar al país.

También ocurrió que consecutivamente hubo un candidato de la oposición que impidió, al dispersar el voto, que otro mejor perfilado, llegara al menos a la segunda vuelta. Con esa lección, en 2019, el electorado concentró su voto en Mesa, pero el fraude montado por el régimen se interpuso en un probable triunfo de éste si se avanzaba al “balotage”. Luego, producto del desencanto con el gobierno de transición, la ciudadanía le regaló al MAS el actual periodo. Muy tarde para arrepentimientos.

Estamos, una vez más ante la posibilidad de que Bolivia se desembarace del régimen masista. He ahí la gran responsabilidad que la sociedad tiene en sus manos.

Entretanto, permítanme abordar un asunto marginal que va a pasar a formar parte de las agrias anécdotas de este proceso electoral, asunto que, en lo particular, o no lo había notado, o no lo hubo antes: el surgimiento de sujetos, por así decirlo, “pintorescos” que le han dado un toque bizarro al momento electoral que vivimos.

A la primera figura sin definir, como dice la canción de Soda Stereo, la podríamos caracterizar en la de la persona que le calienta el asiento – la cama, alternativamente- para para que ésta la ocupe una vez resueltas las trabas que le impiden hacerlo, digamos la certificación de solvencia. También podríamos llamarla “El candidato fantasma”, lo que le da un aura de misterio. Nunca hizo una aparición pública, pero, a objeto de registrarse como candidato a la Presidencia, cumplió con todos los requisitos para ello. Me pregunto qué siente este buen hombre al jugar tan curioso papel.

La segunda figura es la del personaje que, hecho un mar de lágrimas, comenzó a vociferar y a actuar contra gil y mil. Este individuo se convirtió en el terror de las siglas, amenazando a casi todas con borrarlas del espectro político. Protagonismo enfermizo o desubicación descomunal, el caso es que al exponerse tan ampliamente, salieron a la luz detalles curiosos de su personalidad -líos de faldas y una larga estadía estudiantil en la UAGRM-, lo que parece haber morigerado su comportamiento.

De yapa, tenemos a la dama que, como dueña de una sigla, se dio a la tarea de ofrecerla a cuanto paisano con ganas de candidatear se le asomara. ¡Hasta que, aparentemente, se sacó la lotería!

Ante la carencia de opciones, la sigla “casó” con el cocalero a quien años atrás había tildado de “asesino” y pasó de ello a defenderlo con uñas y, sobre todo, dientes, profiriendo amenazas de gran calibre haciéndole coro a su nuevo jefazo.

El podio del absurdo está ocupado por los tres. Signos.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Soniandrónicopa (MAS de lo mismo)


Las rencillas internas motivadas por intereses particulares entre jerarcas del régimen harían pensar que, finalmente, dado que su principal figura ha quedado fuera del escenario -aunque sigue dando batalla mediante llamados a la convulsión si no se sale con su gusto-, Bolivia se habría, por fin, librado del monstruo que le infligió un daño inconmensurable.

Nada más lejano de lo cierto: el monstruo ahora aparece con tres cabezas visibles y algunas encubiertas. Vale decir que tres personajes criados a imagen y semejanza de Evo Morales Ayma pretenden continuar en el poder. Se trata de una dispersión relativa que, probablemente, tienda a reconcentrarse en una posible segunda vuelta, si acaso logra meter una de sus cabezas en ella. Lo hará por puro instinto de conservación en aras de reproducirse. De ocurrir algo así estaremos atestiguando lo impensable hace no mucho: el “voto útil” masista. Siendo optimista, y con un voto opositor también reunido, no le alcanzaría para ello. Todo depende de que el soberano caiga en cuenta de que, a pesar de la imagen joven/renovador/mujer que presenta este Cerbero es solo una extensión del proyecto más nefasto que se produjo en nuestro país. Y por más que, a efectos electorales, intenten diferenciarse, son exactamente igual de funestos para el futuro.

A su turno, sin éxito, cada uno de estos “evitos” intenta darle otra cara al “proceso”. En realidad, es la misma cara -con caras no del todo “nuevas”, puesto que vienen de medrar del Estado más de una década-. Al que más le cuesta romper el cordón umbilical con el jefazo es al señor Rodríguez.

Para certificar lo dicho hay que ver dos aspectos: sus “propuestas” y los sujetos que los rodean. En cuanto a lo primero, las tres cabezas pregonan una fe ciega en la “mátrix”: el infame proceso de cambio.

Rodríguez lo hace explícitamente: “No venimos a romper lo construido” cuando de lo que se trata es, precisamente, de desembarazarse de toda la podredumbre que ha generado el régimen durante veinte años. “Potenciar las empresas públicas”, las causantes de un desangramiento de recursos, es una de las “grandes ideas” compartidas dentro monstruo tricápita, así como el mismo léxico rancio: “organizaciones sociales”, “Estado plurinacional”, “revolución cultural”, etc.

Vayamos a lo segundo: el entorno.

Sonia está rodeado de los restos del tilinismo: empleados públicos, empezando por ministros y terminando en supernumerarios cuyo voto no si quiera está asegurado, a menos que ejerza un control-chantaje. De las tres, es la cabeza más pequeña, pero tiene algo que las otras no: un manejo residual de los órganos públicos, incluidos los más sensibles en el proceso electoral: el TSE y el TCP -el intruso desagradable- y cierto margen de operación para un desaconsejable fraude.

Rodríguez es la creatura del infame García Linera, cuyo distanciamiento del jefazo parece ser circunstancial, a decir de la candidata a Vicepresidenta en la dupla: “Sigo considerando mi jefe a Evo”. Cabe mencionar que dos promotores de la candidatura de Rodríguez se encuentran con “licencia”: Mario Cronenbold, siempre al borde de la sospecha e Israel Quino, consejero político de aquel, investigado por abuso sexual.

Finalmente, el de Copa: Iván Lima, evista-arcista-copista, principal gestor del putrefacto estado de la justicia actual y de otras maravillas, nada menos que su Jefe de Campaña; y el émulo de Linera, un campeón de la acomodación, nada menos que su acompañante de fórmula.

El monstruo en cuestión se llama Soniandrónicopa. MAS de lo mismo. 

 

miércoles, 14 de mayo de 2025

Estragos ocasionados por el "fuego amigo"

 




Auspiciosas. Así se veían las perspectivas para este año, cuando, a finales del pasado, se anunciaba la construcción de un bloque de unidad a partir de un acuerdo entre líderes que habían manifestado su intención de terciar individualmente en las elecciones generales a celebrarse el 17 de agosto. No solo eso: invitaban también a otros a sumarse al esfuerzo de unidad.

Demasiado bueno para ser cierto, y aunque hubo gestos de auténtico compromiso con el bien mayor -renuncias que parecían potenciar el proyecto- el ambiente interno comenzó a enrarecerse.

La forma de zanjar la elección del “número uno”, aunque poco ortodoxa, al gozar del consentimiento general lucía como un recurso idóneo: tres encuestas reservadas, bajo el compromiso de no difusión de las mismas y una vez conocidos los resultados, la designación de candidato de unidad, decisión que a esas alturas se había reducido a dos participantes, quienes ya habían comenzado lanzarse dardos públicamente.

En la antesala de darse a conocer el nombre del favorecido -aunque persisten dudas de si realmente hubo encuesta, dado el secretismo del proceso, cosa que al momento carece de importancia por lo que ocurrió ese instante- sucedieron dos hechos: Una encuesta pública -la de red Uno- mostraba a Doria Medina ligeramente por encima de Quiroga, lo que puso nerviosos a los asesores de éste y, casi simultáneamente, el TSE emitía la normativa para la realización y difusión de encuestas.

Convenientemente, Quiroga anunció su alejamiento del bloque de unidad alegando que ya no era tiempo de encuestas, como si la encuesta del esquema unitario fuera a hacerse pública y, por supuesto, lo hizo disparando munición de alto calibre contra el contrincante.

Hasta la fecha, contrariamente a los “temores” de Quiroga y compañía, no se conoce, repito, tal encuesta. Además, habiendo permanecido en el bloque uno solo de dos posibles nominados, resultaba hasta innecesaria la realización de aquella. Por defecto, Doria Medina se hacía de la candidatura.

A partir de entonces, no cesaron las mutuas recriminaciones entre ambos. Lo curioso es que, en determinado momento, desde el campamento del expresidente, ya en calidad de candidato, se le pedía al candidato por el bloque de unidad que mostrara la encuesta, cuando fue justamente la susceptibilidad de que se filtrara, incurriendo en la ilegalidad y posterior inhabilitación, el argumento que Quiroga utilizó para zafar de la unidad.

El más reciente episodio de hostilidad al interior del bloque fue la difusión de la infame “lista negra” que Luis Fernando Camacho, pieza fundamental del esquema unitario, colocó, cual bomba de tiempo, en el cuartel del equipo. El “fuego amigo” volvió a estremecer los cimientos de lo que quedaba del edificio.

Vamos a convenir en que, sobre todo por la posición sensata de Vicente Cuéllar, la construcción ha resistido, aunque ha sufrido graves fisuras que con seguridad repercutieron en la intención de voto, aunque podría esperarse que las aguas se calmen dentro del, sin duda, único esfuerzo serio de unidad de parte del campo democrático. Buena parte de lo que se podría ocurrir para remontar el mal momento, descansa en una adecuada elección de los acompañantes. Si dicha (s)elección refleja un auténtico cuadro de unidad, podría revertirlo.

Por otra parte, ya se avizora una estrategia del régimen para, a pesar de sus resquemores internos, no soltar el poder. Es tiempo de detener el “fuego amigo” y apuntar a donde corresponde.

miércoles, 30 de abril de 2025

Duplicados y gemelos

 


Cada elección trae consigo una serie de hechos que la van marcando, aunque, al final, lo que cuenta es el resultado y pocos recuerdan lo que sucedió en el camino. ¿Qué nos depararán las elecciones generales de agosto? Más allá del “wishful thinking” (“ganará tal”, “ganará cual”, de acuerdo al deseo de cada quien), el signo predominante es el de la incertidumbre puesto que, lejos de clarificarse, el panorama es disperso y confuso. Hubo otras en las que, más o menos a estas alturas, era relativamente sencillo predecir quién las ganaría -aunque, como recordaremos, podía no llegar a ocupar el trono presidencial-. Antes de que entrara en ejercicio la segunda vuelta -hablo del periodo democrático contemporáneo- el cargo presidencial podía recaer en cualquiera de los tres “finalistas”. En tal caso podía hablarse, con toda propiedad, de un “resultado final”, una suerte de elección en segunda instancia, la parlamentaria, que definía, vía pacto, la composición del nuevo Gobierno.

Con seguridad, más de la mitad de los votantes actuales aún no habían nacido cuando ello sucedía. Hay que aclararles que no había, en absoluto, ilegalidad alguna en tal procedimiento; se lo hacía siguiendo estrictamente lo estipulado en el artículo 90 de la CPE vigente entonces (la que había sido elaborada en 1967).

Aplicando tal mecanismo, por ejemplo, Jaime Paz Zamora (MIR) accedió a la Primera Magistratura en acuerdo con Hugo Banzer Suárez (ADN), relegando a Gonzalo Sánchez de Lozada (MNR). Acompañó a Paz Zamora, en el cargo de vicepresidente, Luis Ossio Sanjinés (PDC), que formaba parte de la fórmula de Banzer. Contra todo pronóstico -las críticas fueron inmisericordes al comienzo- hubo gobernabilidad, crecimiento y gestión. Lo reconocen incluso quienes, en su momento, manifestaron su desaprobación. Casos de corrupción muy sonados por entonces ensombrecieron en parte el buen gobierno que fue aquel. No se trata de hacer “corrupción comparada”, pero en relación a la que se dio en tiempos de Morales Ayma, aquella parece simple “avivada”.

Volviendo a lo nuestro, un caso curioso se dio, allá por comienzos de siglo, cuando más de un ciudadano -uno de ellos, emblemático futbolista- apareció inscrito oficialmente en las “planchas” de dos partidos políticos -en “franja de seguridad” para mayor detalle-. Obviamente se produjo una ola de críticas tanto a los partidos como a las personas, quienes no tuvieron otra opción que retirar sus nombres de ambas listas.

Una figura parecida, aunque a la inversa, se ha dado en el presente tiempo previo a las elecciones de agosto: Una sigla ha presentado “oficialmente” a dos personas como candidatos a la Presidencia. Si bien es normal que los partidos barajen varios nombres como potenciales “presidenciables”, otra cosa es hacerlo oficialmente.

El hecho no pasaría de la anécdota si no ocultase algo más profundo: el extremo deterioro de una parte del sistema de partidos, reducida a un vil mercado de siglas que, a falta de representantes propios, se ofrecen al mejor postor (en términos de negociación de “espacios”) sin el más mínimo rubor. La contraparte, es decir las personas-candidatos, no se libra de complicidad en la depauperación de la actividad política. Ciertamente a la hora del registro ante el Tribunal Supremo Electoral, solo uno de los “gemelos” será reconocido… aunque tal vez, a la manera de aquellos candidatos “duplicados”, ni uno ni otro, de pura vergüenza, hagan mutis por el foro.


miércoles, 16 de abril de 2025

De tunas, canes y persecuciones

 


No se trata de mezclar forzadamente temas de distinta naturaleza. Sí se trata de un asunto de proporciones, aunque admito que puede tratarse de un signo de estos tiempos.

Es que, a juzgar por las reacciones en las redes -y, en menor grado, en los medios tradicionales- ante tres hechos, todos ellos reprochables debo decir, no termina de sorprenderme la desproporción de dos de ellas con respecto a la tercera, en orden cronológico.

Reitero: No son los hechos propiamente dichos los que motivan esta columna, aunque es inevitable hacer referencia a los mismos, sino la cantidad y tono de publicaciones que se hicieron eco de aquellos. No tengo una estadística objetiva sobre esta cuestión, pero sí la percepción y el suficiente sentido común como para notar una inmensa diferencia entre uno y otros.

Estos sucesos son popularmente conocidos como: “Discriminación de un adulto mayor a una mujer que recolectaba tunas en un área pública”, “Agresión a un perro de parte de su dueño” y “Persecución y aprehensión de ciudadanos a raíz de un video elaborado en el Ministerio de Gobierno en el cual éstos aparecen en una lista de supuestos miembros del gabinete que acompañaría a Zúñiga en su Gobierno, luego del ‘golpe’ que éste protagonizó”.

Los dos primeros se conocieron por filmaciones de terceras personas, puestas en redes. El tercero, por el mencionado “documental”, presentado en el propio Gobierno, con la presencia del propio Presidente, en el auditorio del Banco Central de Bolivia (BCB) -¿por qué usar el auditorio de la entidad emisora para un acto eminentemente político y de mala leche?-

Sucede que en cuanto a diseminación por la red (viralización) los videos “privados” y los comentarios al respecto tuvieron una magnitud abismalmente mayor que la de la patraña montada por el régimen.

El punto es que ni las tunas, ni el can, ni el dizque golpe son el centro de sus respectivos acontecimientos; son las acciones humanas y las circunstanciales víctimas. La diferencia es que en los primeros no hay una planificación previa con el fin de dañar a animales o personas. En cambio, en la acción del régimen hay una producción cuidadosamente elaborada con el fin de dañar la honra de personalidades notables y perseguirlas políticamente. Ni la narrativa del “golpe”, ni el relato del supuesto “gabinete” aguantan un análisis medianamente riguroso.

Por eso me llama la atención que los feisbukers, equistores, tiktokers y demás criaturas de las redes no se hubieran indignado como lo hicieron con los otros acontecimientos. ¿Miedo?, ¿indiferencia?, ¿enajenación?, ¿desprecio?...

Mientras que en unos casos, las redes parecían haberse convertido en la Inquisición -contra las personas agresoras- en el otro, pese a su calidad de asunto público, es decir que afecta a la ciudadanía en conjunto, percibí una especie de prudente silencio. Fuimos pocos los que nos manifestamos contra semejante atropello a los derechos humanos y al honor de conciudadanos como nosotros. Lo peor es que el régimen continúa empeñándose en lastimar a la democracia y a quienes no se alinean con el mismo y las reacciones parecen darse de forma inversamente proporcional a la que desencadenan acontecimientos circunstanciales -no planificados, repito-.

Yendo más allá de a quienes se involucra en el grosero documental, como si se les hubiera escapado del guion, el régimen ha convocado a Édgar Villegas, el profesional que detectó el fraude de 2019, en calidad de testigo del supuesto golpe… y ni así hubo gran conmoción en las redes. Algo no encaja.


miércoles, 2 de abril de 2025

Cruzando el desierto, sprint final

 

Me suena como un deja vu, como un “esta peli ya la vi”. Es que, efectivamente, ya pasamos por algo parecido a esto. Fue en 2019, en el tiempo previo a la elección de aquel año, cuyo antecedente fue la forma abominable en la que el régimen forzó la habilitación del candidato que ya había violado la Constitución para optar a un tercer periodo. No conforme con ello, en su afán de perpetuarse, apenas lo consiguió, comenzó a lucubrar su reelección indefinida para lo cual, con un Tribunal Electoral a su servicio, convocó a un referéndum para reformar el artículo que ponía límite a tal cosa -aunque ya lo había violado, insisto-.

Pues aún así, la ciudadanía le dijo NO. Y comenzó el plan de burlarse de la voluntad popular, haciendo que el Tribunal Constitucional, también alineado al régimen, resolviera que la reelección es un “derecho humano” y, por tanto, no había mecanismo que la impidiese–“Haga lo que haga la oposición”, Morales dixit-. Ya en octubre de 2019, comenzó a gestarse el operativo del fraude.

Las propias encuestas del régimen indicaban que no habría ganador en primera vuelta y que en la segunda ganaría Carlos Mesa, el mejor ubicado de la oposición -acá se suelen incluir los reproches al ahora preso político, Luis Fernando Camacho, por haber impedido una victoria opositora al mantener su candidatura hasta el final- le ganaría al violador (de la Constitución).

Cuando la tendencia en la transmisión rápida de resultados conducía inevitablemente al escenario de la segunda vuelta, “misteriosamente” el sistema colapsó y cuando se lo repuso, ¡zas!, el cocalero ya se estaba declarando ganador en primera vuelta.

Tan grosero fue el fraude que, sumado al desconocimiento del 21-F, desencadenó la repulsa ciudadana que precipitó la dejación del cargo del tirano.

Esa epifanía ciudadana se vislumbró como un oasis luego de haber cruzado el desierto tras casi quince años de oscurantismo masista. Como dije anteriormente, resultó un espejismo.

A la fecha, en mi criterio, me aventuro a pergeñar que el Carlos Mesa de esta elección será quien emerja como opción del bloque de unidad, vale decir Jorge Quiroga Ramírez o Samuel Doria Medina.

Nuevamente vislumbramos, como ciudadanía democrática, el final del camino desértico y el inicio de la nueva era democrática que, sin embargo, comenzará con pesado lastre que dejan casi veinte años de barbarie política y despropósito económico. Dicho sin anestesia, el resurgimiento costará algo (o mucho) sacrificio, para bien en el mediano plazo. Debemos estar conscientes de ello.

Pero, una vez más, como si no se hubiera aprendido la lección, la dispersión, a pesar de que, a diferencia de 2019, la situación para la oposición unitaria es inmejorable, el fantasma de la dispersión vuelve a poner piedras en el camino, en forma de candidatos funcionales, unos conscientemente, y otros, en el papel de tontos útiles, para solaz de los restos del régimen saliente. Pareciera que por salir un puñado de veces en los medios algunos ya se sintieran “presidenciables”.

Hago voto por que la razón se imponga y no se repita el escenario catastrófico de elecciones anteriores (incluyo la de 2020). Que si bien, como en el relato bíblico, haya doce tribus, haya un solo Moisés que las guíe a través del desierto para dejar atrás veinte años de ignominia.


miércoles, 19 de marzo de 2025

Menos bulto, más claridad

 


Quiero dejar establecido que no solo aprecio la democracia multipartidaria, sino que la he promovido a lo largo de mi vida.

Los primeros años, luego de la conquista de la democracia en Bolivia, las denominaciones partidarias que, junto con sus candidatos, poblaban el sistema electoral, rondaban la media centena. Era comprensible. Luego de años -que parecían siglos- de gobiernos de facto -proscripción de algunos partidos, incluida- había ansias estar en la palestra pública. Sin embargo, como se supondrá, el voto se concentraba -o se dividía, según cómo se quiera entender- en seis u ocho. Por lo demás, nadie se hacía mucho problema, dado que, en la instancia congresal, vía pacto, emergía, de entre los tres más votados, el nombre del próximo mandatario. A la sazón, no se había “inventado” aún la papeleta multicolor y multisigno (multifoto, también) que caracteriza nuestras elecciones modernas.

Otro motivo para tal profusión de partidos, aunque, en este caso, sería mejor hablar de profusión de candidatos, era que la ley electoral permitía a algunos, beneficiarse con lo que se llamaba el “voto residual” y, si bien no llegaban al cargo mayor, sí podía resultar “elegidos” como diputados. Es decir que el candidato a Presidente era también candidato a primer diputado. Hay casos muy emblemáticos de políticos que llegaron al parlamento de esa manera y continuaron en la actividad durante años. Por cierto, no había uninominalidad; todos los candidatos a diputado iban “colgados” del candidato a Presidente, quien, reitero, era el primero de lista. Algo así también se estilaba en las elecciones municipales; el candidato a Alcalde, era, a la vez, candidato a Primer concejal y, por el mismo mecanismo, podía acceder al Legislativo edil.

No era mi intención abordar estos detalles, pero viene bien como antecedente para afirmar que ya no es así y, por tanto, ya no es, desde ese punto, tan atractivo candidatear para la Primera Magistratura. Otro de los motivos para la multiplicación de postulaciones era, ya lo insinué más arriba, que la Constitución posibilitaba que, si ninguno alcanzaba el 51% más uno de los votos, los tres primeros se clasificaban para la instancia parlamentaria y, como sucedió, en 1989, el tercero (o, el segundo) podía emerger como Presidente de la República. Modificaciones posteriores a estas reglas desincentivaron a muchos a formar partidos y a postularse como candidatos.

Voy a preferir siempre una cantidad razonable de partidos en carrera electoral que un “partido único”, oxímoron político, puesto que la propia denominación “partido” indica “porción”, “pedazo”…

Otra razón del “encogimiento” del sistema de partidos fue la mayoría en primera instancia que obtuvo el MAS en 2005, pero, sobre todo, el ejercicio de poder que practicó, y que desestructuró el sistema político.

Con toda la estima que siento por el multipartidismo, debo reconocer que, dadas las experiencias recientes, si se quiere aplastar al régimen y darle al país un gobierno de mejor calidad, no es tiempo de abrir el abanico. En tal sentido lo que la oposición ha ideado para nominar a su candidato me parece un extraordinario mecanismo; y la competencia, inédita, además, para alcanzar la titularidad, apasionante. Prácticamente podemos afirmar que, luego de la declinación -loable, sin duda- de varios postulantes, la lucha, que está ingresando en la recta final, se reduce a Doria Medina y Quiroga Ramírez. Uno de ellos -se supone que con el apoyo del otro, no solo personal sino de todo su esquema- será la carta opositora en la papeleta de agosto.

Menos bulto, más claridad.


martes, 4 de marzo de 2025

Para leer al puto Donald

 


Me aventuro a considerar que quienes se compraron el cuento del supuesto pacifismo de Trump, lo hicieron o por ingenuidad (“no había sido tan mala gente como decían”) o por fanatismo (todo lo que diga o haga el caballero es grandioso); los que se encuentran en esta segunda corriente defienden su postura con los infaltables repudios a lo que califican, usando los términos de moda, como “globalismo”, “woke” o “progre”. También, para mi sorpresa, encontré justificaciones a las acciones de Trump (acompañadas por denuestos a Zelensky) de parte de estimados intelectuales a quienes colocaría en un tercer grupo -por extravío-.

Déjenme decirles que, en mi criterio, los llamados a la paz mundial que hacen las misses en los concursos de belleza tienen más sinceridad que el tongo que, en nombre de la paz, pretende el Donald.

Si fuese auténtico su anhelo de paz, el viernes, en lugar de Zelensky debía haber estado Putin, firmando un tratado de paz que le impondría, en su calidad de agresor, el retiro inmediato de las tropas rusas de territorio ucraniano y un resarcimiento monetario por daños y perjuicios causados al pueblo ucraniano durante estos tres años de invasión, recursos con los que el Estado agredido podría “devolver” a Estados Unidos el monto que le transfirió como “ayuda”. ¡Hasta yo aplaudiría con entusiasmo tal cosa! Efusivo como soy, no ahorraría un “¡Viva Trump!”. Pero Trump no se mide con los de su tamaño (de poder, por si acaso) y lo hace con un petizo a quien humilla públicamente ante la repulsa del mundo libre.

Hago memoria de un gesto de franco pacifismo: a fin de liberarse del yugo soviético, Ucrania aceptó sin mayor objeción los términos de la separación, entre ellos, el más importante, el desmantelamiento del arsenal nuclear, tercero en el mundo que, por su posición geográfica, estaba emplazado en su territorio. En mayo de1992 -Zelensky tenía 14 años- las últimas armas se despacharon a Rusia -podría, paradójicamente, darse el caso de que Rusia atacase con tal armamento al país que las almacenaba-.

La OTAN es una organización de carácter defensivo de sus miembros. La agresión a uno de ellos es tomada como agresión al conjunto. Es entonces que se activan protocolos de asistencia. Fue en ese marco que, aunque sin ser miembro pleno -el Estado ucraniano está gestionando su incorporación desde 2008; podría decirse que es un casiOTAN- que los recursos fluyeron hacia Ucrania. No fue ninguna concesión piadosa de EEUU ni de Europa. Una acotación para los desmemoriados de conveniencia: Rusia invadió Ucrania; no al revés. Un extra: Rusia es, históricamente, expansionista -cuánto debió herir a su orgullo imperial el proceso de independización de varias repúblicas capturadas por la ex URSS-.

Es que el “trato” que el “pacifista” ofrece a Zelensky es -reitero que quien debe firmar la capitulación con resarcimiento incluido es Putin- es hasta gracioso: “Conservas el 20% de tu territorio, el 80% va para Rusia, y de lo que te quedas, todos tus recursos minerales son para mí, que viva la paz”. Trump actúa a la manera que se estilaba hasta la mitad del siglo XX, cuando cosas así eran posibles; incluso Bolivia, “en nombre de la paz”, cedió el Chaco Boreal -inclusive el mediador, el argentino Alberto Saavedra Lamas, fue premiado con el Nobel de la paz por ello-.

Por fortuna, las voces sensatas se multiplicaron, incluso en forma de memes y la posición ucraniana ganó, al menos, mayor fortaleza moral. Y la figura del Donald quedó absolutamente maltrecha, en su propio país, incluso. Putin no se salió con la suya.


lunes, 10 de febrero de 2025

La estupidez, con chuis

 




Si bien antes de aceptar la responsabilidad de disponer de un espacio para manifestar mi opinión con frecuencia periódica (esa se la debo a Robert Brockmann) ya tenía un extenso historial de escritos publicados, el hecho de hacerlo en las páginas de opinión del cuerpo principal -para diferenciarlo de los suplementos en los que colaboraba- le daba un giro importante a tal labor. Cuando inicié la columna, tenía ideas para dos o tres artículos y, como lo señalé a principios de año, corre el año 27 desde entonces.

Mis primeras publicaciones estaban plagadas de citas y menciones a otros autores, para validar mis criterios, pero, principalmente, por una suerte de inseguridad -aún no había desarrollado “voz propia”-. Eso no duró mucho y recurrir a esos “apoyos” se volvió una excepción.

Hago este preámbulo porque, después de mucho tiempo, reproduciré una parte de un texto de opinión al que accedí por recomendación de mi contertulio Rodolfo Eróstegui (si usted desea leer el artículo completo remítase al enlace https://www.nytimes.com/es/2025/01/31/espanol/opinion/trump-ordenes-ejecutivas.html?smid=url-share). La columna en cuestión se llama “¿Qué es lo que define el inicio del gobierno de Trump? La estupidez”; la firma David Brooks. Sin dejar de interesarme la descripción de las primeras medidas de la administración trumpista -me hizo recuerdo al “le meto nomás y que después los abogados lo arreglen”- me atrapó el listado de seis principios fundamentales que caracterizan a la estupidez, en particular el sexto, que es el que paso a transcribir:

Principio 6: lo contrario de la estupidez no es la inteligencia, es la racionalidad. El psicólogo Keith Stanovich define la racionalidad como la capacidad de tomar decisiones que ayudan a las personas a alcanzar sus objetivos. Las personas presas de la mentalidad populista tienden a despreciar la experiencia, la prudencia y la pericia, componentes útiles de la racionalidad. Resulta que esto puede hacer que algunos populistas estén dispuestos a creer cualquier cosa: teorías conspirativas, cuentos populares, leyendas de internet y, por ejemplo, que las vacunas son perjudiciales para los niños. No viven dentro de un cuerpo de pensamiento estructurado, sino dentro de una fiesta delirante y caótica de prejuicios”.

Extrapolando a nuestro contexto, la tozudez puede ser considerada como un signo de estupidez. Pienso en la devaluación del dólar, misma que, pese a que el propio sentido común la recomienda (¡ni qué decir los organismos económicos locales y globales!) el régimen masista se resiste a aplicarla. En la balanza de la pertinencia, habrá que considerar que ya hay una disponibilidad social respecto a que es mejor un sinceramiento que seguir inmersos en una burbuja que cuando reviente nos termine de hundir.

En realidad, ni siquiera tiene que devaluar; suficiente con oficializar la realidad que el mercado ha marcado respecto a la brecha cambiaria -devaluación de facto-. Pero no lo hace porque eso invalidaría el “modelo social ynoséquécuentosmás” que defiende, no obstante su agotamiento.

Aunque no lo he escuchado de parte de algún precandidato -implícitamente, de repente- ya es tiempo de proponer la reposición del “bolsín” o de un mecanismo similar para la relación entre moneda local y divisa.

Otro tanto se debe hacer respecto al desdichado sistema de justicia, otra de las “genialidades” del modelo: restablecer un mecanismo meritocrático con garantías de transparencia y la auténtica participación popular en su administración, los jurados ciudadanos.

Queda claro que los remedios resultaron peores que las enfermedades.

jueves, 23 de enero de 2025

IA: Inteligencia Alasitera

 


Este reino del diminutivo en el que hasta el vocablo aimara “alasita” contiene, ¡vaya designio!, el sufijo hispano que se utiliza para referirse a aquello que consideramos chiquito en comparación con las dimensiones regulares de las cosas “reales”, tiene también su propia inteligencita, desarrollada siglos antes de lo que ahora se conoce como inteligencia artificial; ¡hasta sus iniciales son las mismas!

La Inteligencia Alasitera (IA) tiene sus propios (algo)ritmos, que son los de los paseos rituales, ahora Patrimonio Intangible de la Humanidad: el (algo)ritmo gastronómico de las comideras, apis y masitas que saben diferente a lo mismo en cualquier otro momento del año -saben, precisamente, a Alasita-; el (algo)ritmo de la canchitas -una cosa es jugar en lugares impersonales y otra hacerlo en la feria, al compás de los fierros de decenas de futbolines-; el (algo)ritmo de la “suerte sin blancas” que nos hace sentirnos más afortunados que en las rifas institucionales; el (algo)ritmo de la platita -la Alasita, en este tiempo, es el único mercado donde hay dólares-; el (algo)ritmo de los bienes por conquistar -bienes raíces y bienes de capital-; el (algoritmo) del registro civil -donde te casas sin compromiso-; el (algo)ritmo de las plantas -el bonsai, socio honorario de la floresta alasitera-; Hay, en fin, (algo)ritmos para toda imaginación.

Y no lo olvido. Lo dejé para el final adrede: el (algo)ritmo del Ekeko, ese mocko pendorcho que al que se le puede poner pedir, prompt mediante, desde lo más previsibles hasta los más extraños asuntos. Yo le pedí una rima, y me soltó “Tilín, tilín, tolón, tolón, me convertí en un bigotón”.

¡Que viva la Inteligencia Alasitera!


miércoles, 22 de enero de 2025

Medio Ambiente, botín para masistas

 


Con la reciente destitución, tardía y poco convincente, del penúltimo ministro titular de Medio Ambiente y Aguas, y del exdirector del SERNAP, una vez más la mácula de la corrupción se apodera de la entidad y por mucho que el nuevo ministro intente -lo más probable es que, en la recta final del periodo presidencial, no le alcance el tiempo para hacer algo relevante- limpiar la imagen de la entidad, es probable que no lo consiga. Tendrá que ser la próxima gestión gubernamental la que realice una cirugía mayor para extirpar el cáncer que deja el régimen masista.

Es doloroso que la seguidilla de hechos de corrupción más “sonados” -esto no quiere decir que no hubieran otros cuya “virtud” es, precisamente, permanecer en la sombra y el silencio- del último tiempo haya ocurrido en un espacio que, por la naturaleza de su campo de acción, era el llamado a ser libre de toda tentación a corromperse.

Cuando se piensa en órganos gubernamentales tradicionalmente ligados a la corrupción, se vienen a la cabeza la Aduana, Caminos, Policía, Judicatura, Derechos Reales, Migración, Derechos Reales, etc. y sus respectivas cabezas de sector en las que prácticas como el “diezmo”, el sobreprecio, el tráfico de influencias, el amiguismo (o compadrerío), el favor político, el “aval”, etc. están prácticamente institucionalizadas.

Hago, en la misma línea, un paréntesis para referirme al Ministerio de Educación, otro nido de malandrines que están a cargo nada más y nada menos que de la formación – esto atañe a los valores- de los próximos ciudadanos de este país.

Cuando se piensa en el medio ambiente, se nos vienen a la cabeza activistas realmente comprometidos con tal causa, casi idealistas de la preservación de nuestra casa grande, a escala mundial y local. Gente de servicio, voluntarios que inclusive están dispuestos a dar su dinero y hasta su vida en defensa de la Madre Tierra. Algunos de ellos con grados académicos en carreras relacionadas al rubro. Es de ese ámbito del que tiene surgir el ministro o la ministra del área -creo que, inconscientemente, estoy proponiendo a Cecilia Requena-; ¡No del que otorga avales de “movimientos sociales” para repartir el botín!

No es difícil señalar el origen de la corruptela en Medio Ambiente: otorgación de licencias ambientales sin mayor trámite que unos miles de dólares a la cuenta del ministro, inspecciones, previamente “aceiteadas”, de actividades depredadoras del ecosistema, e incluso protección, remunerada obviamente, a grandes destructores forestales y madereros… Vomitivo por donde se lo vea.

Y claro, todo bajo la gran patraña del “pachamamismo”, la reserva moral de la humanidad, que encantan en los foros internacionales mientras en la casa se incendia -literalmente-. En 2006, uno de los ideólogos y operadores del régimen, Carlos Romero, decía: “Los pueblos indígenas se complementan con la naturaleza. Es decir que son parte. No como las empresas transnacionales que ven a la naturaleza como objeto de explotación económica para enriquecerse”. Una vez más, el remed(i)o resultó peor que la enfermedad.

No deja de ser irónico el hecho de que mientras el ministerio de Medio Ambiente es uno de los botines más ambicionados por los “hermanos masistas”, la ciudanía expresa día a día, particularmente la juvenil, su angustia ante los eventos que ponen en riesgo la sostenibilidad de los ecosistemas.

Lo propio ocurre con quienes, a través de la escritura, expresan sus ideas en los medios. Hace poco, realicé un estudio sobre las temáticas que éstos abordan en sus columnas -publicadas en Brújula Digital, El Diario y La Razón, entre agosto y octubre de 2024-. De un total de 1 140, 52 estuvieron dedicadas al tema ambiental, cantidad nada desdeñable.

Hablamos dentro de diez meses.


martes, 7 de enero de 2025

Del "sesqui" al "bicente"

 


Comienzo el año 27 de “Agua de Mote”, y lo hago como lo vengo haciendo desde hace más de quince; es decir, en un tono más personal, autorreferencial -suelo decir que, en los primeros días de enero, nadie está para leer columnas, así es que aprovecho para hablar de mí-.

La vida me ha deparado estar en este mundo para celebrar junto a mis coterráneos dos acontecimientos que no se circunscriben a la fecha en cuestión (6 de agosto) sino que se conmemoran a lo largo de toda una gestión. Primero, el sesquicentenario y, desde ahora, el bicentenario de Bolivia, de la República de Bolivia.

En términos familiares -haciendo abstracción del régimen dictatorial que ejercía el poder-, 1975 comenzó con mucha alegría. A finales del año anterior, merced a una petición de amnistía hecha por la Iglesia, en principio irrestricta y en los hechos, restringida, mi padre pudo volver al país cuando prácticamente tenía todo listo para que nos fuéramos a vivir a Venezuela, nación que lo acogió luego de a ver sido exiliado a Paraguay. Como varios de los que retornaron gracias a la mentada amnistía, él estaba considerado entre los “menos peligrosos” a juicio del régimen; los “más peligrosos no tuvieron la misma suerte.

El año del “sesqui” encontró a Bolivia en situación de una supuesta holgura -bonanza, digamos- económica, producto de los “petrodólares” y de la extrema facilidad para la obtención de préstamos que tiempo más tarde se tradujo una impagable deuda externa que pasó factura a gobiernos posteriores, particularmente a los de los primeros años de democracia. No obstante las señales de rezago cambiario, Banzer se empeño en mostrar que el “peso boliviano”, como se denominada la moneda, gozaba de buena salud -incluso, su aparato de propaganda llegó a inventar un personaje, “Robustiano Plata”, para sostener tal versión-. La cotización fija era de 12 pesos por dólar americano; lo anoto por lo que diré luego.

La segunda buena noticia llegó con la convocatoria a un concurso televisivo relacionado con los fastos del “sesqui”, “Cita con nuestra Historia”. Me entusiasmé con la idea de participar, pero no calificaba, en razón de que la edad mínima para poder hacerlo era 18 y, entonces, yo tenía 12. De todas maneras, me presenté ante los organizadores y les propuse que me hicieran algunas preguntas sobre historia de Bolivia y las respondí con solvencia -claro que ya en la versión real el grado de dificultad de las preguntas creció notoriamente-. Hicieron la excepción y fui el más chico de los concursantes. Había que escoger uno de los cuatro periodos que la estipulaba la convocatoria; elegí el de 1904 a 1935, el más complicado puesto que incluye la Guerra del Chaco. Los libros que me acompañaron fueron Historia General y de Bolivia, de Alfredo Ayala, llena de datos e ilustrativos cuadros sinópticos; la edición disponible, la de 1958, del Manual de Historia de Bolivia, de Humberto Vásquez, Teresa Gisbert y José de Mesa, un clásico de su tiempo; Historia General de Bolivia, de Alcides Arguedas (hasta 1921) y Nueva Historia de Bolivia, de Enrique Finot, ambos con mayor incidencia en la interpretación. No me fue mal. Obtuve el premio “Coronel Ignacio Warnes” dotado de un equivalente a mil dólares de su tiempo, una pequeña fortuna en manos de un adolescente. ¿Qué hice con esa plata? Compré más libros, no solo de historia, y me alcanzó para mis primeros discos. Más allá de la anécdota, recuerdo las monumentales publicaciones, suplementos coleccionables, particularmente de “Presencia” que editaron los principales periódicos del país.

El ”bicente” nos encuentra no solo en año electoral, sino en una situación de extrema gravedad; al régimen de los 70 le tocó celebrar el “sesqui” cuando todavía se podía maquillar el crack que vino luego. Ahora estamos en medio -aún falta para estar “en pleno”, aunque la tozudez del Presidente de insistir con su inviable modelo, así lo vislumbra- de una situación crítica y con la sensación de que se vienen tiempos de mayores desastres pero, al mismo tiempo, de oportunidad para superar la grosera aventura llamada “estado plurinacional”.

Esto no quiere decir, sin embargo, que don “bicente” pase inadvertido; por el contrario, será la ocasión para la reafirmación republicana y, sobre todo, la nacionalidad: la condición de boliviano(a) de todo individuo por el solo hecho de haber nacido en este suelo, por encima de particularidades identitarias -absolutamente fundamentales para exaltar nuestra diversidad-. Tenemos una cita con la Historia.