Vuelvo a cerrar la gestión
de “Agua de Mote” de la manera en la que vengo haciéndolo desde hace quince
años (2010): caracterizando, a mi modo de ver, el que concluye (2025).
Finalmente parece, ojalá así sea, que el oprobioso régimen que llevó al
desastre a Bolivia quedó definitivamente atrás. Veamos cómo llegamos a ello:
2010:
“El año del rodillazo”. Aquel que propinó Evo Morales Ayma a un
rival circunstancial en un partido amistoso. Abuso de poder, irrespeto a las
normas.
2011:
“El año del MASking”. En referencia a la cinta con la que las
fuerzas al mando del señor Sacha Llorenti sellaron las bocas de los indígenas
de tierras bajas en su marcha por el TIPNIS.
2012:
“El año de la caca”. Tomado de una frase de Morales Ayma para
graficar, según él, las relaciones del Estado boliviano con el de Estados
Unidos.
2013:
“El año de la extorsión”. Cuando una parte del personal de Gobierno
estableció un consorcio de carácter extorsivo, ofreciendo intercesión judicial
a los presos en general, no sólo a los políticos.
2014:
“El año del Estado plurinominal”. Las ya ilegales elecciones de entonces, lo
fueron más aún con la mala denominación impresa en la papeleta electoral. Sin
embargo, como de costumbre, no pasó nada.
2015:
“El año de Petardo”. La mascota adoptada por marchistas
potosinos fue todo un símbolo de la democracia por entonces.
2016:
“El año NO-Evo”. La ciudadanía se expresó mayoritariamente
en contra de la reelección indefinida del tirano.
2017:
“El año del Nulo”. Nueva, y contundente, derrota del régimen.
Esta vez en las elecciones judiciales.
2018:
“El año de la doble pérdida”. Bolivia perdió definitivamente el mar con
el fallo de la Corte Internacional de Justicia y perdió la democracia con la
sentencia del Tribunal Constitucional allanando la elección indefinida del
tirano, a título de un supuesto “derecho humano” a la misma. El primer caso
tuvo, este año, su correlato con el fallo contrario a Bolivia en el caso
Silala.
2019:
“El año de la gesta democrática de Bolivia”. La ciudadanía, que había
soportado estoicamente años de arbitrariedades del autócrata ya no permaneció
impávida ante el evidente fraude electoral y el tirano tuvo que tomar las de
Villadiego. Lo que vino luego, como gestión de gobierno, es otra historia.
2020:
“El año de la Calamidad”. Llegó la pandemia, con sus terribles
consecuencias en términos de pérdidas de nuestros seres queridos.
2021:
“El año del aguante”. Se pidió a la ciudadanía aguantar el embate
de la pandemia mientras se gestionaban las vacunas.
2022:
“El año de la emancipación de Arce”. Hasta abril del año pasado, el Presidente
era una especie de Cámpora o Medvedev, es decir, un muñeco obediente a los
designios del Jefazo, al extremo de ganarse el sobrenombre de “Tilín”. Pero la
marioneta adquirió vida propia, de forma más parecida a la de Lenin Moreno,
aunque éste lo hizo apenas fue posesionado, propiciando un juicio contra Rafael
Correa que anuló toda posibilidad de éste a participar en las elecciones
anteriores.
2023:
“El año de la bifurcación”. “¿Hará algo similar con Morales Ayma?”,
preguntaba al cierre de la caracterización previa. “Se veía venir”, podría
apuntar un transeúnte cualquiera. Y aunque todavía hay quienes insisten en que
se trata de una tramoya destinada a distraer a la opinión pública para, llegado
el momento, simular el “sana-sana” y montarse en las elecciones a caballo
ganador –si así fuese, la levaron demasiado lejos–, más bien parece que se
trata de una ruptura en serio, “una bifurcación” como la llamaría el profeta
Linera. Esto podría arrojar el aplastamiento total de una de las facciones o la
anulación mutua de ambas, lo que abriría una ventana de oportunidad al
crecimiento de una opción proveniente del campo democrático.
2024:
“El año del agotamiento”. Coincidentemente con el agotamiento de las
reservas -las de gas y las RIN- se agotó el modelo masista de gestión
político-económica. Comenzó, en realidad, en 2016 y se fue agudizando hasta
llegar a su estado actual. Podría decirse que sin gas que abone una chorrera de
dólares al Estado no hay tal “modelo”: pero, para peor, los ingentes ingresos
que ello supuso fueron dilapidados de la forma más ruin posible. Con
prácticamente 20 años en el usufructo del poder, el régimen masista deja a
Bolivia, en puertas de su bicentenario como república independiente, en una situación
extremadamente delicada, pero, al mismo tiempo, ante la oportunidad de cambiar
de rumbo y dejar atrás el ignominioso periodo masista.
2025:
“El año de la liberación”. El antiguo régimen no solo fue derrotado,
prácticamente fue borrado del mapa. Los tres primeros lugares resultantes de
las elecciones generales fueron ocupados por expresiones políticas de oposición
(hasta ese momento), dos de las cuales dirimieron el “el título” en segunda
vuelta dándole la victoria a don Rodrigo Paz Pereira, quien, una vez en
funciones, asistido por un equipo “top”, está reencaminado al país en materias
económica y social. La democracia está de vuelta.
Cordiales
abrazos.




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