domingo, 27 de julio de 2025

Evo, el "Dios" caído (publicado por "Péndulo Político", Correo del Sur)

 


No hay un solo Juan Evo Morales Ayma; hay, al menos, cuatro: la persona, el personaje, el mito y el (semi)dios. Eso explica que la persona se refiera a los otros tres en tercera persona, ¿Ha probado usted referirse a sí mismo como si lo estuviese haciendo a otro? Yo lo he intentado, y no lo he logrado; supongo que se debe a que no tengo una personalidad escindida.

Para el caso de la persona -JEMA- tal dispersión actúa más bien como un mecanismo de defensa. El individuo en cuestión no es un peligro en tanto sujeto natural; al contrario, es un ser acomplejado, inseguro, de baja autoestima. ¿No era éste el perfil del Hitler aún anónimo?

El tránsito -de la de notoriedad pública a la posesión del poder casi omnímodo-   hacia el personaje, es una carrera por revertir aquellos déficits -mecanismo de compensación-. Es entonces que se inviste de ropajes al estilo del “traje nuevo del emperador”. Y se comienza a construir el mito.

A manera de sazón, traigo un pasaje de una entrevista que María de los Ángeles Baudoin, de junio de 1995 (“La otra cara de Evo”, suplemento Ventana, La Razón) en el que le hace esta pregunta: “¿Eres egocéntrico?”, a lo que el entrevistado le contesta “¿Qué es eso?”. Una vez que explicado el significado, el aludido dice “Sí, es un vicio”.

En la medida en que sus acciones van erosionando la democracia, se le atribuyen facultades extraordinarias: imbatibilidad electoral, energía ilimitada, omnipresencia, campeón de su propio torneo, figura mundial… en el proceso, el dirigente sindical se ha convertido en el indígena vengativo. Mucha de esta construcción proviene de afuera. Recuerdo a Hugo Chávez diciendo que “su indio” domina “más de siete idiomas”, cuando bien sabemos que ni siquiera habla una lengua “originaria”. Y su castellano no es precisamente magistral.

Finalmente, por obra y gracia de sus “amarrahuatos” y con la aquiescencia del propio Morales, se forma una especie de culto, de adoración religiosa, de Iglesia; endiosamiento, en suma. La “Casa Grande”, el museo… García Linera diciendo que seres como el señor Morales Ayma aparecen una vez cada mil años.

¿Logró su propósito de minar por completo la democracia? Casi. La democracia residual que resistió la arremetida de su régimen, logró importantes hitos que frenaron el ímpetu destructivo de la institucionalidad democrática. Lo que me lleva a relativizar un eventual potencial peligro desde su reducto ligado al poder paralelo (ilegal) y alejado del formal. Un recuento de sus derrotas sirve para lo que sigue.

Esto, es el proceso de desmontaje del mito. Antes de anotar los momentos más evidentes de su debilidad, mientras estuvo en el ejercicio del gobierno, es interesante mencionar que, en arranques de “mea culpa”, sus adláteres del pasado inmediato reconozcan que la construcción de la imagen portentosa de su consentido objeto de culto no tiene base de sustento alguna.

Para hacer algo de memoria, recordemos algunos tropezones de Morales Ayma en los momentos que más poder ostentaba: su intento de “gasolinazo” confiando en su “espalda” política le daba para sostenerlo. No duró ni tres días y tuvo que retroceder. En ese tiempo, tal cosa era contradictoria con el discurso de prosperidad con el que llenaba la boca. Al respecto, ahora hay disponibilidad social para ajustes de esa índole. La marcha por el TIPNIS supuso otro retroceso para el “le meto nomás”, así como lo fue la reversión del Código de Procedimiento Penal, los sucesivos triunfos del voto blanco/nulo en las dos primeras elecciones judiciales, etc. Y el sopapo definitivo: el 21-F que precipitó la caída del régimen, pese a sus interpretaciones forzadas sobre un supuesto “derecho humano” y el fraude monumental que operó en 2019.

Ergo, si con todo el poder en sus manos fue impelido a recular, ahora que no lo posee es mucho menos peligroso, más allá de sus bravuconadas.

Hace mucho que Morales Ayma dejó de ser símbolo de inclusión para convertirse en símbolo del estancamiento político. Luego, sobrevive políticamente en su reducto y ya no gravita en toda la esfera pública. En gran medida vive de su propio recuerdo que, con un nuevo gobierno que se respete, terminará por desaparecer.

Los últimos meses, Morales Ayma ha intentado por todas las formas posibles de forzar su habilitación como candidato a presidente para las ya cercanas elecciones. En el camino ha perdido todas las batallas, llegando incluso a perder el partido que consideraba de su propiedad. Podrá, seguramente, colocar, a última hora, a sus alfiles en alguna lista de parlamentarios y eso será la más a lo que podría aspirar. Se le acabaron los recursos -los legales, quiero decir-. Todo lo demás es vocinglería, violenta ciertamente.

Hoy se está viendo la peor versión del caudillo caído en desgracia. Pero, por ello mismo, hay que mantener cierta cautela. Dicen que las últimas erupciones de un volcán (JEMA lo fue antaño) en vías de apagón son las más violentas. Más allá de eso, lo que quedará será puro cascarón y volverá la persona vulnerable, aunque, probablemente, soberbia.

Yo diría que antes que un peligro para la democracia, el actual Morales Ayma es un mal ejemplo de perdedor. El susodicho es, en realidad, un peligro para las niñas.

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