jueves, 31 de julio de 2014

Grosero disciplinamiento



No. No voy a salir en defensa de las tribunas enjuiciadas sumariamente por el régimen ni del tribuno próximo a correr la misma suerte.

Aunque desde lo humano el asunto es penoso, cabe preguntarles a los tres: ¿Acaso no sabían a lo que se estaban metiendo? ¿Qué les hizo pensar que sus padrinos le habrían de dejar siquiera un segundo pensar por sí mismos? ¿Se creyeron acaso que llegaron al Tribunal para ejercer control constitucional? ¡Háganme el favor!

Ustedes, como el resto de los “elegidos”, se prestaron al juego del poder y el poder, masistrados caídos en desgracia, no admite sino la obediencia a sus designios, a sus caprichos inclusive.

Ustedes, como el resto de los  “elegidos”, se montaron en la farsa de las “elecciones judiciales” y ni se condolieron cuando la ciudadanía los declaró ilegítimos con su voto mayoritario por el “nulo” y el “blanco”; ¿Con cuántos votos llegaron ustedes?...

Entraron por la ventana y el régimen, como de costumbre, “le metió nomás”. El juicio en contra suya, culpables criaturas, es lo que el régimen necesitaba para disciplinar a sus colegas. El mensaje está claro: o se someten a las órdenes del mandamás o les espera lo que a estos tres díscolos. Amén.

Así es que masistraditos del Agrario, del Supremo, del Consejo de la Judicatura y del Constitucional –y, de taquito, los del Órgano Electoral- a portarse bien, a hacer sus deberes obedientemente.

Escuchen atentamente: el señor Vicepresidente ha dicho que con la separación de dos o tres no se soluciona el problema. ¡Todo aquel que ose administrar justicia está en capilla!

Pero, en otro orden, el segundo de abordo tiene razón. El origen del problema está en el malhadado proceso “electoral” judicial; o sea, la cuestión tiene una falla de origen que no se soluciona sacrificando a un puñado de operadores y menos con revocatorios tirados de los cabellos.

Para que se entienda: el problema está en las entrañas del llamado “proceso de cambio” y la solución es extirparlo de cuajo –democráticamente, se entiende-. En última instancia, el propio Vice y su monstruosa creatura son parte del problema, no de la solución.

El remedio resultó peor que la enfermedad y no les da ni para curarse en salud.

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