jueves, 3 de julio de 2014

Ese absurdo pintoresquismo



“Folclorismo” le llaman algunos, pero mi profundo respeto por la manifestación de la cual deriva este término me inhibe de emplearlo; incluso el que uso para la ocasión no es totalmente apropiado puesto que el pintoresquismo no es necesariamente grotesco ni de mal gusto. Por eso le he añadido el adjetivo “absurdo” que lo aproxima más a lo que voy a referirme.

Y es que desde la irrupción de este accidente de la historia apodado “Estado plurinacional” no ha habido día en que, gracias –o por desgracia, más bien-, a alguno de los operadores del régimen que lo sustenta no se haya despachado con un absurdo de corto, mediano o gran calibre.

He llegado a pensar que se trata de una sofisticada técnica de “spin control” desarrollada por doctores locales de la materia que, básicamente, consistiría en que, por turno, los miembros más visibles del régimen –un puñado de parlamentarios, ministros, el número 2 y el propio señor Morales- digan ligerezas –“evadas”, en el caso de SE- o cometan  groserías –parecerían haber engrosado el repertorio con el fichaje de Percy Fernández-.

El método es por demás efectivo: tienen a la gente –ni el suscrito se libra de ello- hablando de dichas “huevaditas” para que nadie se ocupe de sus fechorías. De esta forma, la corrupción, el abuso de poder, el autoritarismo, el fraude, la persecución, la inseguridad, etc., amén de actividades inconfesables, tienen vía libre para regodeo del régimen. La perfecta cortina de humo.

Pero ocurre que el abuso del mismo también impide que se aprecien los eventuales aciertos –que los hay- del Gobierno (la cobertura de los trasplantes de riñón, por ejemplo) por lo que, probablemente, este régimen sea recordado más por sus anécdotas y su desapego al estado de Derecho que por su gestión.

Había dicho que cada día tiene su hecho pintoresco por gentileza de Morales & Cia. (mientras escribo, ha sido el turno del propio en referencia a sus orines), pero hay unos “más mejores” que otros. Tal el caso del ya célebre reloj “antiimperialista” reivindicado por el canciller –como sucediera con la papalisa-viagra y con el sexo de las piedras- y el régimen se ha encargado de darle cuerda. Pobre hombre; apartado de la conducción de la política exterior –son otros, por sobre él quienes la ejercen- reducido al papel de triste pelele. Había un personaje en San Pedro, “el loco David”, pero esa es otra historia…

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