El servicio exterior del régimen ha mostrado
una absoluta consistencia, aunque negativa, cuando de apoyar a sátrapas que
masacran a la gente se trata. Gadhafi, Al-Assad, Ortega, Chávez y Maduro se
encuentran entre éstos.
Además del hecho mismo de ponerse al lado del
dichos criminales, es igualmente indignante que, en grandes titulares, se lea
“Bolivia apoya a Ortega”, “Bolivia apoya a Al-Assad”… cuando sabemos que es el
Gobierno, a nombre de nosotros, independientemente de que estemos de acuerdo o
no, el que manifiesta tales exabruptos.
El más reciente es el respaldo del régimen al
tirano de Venezuela, Nicolás Maduro, quien ha agradecido el mismo al “Jefe
Indio del Sur”. En tal línea, el embajador del denominado “Estado Plurinacional”
ante la ONU ha reiterado esta posición no obstante los crímenes de lesa
humanidad y las represalias atentatorias a los derechos humanos cometidos por
el régimen “chavomadurista” en su afán por evitar el ingreso de ayuda
humanitaria –alimentos- para paliar el hambre que asuela a la población
venezolana.
En su argumentación, dicho Embajador –luciendo
en su solapa una bandera de Bolivia invertida- ha dicho que no quiere ver a
Venezuela “convertida en otra Libia”. Lo que no ha advertido el diplomático
–“acto fallido” es como se llama a este tipo de traiciones del inconsciente- es
que al utilizar tal analogía, el sujeto en cuestión está equiparando a Maduro
con Ghadafi, es decir con quien fuera conocido como “El Coronel sanguinario”.
“No me ayudes, compañero”, podría alegar el sucesor de Chávez.
Y claro… ¡No podía faltar el “Bolivia apoya a
Maduro”!, cuando lo cierto es que Bolivia apoya a Venezuela y condena el
respaldo del régimen a su déspota. Esto se desprende del 82% de rechazo que la
postura gubernamental generó en la ciudadanía, de acuerdo a la encuesta
publicada por este medio.
En la línea del tiempo vemos a un militar
golpista graciosamente liberado por el otrora lúcido líder Rafael Caldera,
absolutamente complaciente con el enajenado que se asumía como la reencarnación
de Bolívar; vemos también las variadas tretas del sujeto, ya en el poder, para
burlarse del voto popular tomando control de todas las instituciones –método
calcado por el régimen masista-; vemos al tiranuelo morir por un cáncer
achacado “al imperio” y cuyo deceso es comunicado varios días después de haber
sucedido; vemos al –ponga usted aquí los términos expresados por Miguel Bosé-
Nicolás Maduro concluir la obra de su predecesor: convertir a una potencia
petrolera en país mendigo, mientras los jerarcas acumulan fortunas provenientes
de una monstruosa corrupción.
¿No es todo esto una Vergüenzuela? Si bien la
comunidad internacional, con buen criterio, ha decidido no hacer uso de la
fuerza militar, la continuidad del sátrapa al mando del gobierno es
insostenible; mientras más se prolongue, más seres humanos estarán en la mira
de la dictadura, el hambre seguirá arreciando y la muerte irá ganando terreno
para beneplácito de la tiranía. Los últimos días de las dictaduras –y Maduro
está viviendo sus últimos días en el poder- suelen ser los más cruentos, por lo
que mientras menos días pasen, mejor será. Para ello, la presión internacional
será determinante.
Al cierre de la presente columna, manifiesto el
amor que me embarga por Venezuela, país que acogió a mi padre tras haber sido
exiliado por la dictadura en 1974, esperando que pronto vuelva a ser la
República democrática que brindaba generosamente sus brazos a los perseguidos
políticos de otras y respetaba los derechos humanos de sus ciudadanos.
¡Viva Venezuela libre de la tiranía!
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