miércoles, 13 de marzo de 2019

Proxenetismo de Estado




Lo que hasta hace poco era un secreto a voces, una sospecha sin evidencia, acabó por ser develado por boca de uno de sus propios perpetradores, probablemente a causa de la desinhibición que produce el consumo de sustancias incontroladas, al calor de las masas y al irrefrenable impulso de gritarle al mundo de dónde proviene el poder que uno ostenta.

En efecto, por confidencias de quienes tienen ojo para ello, nos enteramos, de cuando en cuando, de que durante las visitas de autoridades del régimen a municipios y comunidades –especialmente si se quedan a pernoctar en tales lugares- éstas son tratadas a cuerpo de rey, incluido el goce de favores sexuales proporcionados por una jovencita (adolescente) seleccionada por “el pueblo” para tal efecto. De esto, dicen, tienen conocimiento los propios padres de las señoritas, quienes son conminados a aceptar el sacrificio de su hija en aras de que el régimen se ocupe de las necesidades de la población. Lo que en realidad busca el(la) dirigente-proxeneta es que suban sus bonos políticos ante el poder.

Se ha llegado a escuchar que, incluso, hay caso en los que la autoridad visitante “escoge” la compañía y, mediante señales acordadas, su deseo –orden, en realidad- es complacido. Para ello se recurre, aseguran, hasta a los miembros, uniformados generalmente, del cuerpo de seguridad que acompaña al funcionario de alto rango.

Ganas no faltaban para abordar este turbador asunto; pero, la falta de evidencia hacía imposible referirse al mismo. ¡Hasta que un buen día –mal día- uno de estos proxenetas abrió la boca más allá de lo debido y alargó la lengua ofreciendo “misses” a un ministro en público!

Podría alegarse que el título que puse a esta columna, “Proxenetismo de Estado”, suene excesiva en tanto quien lo ejerce no ocupa un cargo en la estructura administrativa del Estado –es “solo” un dirigente con poder, con mucho poder- pero resulta que, como desde hace más de una década estamos sometidos a un Estado de carácter corporativo, tal caracterización se ajusta a cabalidad a este caso.

Resulta, por inferencia, que el poder que detenta el dirigente aludido no emana de su capacidad intelectual o de su liderazgo moral, sino del rol de traficante sexual –probablemente de tratante- para solaz de sus jefes.

Pero nada sería eso. Más indignante aun es el papel de alcahuetes que juegan otros operadores del régimen –mujeres incluidas- al justificar el hecho: el Viceministro de Descolonización ha indicado que lo dicho por el proxeneta está permitido en época carnavalera (anata); el ministro involucrado en el hecho ha calificado como “racistas” a las críticas que cayeron sobre el dirigente en cuestión; y una diputada –conocida por sus escupitajos y por su ingesta de carteles- ha minimizado el tema. El Presidente y el Vicepresidente no se han pronunciado.

Sin duda que lo expresado por el lengualarga no es un hecho aislado, sino un modo de ejercer el poder extendido más allá del lugar en el que ocurrió la infidencia.

Esto nos lleva nuevamente a un asunto al que se le puso paños fríos sin haber sido aclarado con la suficiente contundencia en su momento: se conoció a raíz del escándalo en el FONDIOC, que la hija de la MAE de dicha institución habría concebido un hijo, fruto de una relación con el Jefe de Estado. Nunca se realizó en examen de ADN para desvirtuar o confirmar la versión. Si se hubiese realizado y confirmado –conjeturo- ¿no habría ocurrido bajo la “modalidad” develada por el dirigente cocalero? Si tal cosa hubiese, efectivamente, ocurrido, explicaría el raudo ascenso de la exautoridad en la estructura del poder (hasta que se descubrieron sus matufias).

Para cerrar, curiosa (o casualmente), del expresidente Barrientos se cuenta que recibía esta clase de favores con frecuencia, en nombre del Pacto Militar-Campesino.

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