Lo que hasta hace poco era un secreto a voces,
una sospecha sin evidencia, acabó por ser develado por boca de uno de sus
propios perpetradores, probablemente a causa de la desinhibición que produce el
consumo de sustancias incontroladas, al calor de las masas y al irrefrenable
impulso de gritarle al mundo de dónde proviene el poder que uno ostenta.
En efecto, por confidencias de quienes tienen
ojo para ello, nos enteramos, de cuando en cuando, de que durante las visitas
de autoridades del régimen a municipios y comunidades –especialmente si se
quedan a pernoctar en tales lugares- éstas son tratadas a cuerpo de rey,
incluido el goce de favores sexuales proporcionados por una jovencita (adolescente)
seleccionada por “el pueblo” para tal efecto. De esto, dicen, tienen
conocimiento los propios padres de las señoritas, quienes son conminados a
aceptar el sacrificio de su hija en aras de que el régimen se ocupe de las
necesidades de la población. Lo que en realidad busca el(la) dirigente-proxeneta
es que suban sus bonos políticos ante el poder.
Se ha llegado a escuchar que, incluso, hay caso
en los que la autoridad visitante “escoge” la compañía y, mediante señales
acordadas, su deseo –orden, en realidad- es complacido. Para ello se recurre,
aseguran, hasta a los miembros, uniformados generalmente, del cuerpo de
seguridad que acompaña al funcionario de alto rango.
Ganas no faltaban para abordar este turbador asunto;
pero, la falta de evidencia hacía imposible referirse al mismo. ¡Hasta que un
buen día –mal día- uno de estos proxenetas abrió la boca más allá de lo debido
y alargó la lengua ofreciendo “misses” a un ministro en público!
Podría alegarse que el título que puse a esta
columna, “Proxenetismo de Estado”, suene excesiva en tanto quien lo ejerce no
ocupa un cargo en la estructura administrativa del Estado –es “solo” un
dirigente con poder, con mucho poder- pero resulta que, como desde hace más de
una década estamos sometidos a un Estado de carácter corporativo, tal
caracterización se ajusta a cabalidad a este caso.
Resulta, por inferencia, que el poder que
detenta el dirigente aludido no emana de su capacidad intelectual o de su
liderazgo moral, sino del rol de traficante sexual –probablemente de tratante-
para solaz de sus jefes.
Pero nada sería eso. Más indignante aun es el
papel de alcahuetes que juegan otros operadores del régimen –mujeres incluidas-
al justificar el hecho: el Viceministro de Descolonización ha indicado que lo
dicho por el proxeneta está permitido en época carnavalera (anata); el ministro
involucrado en el hecho ha calificado como “racistas” a las críticas que
cayeron sobre el dirigente en cuestión; y una diputada –conocida por sus
escupitajos y por su ingesta de carteles- ha minimizado el tema. El Presidente
y el Vicepresidente no se han pronunciado.
Sin duda que lo expresado por el lengualarga no
es un hecho aislado, sino un modo de ejercer el poder extendido más allá del
lugar en el que ocurrió la infidencia.
Esto nos lleva nuevamente a un asunto al que se
le puso paños fríos sin haber sido aclarado con la suficiente contundencia en
su momento: se conoció a raíz del escándalo en el FONDIOC, que la hija de la
MAE de dicha institución habría concebido un hijo, fruto de una relación con el
Jefe de Estado. Nunca se realizó en examen de ADN para desvirtuar o confirmar
la versión. Si se hubiese realizado y confirmado –conjeturo- ¿no habría
ocurrido bajo la “modalidad” develada por el dirigente cocalero? Si tal cosa
hubiese, efectivamente, ocurrido, explicaría el raudo ascenso de la exautoridad
en la estructura del poder (hasta que se descubrieron sus matufias).
Para cerrar, curiosa (o casualmente), del
expresidente Barrientos se cuenta que recibía esta clase de favores con
frecuencia, en nombre del Pacto Militar-Campesino.
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