“Aquí viví toda mi ardiente fantasía” (Mores y
Battistella, “Cuartito Azul)
Y la historia se repite, ahora multiplicada por 364.
Conocido algo más tarde, el caso que paso a ser conocido como “Chito Alcoba”,
se trataba de una adquisición directa en 1998 –que, además, no tenía respaldo
documental- de mobiliario para el despacho del Prefecto de La Paz de entonces,
Luis Alberto “Chito” Valle, que adicionalmente incluía la instalación de un
ostentoso dormitorio contiguo al mismo. La suma en juego alcanzaba
aproximadamente a los ¡cien mil dólares! Por ésta y algunas otras fechorías, la
exatoridad departamental se encuentra cumpliendo una pena de ocho años de
prisión.
Quien quiera tomarse la molestia de buscar un par de
columnas que escribí sobre el asunto por aquella época, se encontrará con duras
expresiones al respecto, tanto sobre tal persona como sobre el hecho
propiamente dicho.
El tema fue la comidilla política de ese momento, no
tanto por la evidente corrupción que entrañaba, sino porque los comentarios se
centraron en la alcoba –de ahí el nombre del caso-. ¿Qué actividades
desarrollaba el Prefecto en dicho aposento? ¿Con quién(es)? ¿Para qué tanta
ostentación? ¿Era necesario un cuarto de tales características al lado del
despacho? ¿Qué pensaría la familia –Valle era yerno de Banzer-?, etc. La
situación se tornó en mayúsculo escándalo.
Pues bien, dos décadas más tarde, como decíamos, el caso
vuelve, en dimensiones colosales, en forma de falacio (palacio, falo, falacia)
coronado por una mega alcoba –con helipuerto a la puerta- al estilo del patrón
de Playboy, Hugh Hefner, en el Penthouse del mismo.
El régimen puede esgrimir los argumentos que se le antoje
pero no conseguirá justificar lo injustificable de dicha construcción que, para
satisfacer el capricho de su futuro orador, arrasó con toda normativa que la
impidiera y con toda noción de armonía urbana.
Si de todas maneras el régimen iba a complacerse
erigiendo un adefesio como el que ahora afea el centro histórico de La Paz,
podría haber dispuesto de un terreno alejado del mismo. Imagine usted un
mamotreto como éste detrás de la Casa Rosada o de La Moneda y convendremos en
la magnitud del crimen que acaba de cometer el régimen.
Al igual que como ocurriese con la Chito-alcoba, la
atención la ha acaparado la habitación –al menos cuatro veces más grande que un
departamento de tres dormitorios, dos baños y dependencias- que guardará las
noches presidenciales: el humilde “cuartito azul”. Con sus lujos y excesos,
invita a lucubrar los placeres que en él se consumarán.
Pero cabe pensar también que esas desmesuradas
dimensiones y esa descomunal erección de c(s)emento no son más que prótesis -reemplazos
de algo que ya no se tiene o que, quien sabe, nunca se tuvo- para compensar complejos
y resentimientos de todo orden que albergan el alma y el físico del afiebrado
reyezuelo que ocupará el lugar.
Una campaña ciudadana propone que, cuando mejoren las
condiciones democráticas, el grotesco edificio sea adecuado como hospital
(agrego que el bulín presidencial se convierta en quirófano); loable intención
que, sin embargo, es difícil de sostener: la arquitectura hospitalaria es
totalmente diferente a lo que se erige en la esquina Potosí y Ayacucho. Ya que
el daño está hecho, quizás habría que pensar en otra funcionalidad para esa
cosa.
Volviendo a la multiplicación, si digamos que de los ocho
años que purga Valle, dos corresponden a los 100.000 $us correspondientes a su
alcoba, ¿cuántos años de cárcel merecerán quienes malgastaron 36.000.000 $us en
semejante bodrio?
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