“Leer a Sir Ken Robinson es gratificante; escucharlo es
divertido. Dice las mismas cosas que se encuentran en sus libros, pero con
gracia. Es un profesor muy divertido.
Como Los Beatles, nació en Liverpool y se regodea
refiriéndose a Paul como “mi amigo, Sir Paul”, de quien recibió su membresía al
Liverpool Institute for Performing Arts, por haberse involucrado en el
desarrollo del mismo.
En lo que nos atinge, la creatividad, Robinson toma a Los
Beatles como un ejemplo de equipo creativo: ´Los equipos creativos son
dinámicos. La diversidad de talentos es importante, pero no suficiente.
Diferentes formas de pensar pueden ser un obstáculo para la creatividad. Los
equipos creativos encuentran las maneras de usar sus diferencias como
fortalezas, no como debilidades. Desarrollan un proceso por el cual sus
fortalezas se completan y compensan sus propias debilidades individuales. Son
capaces de desafiarse entre ellos como iguales, y de tomar la crítica como un
incentivo para hacer su juego´”.
Las líneas precedentes las escribí hace unos años luego
de retornar al país tras haber cursado, precisamente con Sir Robinson, un
taller de creatividad en el marco de un encuentro internacional sobre
“Aprendizaje y servicio” (Service learning) en California. El artículo en
cuestión, publicado en mi blog www.pukacosa.blogspot.com, se
llama “Ken Robinson y Los Beatles”.
En otro breve artículo, “La revolución plateada”, anoto
lo siguiente: “Ya en 2001, Ken Robinson menciona la idea de una “revolución
plateada” (grey revolution), apoyado en los reportes sobre contratación de
personas mayores de 50 años por parte de las empresas del campo de las nuevas
tecnologías que buscan experiencia y visión estratégica para su supervivencia
en el mercado (“Out of our minds”, 2001).
Fue precisamente con la obra mencionada que nuestro
mentor alcanzó el reconocimiento dentro del ámbito de los promotores del
pensamiento creativo, partiendo de los aportes teóricos de Csikszentmihalyi,
Gardner y De Bono. Sus ideas no son del todo originales, pero la
sistematización de las mismas y el lenguaje accesible que utiliza, hacen de
Robinson el más activo de los divulgadores del tema.
Con el prestigio conseguido con “Out of our minds”, le
llegó el momento de la nombradía global. Tal hecho se dio con su ya clásica
intervención en las charlas TED de 2006 (“Las escuelas matan la creatividad”)
en la que sostiene que la creatividad se aprende como se aprende a leer porque
se trata de un proceso, no de suerte ni de ocurrencias, sino del trabajo de
nuestra imaginación; defiende también el talento de cada individuo y la
importancia de descubrirlo y desarrollarlo, así como de la pasión como motor de
toda innovación.
El tema del talento lo desarrolló en su siguiente obra, “The Element” (2009), misma que obtuvo una recepción aún más grande que la
precedente.
Estos insumos nutren el discurso del cambio de paradigma educativo ilustrado en el breve audiovisual puesto a consideración de los docentes de UNIFRANZ.
Pero antes de adentrarnos en su contenido, veamos algunas de las ideas presentadas en las obras citadas:
Por ejemplo, un criterio ya adelantado en 2001 es el de
las “industrias creativas”, el cual, en su evolución, se ha encontrado con la
economía y ha adquirido un color, el naranja, que ya es un denominativo oficial
para todas aquellas actividades, antes dispersas, que se originan en la
producción intelectual y la cultura: las industria editorial, la del diseño de
software –de juegos, entre otros- la del entretenimiento, la de la publicidad,
de las artes escénicas, etc. “Economía naranja”, en suma –en “zumo”-.
Refiriéndose al Reino Unido, Robinson señalaba que “las
artes hacen un significativo aporte a la economía nacional y se constituyen
como una de las opciones más importantes para dar trabajo a mucha gente” (“Out
of our minds”).
Este concepto, como dijimos, ha alcanzado un alto grado
de reconocimiento en los ambientes académico, institucional e incluso estatal.
Colombia, a la vanguardia en la temática, ha promulgado la ley para la
promoción de las industrias creativas. De la misma manera, se ha establecido la
categoría “ciudades creativas”, ranking incluido, para destacar a aquellas en
las que la presencia de las industrias creativas está más extendida.
Ciertamente, Robinson es un entusiasta de las artes,
mostradas también en el audiovisual que apreciamos, pero también de distintas
disciplinas, resaltando a quienes las ejercen con pasión, por una suerte de
“llamado” a dedicarles la vida en su práctica. Llama a reivindicar al “amateur”
–o en el sentido de “aficionado”, que le damos en estos lares, sino en su
interpretación directa, o sea la de “amador”-. Vale decir que quien ama lo que
hace, ha encontrado “el Elemento”, su Elemento.
Esto tiene que ver con lo que Csikszentmihalyi y otros
autores llaman “autotelia”, es decir el disfrute de la tarea que uno está
realizando, más allá de una posible recompensa económica –que, probablemente
llegará por añadidura-. La creatividad es, por antonomasia, autotélica; es
decir que es gratificante en sí misma.
El concepto de sinestesia está
presente, e inclusive complementado, en “El Elemento”: “Los psicólogos están en
buena parte de acuerdo con que además de los cinco sentidos que todos conocemos
hay cuatro más. El primero es nuestro sentido de la temperatura (termocepción).
Se trata de un sentido diferente al del tacto. No necesitamos tocar algo para
sentir frío o calor. Este sentido es fundamental, pues los seres humanos solo
podemos sobrevivir dentro de una banda de temperatura relativamente estrecha.
Esta es una de las razones por la que llevamos ropa. Una de ellas. Otro es el
sentido del dolor (nocicepción). En general, hoy día los científicos están de
acuerdo con que se trata de un sistema sensorial
diferente al del tacto o al de la temperatura. También parece haber sistemas
separados que registran si el dolor se origina en el interior o en el exterior
de nuestro cuerpo. El siguiente es el sentido vestibular (equilibriocepción),
que incluye nuestro sentido del equilibrio y la aceleración. Y por último está
el sentido kinestésico (propriocepción), que nos proporciona información acerca
de dónde están nuestras extremidades y el resto de nuestro cuerpo en el espacio
y en relación con los demás. Este
sentido es fundamental para levantarnos, caminar y regresar de nuevo al punto
inicial. El sentido de la intuición no parece dar la talla para la mayoría de
los psicólogos”.
Una educación para los tiempos que
corren –prácticamente un quinto de siglo XXI ya ha transcurrido- debe tomar en
consideración estas prescripciones.
Tanto en sus textos, como en sus
clases, Robinson, como ya dijimos, utiliza una dosis de humor. El humor –como
la metáfora, el doble sentido, la frase capciosa, la perspicacia, el ingenio,
las adivinanzas y toda clase de analogías- es una expresión del pensamiento
lateral que, en su forma más desarrollada puede ser una herramienta para la
solución no convencional de problemas.
Uno de los episodios más jocosos del
El Elemento, se encuentra en el acápite “Cultura: lo apropiado y el tanga”. En
el mismo, Robinson narra su observación de un hombre en la playa de Malibú,
aparentemente un sedentario oficinista, luciendo una mínima tanga con estampado
de leopardo. Para los códigos de culto al físico del lugar tal cosa estaba
“fuera de lugar” pero, más tarde el autor y su esposa se encontraban en
Barcelona, donde tal escena se repetía por cientos y no parecía molestar a
nadie.
Sobre el hecho, dice que las culturas
promueven un “comportamiento contagioso” y aduce a un estudio suyo sobre las
diferencia en percepciones visuales entre occidentales y asiáticos. En una de
sus clases en las que estuve presente, Robinson muestra una lámina y nos pide
describir lo que vemos. Como buenos occidentales, decimos “un tigre”, y luego nos hace notar que nuestros
condiscípulos asiáticos responden cosas como “un tigre en la selva” o “una
selva con un tigre”. “Esto –recalca- es una diferencia significativa y guarda
relación con mayores diferencias culturales entre la cosmovisión occidental y
la asiática”.
Buena parte de estas referencias
están, de una manera u otra, presentes en el vídeo que se nos mostró (“Ken
Robinson: Changing Paradigms”). Debido al sistema tradicional de educación,
según el autor, mucha gente brillante, cree que no lo es; “porque han sido
juzgados por esta (la de la ilustración) particular visión de la mente”. Asimismo,
respecto a la gran cantidad de estímulos, provenientes de las tecnologías de la
información y las comunicaciones mayormente, el tipo de educación convencional
a la que se critica ya no brinda las condiciones para los estudiantes de este
tiempo –en el camino, se ocupa de poner en cuestión al (mal) llamado Síndrome
de Atención Dispersa-.
Nos introducimos, entonces, en el modo
de pensamiento divergente -una de cuyas formas es el lateral- , esencial para enfoques
no convencionales y, sin embargo, sorprendentemente valiosos. La posibilidad de
dar varias respuesta –y no una sola, como en el caso del pensamiento
convergente-.
En tal sentido, el nuevo paradigma en
construcción y con experiencias certificadas en algunos centros, incluidos los
de educación superior, debe resultar de la puesta en práctica de estas propuestas.
Para el caso de nuestra casa de
estudios, el enfoque por competencias, el aprendizaje basado en retos, el saber
hacer y conceptos afines, van en tal dirección.
2 comentarios:
Un ensayo muy interesante!, Gracias
Gracias a ti. Un abrazo.
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