martes, 26 de abril de 2016

El problema

Identificar el problema requiere una dosis de sentido común y otra de atenta observación. Esto, que se dice fácil es, sin embargo, una de las habilidades más difíciles de adquirir y de poner en práctica. La condición previa para para encaminarse a una solución es un diagnóstico plausible que, eventualmente, nos dé la ruta para actuar en consecuencia.

Por desgracia, el campo sociopolítico se presta a muchas formas de aproximación –metodológicas, ideológicas, históricas, ligüísticas, etc- que dificultan un consenso sobre la visión del problema.

No es tan simple como cuando, por ejemplo, en el campo de la mecánica, el experto puede detectar rápidamente la localización de un problema.

Durante años vengo pontificando una suerte de manual de aspectos que pueden conducirnos a bloqueos perceptuales (en política es común inducirlos) que nos mantienen con la mirada dirigida en una dirección que generalmente es la contrapuesta a la del problema. Al poder le interesa que sea así.

Tales prescripciones, de manera apretada, pueden enumerarse así: 1. Dificultad para aislar el problema 2. Dificultad  causada por una limitación excesiva del problema 3. Incapacidad de definir términos 4. Incapacidad para observar profundamente 5. Dificultad para percibir relaciones remotas y 6. Incapacidad de distinguir entre causa y efecto.

Hasta aquí lo solemne, lo obvio; pero, ¿qué tal si le damos un giro al asunto y lo lateralizamos?

Jamás se me habría pasado por la cabeza citar a don Ricardo Arjona en una columna, pero los problemas del régimen han producido este desliz por el cual me disculpo ante los lectores. En efecto, dicho caballero tiene una canción llamada “El problema” –en el que, a propósito, se encuentra uno de los versos más delicados de la poesía en lengua castellana: “Cómo encontrarle una pestaña a lo que nunca tuvo ojos”-. Perdón, una vez más.

No voy a abundar en la rima arjoniana sino en la mecánica que emplea el señor en la dichosa canción. La fórmula es: “El problema no es que (una determinada situación); el problema es que (otra situación)”. Dicho esto, la vamos aplicar a asuntos menos densos que los que aborda el guatemalteco.

El problema no es que Álvaro García no tenga título. De hecho, por diversos motivos, existieron y existen personalidades que, sin poseerlo, resultan más solventes en sus respectivos campos que algunos de sus colegas que sí lo tienen. Ya por autodidaxia o por el ejercicio prolongado de un oficio, alguna gente logra interiorizar efectivamente un campo simbólico.

El problema es que Álvaro García actuó de mala fe pretendiendo tenerlo –seguramente en complicidad de terceros- fungiendo como algo que no es. Esto raya en el delito –falsedad ideológica y material, dirán los juristas- y, desde luego, merece una pena; pero sucede que no hay juez que se anime a sentenciar al Qananchiri. Oiga, no le sienta nada mal al susodicho eso de “falsedad ideológica”.

El problema no es que Quintana haya perdido su celular. A diario se pierden centenares de estos aparatos, ¿por qué a Quintana no habría de ocurrirle algo así?

El problema es que Quintana trató de engatusar a la Fiscalía presentando un teléfono que no es el que corresponde al de sus chats calientes con Gabriela Zapata. Y eso también es un delito, pero ¿quién se atreve a meterse con Mi Rey?

El problema no es que los ciudadanos con discapacidad le reclamen un bono al régimen y éste responda que se acabaron los quibos.

El problema es que, durante diez años, Evo Morales le ha venido contando al país, en discursos de seis horas,  el cuento de que la bonanza es obra suya. El problema es la corrupción institucionalizada. El problema es el colosal tráfico de influencias. El problema es la borrachera de poder.

Los ciudadanos con discapacidad se la han pasado esos diez años viendo el derroche desmedido y la repartija prebendal de dineros públicos. Tienen, entonces, todo el derecho a preguntarse “¿Y para nosotros, cuándo?”. Ese es el problema.

PD. Pablo Pérez Ayala apunta en Feisbuc: “El problema no es si ganó el NO contra el sí; el problema es si el Jefazo y sus movimientos sociales respetarán el resultado hasta el 2019”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema no es que los que pueden cambiar las cosas no les importa, sino, a los que les importa no puede

Pablo Pérez Ayala dijo...

Muy interesante, Puka, tu artículo de opinión, muy de acuerdo con las antinomías del gobierno que mencionas, y muy de acuerdo también con la idea que citas...