Identificar el problema requiere una dosis de sentido común
y otra de atenta observación. Esto, que se dice fácil es, sin embargo, una de
las habilidades más difíciles de adquirir y de poner en práctica. La condición
previa para para encaminarse a una solución es un diagnóstico plausible que,
eventualmente, nos dé la ruta para actuar en consecuencia.
Por desgracia, el campo sociopolítico se presta a muchas
formas de aproximación –metodológicas, ideológicas, históricas, ligüísticas,
etc- que dificultan un consenso sobre la visión del problema.
No es tan simple
como cuando, por ejemplo, en el campo de la mecánica, el experto puede detectar
rápidamente la localización de un problema.
Durante años vengo pontificando una suerte de manual de
aspectos que pueden conducirnos a bloqueos perceptuales (en política es común
inducirlos) que nos mantienen con la mirada dirigida en una dirección que
generalmente es la contrapuesta a la del problema. Al poder le interesa que sea
así.
Tales prescripciones, de manera apretada, pueden enumerarse
así: 1. Dificultad para aislar el problema 2. Dificultad causada por una limitación excesiva del
problema 3. Incapacidad de definir términos 4. Incapacidad para observar
profundamente 5. Dificultad para percibir relaciones remotas y 6. Incapacidad
de distinguir entre causa y efecto.
Hasta aquí lo solemne, lo obvio; pero, ¿qué tal si le damos
un giro al asunto y lo lateralizamos?
Jamás se me habría pasado por la cabeza citar a don Ricardo
Arjona en una columna, pero los problemas del régimen han producido este desliz
por el cual me disculpo ante los lectores. En efecto, dicho caballero tiene una
canción llamada “El problema” –en el que, a propósito, se encuentra uno de los
versos más delicados de la poesía en lengua castellana: “Cómo encontrarle una
pestaña a lo que nunca tuvo ojos”-. Perdón, una vez más.
No voy a abundar en la rima arjoniana sino en la mecánica
que emplea el señor en la dichosa canción. La fórmula es: “El problema no es
que (una determinada situación); el problema es que (otra situación)”. Dicho
esto, la vamos aplicar a asuntos menos densos que los que aborda el
guatemalteco.
El problema no es que Álvaro García no tenga título. De
hecho, por diversos motivos, existieron y existen personalidades que, sin
poseerlo, resultan más solventes en sus respectivos campos que algunos de sus
colegas que sí lo tienen. Ya por autodidaxia o por el ejercicio prolongado de
un oficio, alguna gente logra interiorizar efectivamente un campo simbólico.
El problema es que Álvaro García actuó de mala fe
pretendiendo tenerlo –seguramente en complicidad de terceros- fungiendo como
algo que no es. Esto raya en el delito –falsedad ideológica y material, dirán
los juristas- y, desde luego, merece una pena; pero sucede que no hay juez que
se anime a sentenciar al Qananchiri. Oiga, no le sienta nada mal al susodicho
eso de “falsedad ideológica”.
El problema no es que Quintana haya perdido su celular. A
diario se pierden centenares de estos aparatos, ¿por qué a Quintana no habría
de ocurrirle algo así?
El problema es que Quintana trató de engatusar a la Fiscalía
presentando un teléfono que no es el que corresponde al de sus chats calientes
con Gabriela Zapata. Y eso también es un delito, pero ¿quién se atreve a
meterse con Mi Rey?
El problema no es que los ciudadanos con discapacidad le
reclamen un bono al régimen y éste responda que se acabaron los quibos.
El problema es que, durante diez años, Evo Morales le ha
venido contando al país, en discursos de seis horas, el cuento de que la bonanza es obra suya. El
problema es la corrupción institucionalizada. El problema es el colosal tráfico
de influencias. El problema es la borrachera de poder.
Los ciudadanos con discapacidad se la han pasado esos diez
años viendo el derroche desmedido y la repartija prebendal de dineros públicos.
Tienen, entonces, todo el derecho a preguntarse “¿Y para nosotros, cuándo?”.
Ese es el problema.
PD. Pablo Pérez Ayala apunta en Feisbuc: “El problema no es si ganó el NO contra el sí; el problema
es si el Jefazo y sus movimientos sociales respetarán el resultado hasta el
2019”.
2 comentarios:
El problema no es que los que pueden cambiar las cosas no les importa, sino, a los que les importa no puede
Muy interesante, Puka, tu artículo de opinión, muy de acuerdo con las antinomías del gobierno que mencionas, y muy de acuerdo también con la idea que citas...
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