Francisco se encuentra ya en territorio boliviano; viene
precedido de una campaña en la que el régimen ha hecho un uso desmesurado –casi
obsceno- de su imagen para ganar avemarías de la opinión pública.
La propaganda gubernamental ha instalado la idea de que
ha sido el presidente Morales quien “trajo” a Su Santidad al país, a la manera
de un promotor de espectáculos que contratase a un ícono del rock and roll para
bañarse en el polvo de estrella que emana del visitante.
No he seguido el tratamiento que los presidentes de
Ecuador y Paraguay han dado a la presencia del Sumo Pontífice en sus
respectivas naciones, pero me parece difícil superar el grado de instrumentalización
política que el boliviano ha hecho de la misma.
De boca para afuera, el régimen se quiere mostrar, estos
días, más papista que el Papa, pero los hechos a lo largo de su gestión distan
mucho de ir en consonancia con sus postulados sociales –o, recientemente, los
ecológicos-. Para el pragmático líder del Estado laico, la visita del vicario
de Cristo se trata, en el fondo, de una inversión de la cual espera obtener
rédito político – de hecho, ha destinado recursos a dicha empresa-.
Y luego, portavoces mediante, el régimen recomienda a la
ciudadanía no hacer política con tal motivo –esa es una prerrogativa del que
alguna vez quiso erigirse como el Enrique VIII altiplánico (fracasando
estrepitosamente en su intención), parece ser el mensaje-. “Se trata de una
visita pastoral”, repite con patético cinismo.
Lo protocolar y lo pastoral, como el propio gobierno se
ha encargado de demostrar, no son los únicos elementos presentes en la estadía
del sucesor de Pedro en nuestra república. Es el propio Santo Padre quien nos
dice, en su Encíclica “Laudato si”, que las escrituras deben ser entendidas a
la luz del contexto, premisa que podemos extender a su presencia en cada lugar
por el que pasa. Y el contexto local no podía ser más adverso a la prédica
pontificia. En tal sentido, las consecuencias de su llegada podrían tornarse en
una papa caliente para un régimen, el del llamado “proceso de cambio” que,
pasada la parafernalia que montó, podría pasar de la zalamería a su habitual
asedio contra las sotanas.
Y es que a solo seis meses del inicio de su pontificado,
cuando se hablaba ya de su posible venida al país (inicialmente para 2014),
Bergoglio tuvo conocimiento directo del carácter persecutorio del régimen, a
través de la misiva que le cursó José María Bakovic: “Te dirijo esta carta para pedirte que, en la visita que te
hará el Presidente Morales, le pidas que detenga la tortura judicial a la que
me ha sometido desde el día de su posesión el 22 de enero de 2006… Cuando estés
en Bolivia el 2014, como se anuncia, podré relatarte con más detalle esta forma
de control político a través del sistema judicial”. Como sabemos, Bakovic,
víctima del régimen, no podrá contarle su calvario al Pontífice. Un manera,
tardía e insuficiente, con la que el régimen podría expiar parcialmente sus
atrocidades, sería la amnistía para todos los presos políticos, exiliados y
perseguidos judicial/políticos.
Más próximos en el tiempo
están las peticiones del sacerdote Mateo por un presupuesto de 10% para la
salud a quien el inefable ministro Quintana, haciendo uso de falacias,
descalifica groseramente y el clamor de los activistas medioambientales e
indígenas de tierras bajas para que, en consonancia con la Encíclica, el
régimen respete a la casa común y retroceda en la explotación petrolera en
áreas protegidas (o, por lo menos proceda a consultar a sus habitantes) y en la
destrucción del TIPNIS.
Amén.
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