De tanto en tanto es gratificante volver a las primeras
lecturas “serias” con las que uno se enamoró de las letras. Sin entrar en
mayores detalles, diré que volví a leer el cuento “El corazón delator” de Edgar
Allan Poe.
Para lo que interesa a esta columna, enfatizo en la parte
final, en la que el criminal monta en desesperación abrumado por el sonido de
los latidos del corazón del occiso al que acaba de sepultar, descuartizado,
debajo del machihembrado, y termina confesando el asesinato.
Así como no hay crimen perfecto, tal cual suele decirse,
tampoco parce haber estrategia envolvente perfecta. Los seres vivos y las
instituciones van dejando improntas, en algunos casos, imposibles de borrar.
Más de una vez, la vanidad propia, en complicidad con la
obsecuencia ajena, ha conspirado contra quienes las promovieron. Así pues, uno
se puede mostrar muy sereno mostrando lo contrario cuando, en lo interno, el
ruido ensordecedor de su degradación moral le carcome las entrañas.
Como acudiendo en ayuda nuestra, el 21 de febrero, en
salones de la Vicepresidencia, fue presentada la edición número 23 de la
revista “Fuentes” que a “toda tapa” lleva esta suculenta frase: “LA FILATELIA,
CIENCIA AUXILIAR DE LA HISTORIA” –así, con mayúsculas-, ¡justo cuando algún
memorioso puso en circulación las fotos de dos estampillas emitidas en enero de
2010 para celebrar el segundo mandato del presidente Evo Morales Ayma!
No podía ser más pertinente la aparición de ambos documentos
en momentos en que se debate la viabilidad o no de una hipotética habilitación
de Morales como candidato para un –también hipotético- tercer mandato.
Acudiendo a la filatelia como ciencia auxiliar de la
historia –los sellos postales son emitidos por el Estado, o sea que son fuentes
oficiales- resulta insulsa cualquier finta verbal que el régimen lucubre en
sentido de que un supuesto próximo mandato sería, según su afiebrada
interpretación, recién el segundo. Más allá de los argumentos jurídicos que
señalan la inviabilidad de la pretendida re-reelección, este otro es
incontestable.
¡Quién diría que unas estampillas diseñadas para quedar bien
con el jefe llegarían a convertirse en sus delatoras más ensordecedoras!
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