viernes, 3 de febrero de 2012

Una lista de miedo



En mi anterior post sostuve que cincuenta muertos de una sola vez impresionan más, en términos de impacto político y social, que mil caídos bien dosificados en el tiempo. Me refería, desde luego, a la descomunal cantidad de muertes producidas por este régimen en seis años; cantidad que, siendo similar a la de octubre de 2003, parece no quitar el sueño a nadie.

Esta misma lógica puede aplicarse a la percepción sobre un caso concreto de terror gubernamental y la enumeración conjunta de varios casos de este tipo. Al menos, eso es lo que me produjo la lectura de una nota de Roberto Navia, publicada en El Deber hace unos días, en la que se hace un recuento de hechos infames que han ido quedando en el olvido, pero que repuestos todos juntos, además de refrescar la siempre frágil memoria, causan escalofríos de tan burdos como terroríficos que fueron.

Eventualmente, en sus cavilaciones internas, uno se pregunta ¿y qué fue de Rada, de “El Viejo”, de Niño de Guzmán, de un tal Walter Adrade, de George Nava, de un tal Clavijo, de la misteriosa policía…? Todas ellas, fichas que el régimen usó para ejecutar el trabajo sucio.
¿En qué quedó, por ejemplo, el caso Urresti –víctima de la toma de la entonces Prefectura de Cochabamba por hordas masistas? El memorándum de Navia lo actualiza de esta manera: “Está por ser archivado”.

A propósito de tal hecho, aquel día -11 de enero de 2007- me encontré casualmente por la calle con el actual ministro de Culturas, Pablo Groux, que entonces trabajaba en el Gobierno Municipal de La Paz por cuenta del MSM, y le expresé mi malestar por la vil acción de los “movimientos sociales” y él, con algo de humor negro, me respondió: “El Álvaro (García Linera) y el Wálter (Chávez) se deben estar frotando las manos de gusto”. No me extrañaría que haya sido así.

Caranavi (represión con muertes), Chaparina (brutal intervención contra los marchistas del TIPNIS), La Calancha (represión con muertes), aeropuerto de Pando (muerte de un pastor evangélico), Yapacaní (ajustes de cuentas políticos entre masistas, con muertes), caso “camarógrafos de Unitel” (salvajemente golpeados por efectivos de la UTARC), Sanandita (lesiones seguidas de muerte a un joven militar en la “Escuela de Cóndores”), Porvenir (derrocamiento y reclusión del Prefecto, con muertes), Yacuiba (atentado con explosivo contra Unitel)… Y nos quedamos cortos y estupefactos.

1 comentario:

david dijo...

el poder come sangre